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José Antonio Jato

La madre de todas las reformas

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Después de meses de arduas negociaciones el parlamento alemán aprobó por amplia mayoría una reforma del sistema sanitario que entrará en vigor el primero de abril de 2007. El nuevo modelo pretende atajar la deriva de excesos administrativos de la sanidad pública alemana, a la vez que recortar gastos y ganar en efectividad y transparencia.

Es difícil aventurar el impacto que tendrá esta reforma recién horneada a golpe de compromisos entre conservadores y socialdemócratas, pero los preliminares han sido con buen tino calificados por la canciller Angela Merkel, como un “difícil embarazo”, un embarazo que se ha visto flanqueado por múltiples discrepancias por parte de todos los afectados.

La oposición ha puesto el grito en el cielo advirtiendo que se incuba inconcientemente el engendro de un nuevo monstruo burocrático.

De momento la reforma da vivas pruebas de ser farragosa. Los expertos denuncian su incapacidad para entenderla al ser tan prolija en letra pequeña acotaciones y articulado.

Alemania ostentaba en los años ochenta una seguridad social, que quizás no era modélica, pero en muchos aspectos se la podía calificar de humana porque muchos de sus servicios estaban personalizados, bien organizados, y libres de las colas de espera tan habituales en otros países europeos. Sin embargo actualmente necesitaba de un embiste modernizador para ajustar un peculiar sistema sanitario que en la actualidad ya contaba con unas 250 cajas públicas, amén de los seguros privados, y de la herida abierta de no garantizar la asistencia sanitaria universal.

En ese un punto clave el nuevo modelo representa indudablemente un avance porque dará cobertura obligatoria a los autónomos que hasta la fecha podían optar por no asegurarse y será obligatorio para todos los residentes en el país.

Pero claro los padres de la reforma no han privilegiado únicamente su vertiente exclusivamente humanitaria, sino que han dado rienda suelta a la ingeniería contable, las cajas públicas aumentarán de un plumazo sus ingresos debidos al obligatorio aumento de las contribuciones. Nuevo es que las cotizaciones irán a partir de ahora a un fondo común que comenzará a operar a partir del 2009 y será distribuido entre todas las aseguradoras en función del número de asegurados de que dispongan.

La gran coalición de gobierno en Berlín ha logrado la cuadratura del círculo. Los socialdemócratas han colectivizado la sanidad y los conservadores han reservado el experimento para las clases menos privilegiadas. En el futuro el cambio a una aseguradora privada estará reservado a aquellos ciudadanos cuya nómina supere los 3.975 euros al mes. La oposición denuncia este cariz clasista. Todavía es pronto para las conjeturas, porque hasta las legislativas de 2009 los electores alemanes tienen tiempo de digerir o no que la madre de todas las reformas sanitarias en Alemania tenga tamaños padres putativos.

La madre de todas las reformas

José Antonio Jato
José Antonio Jato
lunes, 5 de febrero de 2007, 22:01 h (CET)
Después de meses de arduas negociaciones el parlamento alemán aprobó por amplia mayoría una reforma del sistema sanitario que entrará en vigor el primero de abril de 2007. El nuevo modelo pretende atajar la deriva de excesos administrativos de la sanidad pública alemana, a la vez que recortar gastos y ganar en efectividad y transparencia.

Es difícil aventurar el impacto que tendrá esta reforma recién horneada a golpe de compromisos entre conservadores y socialdemócratas, pero los preliminares han sido con buen tino calificados por la canciller Angela Merkel, como un “difícil embarazo”, un embarazo que se ha visto flanqueado por múltiples discrepancias por parte de todos los afectados.

La oposición ha puesto el grito en el cielo advirtiendo que se incuba inconcientemente el engendro de un nuevo monstruo burocrático.

De momento la reforma da vivas pruebas de ser farragosa. Los expertos denuncian su incapacidad para entenderla al ser tan prolija en letra pequeña acotaciones y articulado.

Alemania ostentaba en los años ochenta una seguridad social, que quizás no era modélica, pero en muchos aspectos se la podía calificar de humana porque muchos de sus servicios estaban personalizados, bien organizados, y libres de las colas de espera tan habituales en otros países europeos. Sin embargo actualmente necesitaba de un embiste modernizador para ajustar un peculiar sistema sanitario que en la actualidad ya contaba con unas 250 cajas públicas, amén de los seguros privados, y de la herida abierta de no garantizar la asistencia sanitaria universal.

En ese un punto clave el nuevo modelo representa indudablemente un avance porque dará cobertura obligatoria a los autónomos que hasta la fecha podían optar por no asegurarse y será obligatorio para todos los residentes en el país.

Pero claro los padres de la reforma no han privilegiado únicamente su vertiente exclusivamente humanitaria, sino que han dado rienda suelta a la ingeniería contable, las cajas públicas aumentarán de un plumazo sus ingresos debidos al obligatorio aumento de las contribuciones. Nuevo es que las cotizaciones irán a partir de ahora a un fondo común que comenzará a operar a partir del 2009 y será distribuido entre todas las aseguradoras en función del número de asegurados de que dispongan.

La gran coalición de gobierno en Berlín ha logrado la cuadratura del círculo. Los socialdemócratas han colectivizado la sanidad y los conservadores han reservado el experimento para las clases menos privilegiadas. En el futuro el cambio a una aseguradora privada estará reservado a aquellos ciudadanos cuya nómina supere los 3.975 euros al mes. La oposición denuncia este cariz clasista. Todavía es pronto para las conjeturas, porque hasta las legislativas de 2009 los electores alemanes tienen tiempo de digerir o no que la madre de todas las reformas sanitarias en Alemania tenga tamaños padres putativos.

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