No es necesario ser un vidente de alto nivel como Sandro Rey, ni adquirir las gafas
radiónicas que permiten una videncia extrema para adivinar que 2015 va a ser el
año en que las cosas van a cambiar de forma rotunda y que va a marcar, al menos,
los próximos cuatro años.
Los resultados electorales, primero de las elecciones locales y autonómicas y
después de la Generales, con la irrupción de nuevas ofertas electorales pueden
cambiar el panorama… o no.
Es difícil que se produzca una INVOLUCIÓN. Es decir, unas nuevas mayorías
absolutas del Partido Popular que, vendiendo lo que la población quiere oír, hagan
lo que durante los últimos cuatro años han estado haciendo: un proceso de
recentralización a través del bloqueo financiero de las comunidades autónomas
que propició el cambio constitucional del artículo 135, hábilmente utilizado por el
gobierno Rajoy para sus objetivos recentralizadores por la puerta de atrás. Nada
que comentar respecto a las promesas incumplidas y el recorte de derechos.
La otra opción que se avecina por el horizonte electoral es la REVOLUCIÓN. Ya
sabe usted, aquello de asaltar el cielo, aprobar otra constitución y darle la vuelta al
sistema de arriba a abajo. Lo cual suena muy bien siempre que nos expliquen
cómo, con qué dinero y cómo se va a quedar la cosa definitivamente. Son
preguntas fáciles de contestar. Y si las respuestas no son convincentes, para ese
viaje nos volvemos a dejar engañar por el programa electoral del Partido Popular,
que lo hacen, sin duda, muchísimo mejor. No sabemos si “PODRAN” pero sin duda
la gente necesita ilusionarse. Es una opción a la que no deberíamos ir a ciegas.
Otra opción sería la EVOLUCIÓN. A nuestra Constitución le hace falta una urgente
modernización en la que todos estemos cómodos. Que no afecte sólo a la
organización territorial por medio de una federalización necesaria. Hay que
cambiar el sistema de división de poderes para conseguir que el Poder judicial,
que es el equilibrio necesario para controlar los excesos de los otros poderes
(ejecutivo y legislativo) sea efectivo. Y de esta manera reducir en la medida de lo
posible la corrupción. Para ello va a ser necesario una mayoría cualificada de
nuestro Parlamento, lo cual parece que, vistas las anteriores opciones, no será
nada fácil.
Pero como los españoles nunca nos equivocamos, seguro que votaremos la
opción que más nos convenga. Yo recomiendo que antes de introducir las
papeletas en la urna, consulten al vidente Sandro Rey y sus gafas radiónicas. Así
no fallaremos.