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Irene Cumplido

Romina Cocca

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La actriz Romina Cocca nacida en Rosario, Argentina se sienta con nosotros para conversar sobre su vida profesional; en un céntrico café de Barcelona, donde se dan cita políticos, escritores, artistas,… Las palabras de Romina fluyen en un decorado mediterráneo e insólito a la vez. Actualmente, con 29 años, Romina reside en Barcelona, pero antes lo había hecho también - formándose y trabajando en cine, teatro y televisión- en Buenos Aires, Nueva York y Méjico. En España ha participado, entre otras producciones, en ‘Yo soy la Juani’, ‘Animals Ferits’ y ‘Cosas que pasan’. El próximo mes de abril se estrena en la ciudad la obra de August Strindberg “La más fuerte”, la cual co-protagoniza. Asimismo, comenzará a rodar un largometraje de un director novel, realizado a nivel local: ‘El susurro de los ángeles’.

¿Cómo es la vida del actor, Romina?
La vida del actor está signada por la incertidumbre, dentro y fuera de la escena.
En el día a día el trabajo puede ser muy irregular y el dinero no está garantizado. En la escena caminamos sobre la cuerda floja: debemos volvernos vulnerables, llevar al límite las emociones y abandonar el control -como búsqueda del resultado-, lo cual no es nada fácil. Para un actor es fundamental la disponibilidad emocional, y el vivir a pleno el instante presente. Así, uno se permite ser afectado profundamente por los otros actores y por la circunstancia imaginaria (la actuación requiere imaginación y fe). Y de esa forma llevas adelante tu interpretación: trabajando con el otro, siendo generoso, dando respuestas y sentimientos honestos, no mediante las palabras sino especialmente a través del comportamiento.
Dice Souza: “La vida es un viaje, no un destino” y eso es algo muy real para un actor. Siempre hay dificultades, obstáculos, asuntos pendientes, pero todas esas cosas constituyen la vida misma, una vez más, dentro y fuera de la escena. Esa incertidumbre con la que convive el actor tiene un lado negativo (la ansiedad o la frustración, por ejemplo). Pero tiene un aspecto muy positivo: quien se acostumbra a vivir en el momento presente se convierte en alguien flexible y por tanto más preparado para “lo inesperado” de la vida. Las personas muy estructuradas que se apoyan en la “seguridad” pierden pie enseguida. El actor es como el gato, que siempre cae parado.
Personalmente me adapto combinando mi profesión con la de trabajar en anuncios televisivos. Algunos puristas del ambiente (cada vez menos) a veces no lo ven con buenos ojos pero es una fuente más de trabajo, algo emparentada con el oficio, que además sirve como experiencia en ciertos aspectos.
El fondo de la cuestión es que el actor ama, disfruta y necesita lo que hace, y por eso está dispuesto a pasar por esa “incertidumbre”, la adrenalina que conlleva es aun parte del atractivo

¿Qué haces para “entrenarte”?
Sobre todo, trabajar, mantenerme activa en ese sentido, generar proyectos, como el de la obra que estrenaremos en abril, que nace de la auto-gestión. Participar junto a realizadores que –como yo- aun se están abriendo camino. Hay animarse y correr riesgos. No hay nada como la práctica y la experiencia. De todos modos, siempre estoy tomando algún curso (el último ha sido en el Actor´s Workshop de Barcelona), formándome -aprender es un proceso inagotable-, incursionando en alguna técnica que no he aplicado y en disciplinas complementarias, como pueden ser el canto, la danza o la esgrima.
Algo que también ayuda, en un sentido más amplio, es intercambiar vivencias y vicisitudes con tus compañeros.
Los actores tendemos a creer que los problemas (inseguridades personales, dificultad de insertarse en el mercado…) son cosas que sólo nos ocurren individualmente. Basta conversar con quienes comparten tu oficio para no sentirte solo y entender mejor la vida que has elegido.

...Que sería el camino del arte, ¿verdad?
Exacto. De hecho, el actor, como artista que es, debe nutrirse de otras formas de expresión (música, pintura, danza, literatura, ¡no hay límites!...), y de la experiencia diaria (otro tipo de trabajos, la observación de todo lo que nos rodea) para enriquecerse.
Los artistas tienen que estar orgullosos y seguros de hacer lo que hacen y ser lo que son. El actor debe lidiar todos los días con el rechazo (en un casting o incluso por parte de la familia y la sociedad que a menudo no aceptan la profesión como válida, “seria”) y a pesar de ello mantenerse fuerte.
El actor se presenta a cada prueba como el “vendedor” de un producto que es él mismo. Y esto puede ser muy duro. Muchas veces el “comprador” no está interesado, pero eso no tiene nada que ver con la calidad del producto. No hay que derrumbarse por eso. ¡Algo que se dice fácil pero no lo es tanto!.
Hay que aprender a creer en uno, permitirse tanto el error como mejorar; aceptarse con las herramientas que se tienen y lo que se es en cada etapa, y seguir adelante, haciendo, siempre haciendo.

Seguimos conversando con Romina, entre café y té, en una tarde cualquiera de invierno. Las horas no pasan, Romina viva, locuaz, inteligente, con una belleza exótica y natural, nos encandila bajo la mirada atenta de las palmeras del jardín de L’Ateneu Barcelonés.

