En Caixa-Forum de Barcelona, se presenta una exposición antológica del artista Hermen Anglada Camarasa, bajo el titulo “El mundo de Anglada Camarasa”, la muestra que puede verse hasta el dieciocho de Marzo, recorre todas las etapas del pintor catalán, reuniendo casi doscientas piezas, procedentes de una veintena de Museos y más de una docena de coleccionistas privados, óleos, dibujos, litografías, esculturas, de las cuales la mitad corresponden a creadores de su entorno, a sus maestros como Moragas, e incluso a algunos de sus mejores alumnos, como Maria Blanchard. Sin duda ha sido un buen augurio, de cara al éxito de esta exposición y a la revisión de la obra del artista, el hecho de que en el mes de octubre del pasado año, menos de dos meses antes de la inauguración, la firma Christie´s vendiera en Madrid la obra “El casino de Paris”, pintado por Anglada Camarasa en 1900 durante su estancia en la ciudad de la luz, por la suma de dos millones novecientos mil euros.
Hermen Anglada Camarasa (Barcelona 1872-Pollensa 1959) está catalogado como un pintor fauvista, en el que la influencia del folclore, el paisaje local, y el decorativismo oriental, así como el tratamiento que da a la luz y al color, son los aspectos fundamentales de su obra. En sus primeros años cultiva un academicismo formal, siguiendo el estilo de su maestro Urgell. En 1894 viaja a Paris donde su pintura se vuelve más impresionista, sin duda influida por la relación que mantiene con Degas y Toulouse Lautrec, pinta ambientes nocturnos, captando la novedad de la luz eléctrica, cabarets, music-halls, interiores, El Moulin Rouge y El Casino de Paris. En la capital francesa, se integra y se involucra en la vida artística, hasta el punto de que no solo es esta etapa la de mayor producción pictórica, sino también la de mayor actividad, lo que le lleva a crear una academia de pintura y a fundar los “salones de otoño”, cita obligada con las obras de los artistas más admirados por el público. Es también en estos años cuando conoce a los artistas de la Secesión Vienesa, movimiento artístico surgido dentro de la Asociación de Artistas de Bellas Artes de Austria, incluido en el modernismo del final del periodo histórico y cultural conocido como “Belle Époque”que busca la elegancia, y la sobriedad formal, y que por su ruptura con los estilos pictóricos anteriores se sitúa en la vanguardia, en Viena, en la puerta del edificio sede de la Secesión Vienesa, puede leerse: “A cada tiempo su Arte, y a cada Arte su libertad”. Entre estos artistas, Anglada Camarasa se relaciona especialmente con Klimt, cuya influencia se aprecia en alguna de las obras del pintor catalán. Medalla de Oro de la Bienal de Venecia en 1907, obtiene la misma distinción en Buenos Aires en 1910, expone en las ciudades más importantes de Alemania, Italia, Bélgica, Reino Unido, en Madrid y Barcelona. En 1924 es invitado de honor en Estados Unidos, como representante de la pintura europea moderna. Académico de honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1954, Premio Arte de la Fundación March en 1957. Junto con Sorolla y Zuloaga forma parte de los grandes pintores del arte novocentista español. Los galardones y el reconocimiento que recibe su obra le convierten en un artista cosmopolita, cotizado internacionalmente, representante genuino de la vanguardia pictórica de su época.
La fuerza del color que imprime a sus lienzos, le conduce a un expresionismo que desarrolla una pincelada libre y exuberante, y es esta primacía del color lo que lleva a su pintura al fauvismo, estilo liderado por Matisse en los primeros años del siglo veinte en Paris, y que se caracteriza por las gamas de colores estridentes y agresivos, de donde nace su nombre, “fauve”, fiera en francés. La explosión del color quiere transmitir la emoción del pintor ante el tema plasmado, la representación no es naturalista, las figuras son planas, lineales, encerradas en un contorno para realzar el color, acercándose a la estética del Art Nouveau.
Entre sus obras cabe destacar las que utiliza para estudiar la figura, definida por el color, la forma y la profundidad, como son “Novia Valenciana”, “ Campesinos de Gandía”, “Muchachas de Burriana”, todas ellas sobre temas valencianos con Sorolla como referencia plástica. “Restaurante en Paris” (1900) en la que las masas de colores se funden entre si, sin líneas, los juegos de luces y colores crecen y se desarrollan en un espacio libre, perdidos en las formas, adquiriendo sentido como elemento decorativo. “Efecto nocturno” (1901), donde las sombras, los tonos fríos, el negro de la noche, consiguen el contraste para resaltar la figura blanca de un caballo. “La morfinómana” (1902) que le sitúa en la polémica al retratar ambientes marginales, la droga, el dolor, temática que seguirá tratando en sus famosos “cuadros de gitanos”, como llegan a conocerse popularmente. El “Retrato de Sonia Klamery” (1913) se considera su obra más importante, aunque no más personal, pues refleja una clara influencia de Gustav Klimt, es uno de los mejores retratos, realizado a la condesa de Pradre, actualmente se conserva en el Museo Reina Sofía de Madrid, la modelo aparece recostada con vestido largo, el fondo pintado en los mismos tonos del vestido, resaltando en el exotismo del conjunto el lugar que ocupa un pájaro colorista. “Después de la tormenta” (1914) posee una belleza cromática difícil de describir, en el cielo se despliega una gama de colores como los del arco iris, que compone el nexo de unión entre el cielo y el agua, la tierra apenas se adivina. “Acantilado en Formentor” (1936) tiene un interés especial, además de la fuerza del color, omnipresente en su obra, la profundidad del paisaje marino viene dada por tres planos cuyo efecto es el de la contemplación desde un barco, la luz tiembla en los fondos marinos, en la realización de esta pintura, experimenta con un sistema óptico, inventado por él, para sacar el brillante color de las algas y los peces.
Las obras finales, de 1959, consolidan su estilo, buena prueba de ello son “Guitarrista”, “En el baile”, y “Desnudo bajo la parra”.
Los últimos años de su vida los pasa retirado en Mallorca, vuelve a sus inicios dedicándose a pintar paisajes y bodegones, se aleja de las vanguardias y abandona la figura. Busca la paz en la naturaleza y persigue la utopía de la eternidad.
Olvidado injustamente, condenado al ostracismo, otra vez oculto como ya lo estuvo en Montserrat durante la guerra civil española, y en Pouges-les-Eaux (Francia) en la segunda guerra mundial, muere en Pollensa en 1959, pero su legado permanece en Museos y colecciones privadas, y a los que amamos el Arte nos reconcilia con el mundo que su obra sea de nuevo reconocida como se merece, recordada en su ciudad natal, porque la única manera que existe, para un ser humano, de colmar sus ansías de eternidad, es haciendo que su obra sea inmortal.
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