Romina Cocca

Irene Cumplido
Redacción
viernes, 2 de marzo de 2007, 00:42 h (CET)
La actriz Romina Cocca nacida en Rosario, Argentina se sienta con nosotros para conversar sobre su vida profesional; en un céntrico café de Barcelona, donde se dan cita políticos, escritores, artistas,… Las palabras de Romina fluyen en un decorado mediterráneo e insólito a la vez. Actualmente, con 29 años, Romina reside en Barcelona, pero antes lo había hecho también - formándose y trabajando en cine, teatro y televisión- en Buenos Aires, Nueva York y Méjico. En España ha participado, entre otras producciones, en ‘Yo soy la Juani’, ‘Animals Ferits’ y ‘Cosas que pasan’. El próximo mes de abril se estrena en la ciudad la obra de August Strindberg “La más fuerte”, la cual co-protagoniza. Asimismo, comenzará a rodar un largometraje de un director novel, realizado a nivel local: ‘El susurro de los ángeles’.

¿Cómo es la vida del actor, Romina?
La vida del actor está signada por la incertidumbre, dentro y fuera de la escena.
En el día a día el trabajo puede ser muy irregular y el dinero no está garantizado. En la escena caminamos sobre la cuerda floja: debemos volvernos vulnerables, llevar al límite las emociones y abandonar el control -como búsqueda del resultado-, lo cual no es nada fácil. Para un actor es fundamental la disponibilidad emocional, y el vivir a pleno el instante presente. Así, uno se permite ser afectado profundamente por los otros actores y por la circunstancia imaginaria (la actuación requiere imaginación y fe). Y de esa forma llevas adelante tu interpretación: trabajando con el otro, siendo generoso, dando respuestas y sentimientos honestos, no mediante las palabras sino especialmente a través del comportamiento.
Dice Souza: “La vida es un viaje, no un destino” y eso es algo muy real para un actor. Siempre hay dificultades, obstáculos, asuntos pendientes, pero todas esas cosas constituyen la vida misma, una vez más, dentro y fuera de la escena. Esa incertidumbre con la que convive el actor tiene un lado negativo (la ansiedad o la frustración, por ejemplo). Pero tiene un aspecto muy positivo: quien se acostumbra a vivir en el momento presente se convierte en alguien flexible y por tanto más preparado para “lo inesperado” de la vida. Las personas muy estructuradas que se apoyan en la “seguridad” pierden pie enseguida. El actor es como el gato, que siempre cae parado.
Personalmente me adapto combinando mi profesión con la de trabajar en anuncios televisivos. Algunos puristas del ambiente (cada vez menos) a veces no lo ven con buenos ojos pero es una fuente más de trabajo, algo emparentada con el oficio, que además sirve como experiencia en ciertos aspectos.
El fondo de la cuestión es que el actor ama, disfruta y necesita lo que hace, y por eso está dispuesto a pasar por esa “incertidumbre”, la adrenalina que conlleva es aun parte del atractivo

¿Qué haces para “entrenarte”?
Sobre todo, trabajar, mantenerme activa en ese sentido, generar proyectos, como el de la obra que estrenaremos en abril, que nace de la auto-gestión. Participar junto a realizadores que –como yo- aun se están abriendo camino. Hay animarse y correr riesgos. No hay nada como la práctica y la experiencia. De todos modos, siempre estoy tomando algún curso (el último ha sido en el Actor´s Workshop de Barcelona), formándome -aprender es un proceso inagotable-, incursionando en alguna técnica que no he aplicado y en disciplinas complementarias, como pueden ser el canto, la danza o la esgrima.
Algo que también ayuda, en un sentido más amplio, es intercambiar vivencias y vicisitudes con tus compañeros.
Los actores tendemos a creer que los problemas (inseguridades personales, dificultad de insertarse en el mercado…) son cosas que sólo nos ocurren individualmente. Basta conversar con quienes comparten tu oficio para no sentirte solo y entender mejor la vida que has elegido.

...Que sería el camino del arte, ¿verdad?
Exacto. De hecho, el actor, como artista que es, debe nutrirse de otras formas de expresión (música, pintura, danza, literatura, ¡no hay límites!...), y de la experiencia diaria (otro tipo de trabajos, la observación de todo lo que nos rodea) para enriquecerse.
Los artistas tienen que estar orgullosos y seguros de hacer lo que hacen y ser lo que son. El actor debe lidiar todos los días con el rechazo (en un casting o incluso por parte de la familia y la sociedad que a menudo no aceptan la profesión como válida, “seria”) y a pesar de ello mantenerse fuerte.
El actor se presenta a cada prueba como el “vendedor” de un producto que es él mismo. Y esto puede ser muy duro. Muchas veces el “comprador” no está interesado, pero eso no tiene nada que ver con la calidad del producto. No hay que derrumbarse por eso. ¡Algo que se dice fácil pero no lo es tanto!.
Hay que aprender a creer en uno, permitirse tanto el error como mejorar; aceptarse con las herramientas que se tienen y lo que se es en cada etapa, y seguir adelante, haciendo, siempre haciendo.

Seguimos conversando con Romina, entre café y té, en una tarde cualquiera de invierno. Las horas no pasan, Romina viva, locuaz, inteligente, con una belleza exótica y natural, nos encandila bajo la mirada atenta de las palmeras del jardín de L’Ateneu Barcelonés.

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