Espido Freire nació en Bilbao en 1974. Su prolífica obra es apreciada –tanto en crítica y lectores- en muchísimos países de habla hispana. En 1999 fue la ganadora más joven del Premio Planeta de Novela con la sugerente Melocotones helados. En esta entrevista Espido nos habla de la esencia de su condición de artista, ergo, de su honestidad creadora, de ella misma.

Espido Freire.
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Gabriel Ruiz-Ortega / Siglo XXI
Espido, ¿desde cuándo escribes?
Desde que aprendí. Antes contaba las historias. A mí me leían cuentos, sobre todo cuando estaba enferma, pero a mí nunca me gustó leerlos o contarlos de segunda mano a los demás. Prefería inventarlos. Pronto vi (los niños son muy sensibles a ese tipo de atención) que eso me reportaba elogios, que era algo que no todo el mundo sabía hacer. Era una niña con una necesidad enorme de evasión, y de recreación de la realidad, tendía a ser enfermiza, y muchas de esas enfermedades resultaban ser somáticas: nacían de la necesidad de expresar con el cuerpo mi malestar emocional. Las historias, de alguna manera, sanaban ese dolor.
¿Qué escritores son los que conforman tu canon personal? Como sabes bien, hay dos clases de escritores: Los pajareros y Los hojeadores. Por tu obra deduzco que te ubicas en el grupo de Los pajareros.
Más que autores, son obras las que conforman mi canon. Hay un puñado de excepciones (Shakespeare, Poe, ese misterioso Homero, Dostoyevsky) que incluiría sin limitaciones. Soy bastante pajarera, así es. En cambio, en mi labor periodística tiendo a ser hojeadora. Curioso, ahora que lo pienso.
¿Es cierto que desde adolescente has estado cerca de la música de cámara? ¿Cómo nació esta pasión?, ¿escuchas música mientras escribes?
No, no de la música de cámara. Yo nunca hice música de cámara. De la música antigua, como solista. No fue una pasión, sencillamente era buena para ello y durante algunos años creí que podría ser una cantante de cierto éxito. Me faltaba vocación. Vamos, dicho claramente, no lo soportaba. Ahora, a veces, escucho música, canciones que me gustan, de manera repetitiva mientras escribo un cuento o un fragmento.
¿Haces un esquema previo al paso del abordaje de una novela o esperas que la historia ya está articulada en tu mente?
Sí, sí, yo sin un esquema no soy nada. La historia es una cosa, no siempre complicada, la estructura precisa de trabajo y de mucho amor y tiempo. O de poco amor, pero mucho tiempo. De hecho, trabajo mucho los esquemas previos. Todo lo que puedo.
No sé si compartes conmigo esta idea, pero a mí siempre me ha parecido una verdadera tontería la taxonomía entre la literatura escrita por mujeres y la literatura escrita por hombres. ¿Qué opinas de estas divisiones?
Lo mismo que tú. Creo que si decidimos evaluar y calificar la literatura deberíamos elegir divisiones menos frívolas. Para eso está ahí la literatura comparada. Otra cosa es que la perspectiva de género resulte importantísima para la sociología, la psicología y ciertos aspectos de la comprensión de personajes.
Fuiste una de las ganadoras más jóvenes en ganar El Premio Planeta con Melocotones helados. Un éxito a la edad de 25 años debe marear a cualquiera, supongo. De aquella época, ¿qué es lo que guardas con mayor cariño? y qué es lo que hubieras preferido evitar?
Fui la ganadora más joven. Pero no, lo cierto es que no me mareó demasiado. Venía ya de éxitos en la música, relativizaba todo. En lo referente a mi trabajo siempre he sido bastante sensata, y he tomado distancia con lo que hago y lo que soy. Fue una magnífica experiencia, en cada una de sus etapas.
¿Y qué es lo que hubieras preferido evitar?
Hubiera evitado los maliciosos comentarios de personas que no sabían nada de mí, pero ¿quién puede evitar esos juicios? Yo misma los hago con desconocidos.
Muchos escritores dicen que sus libros son como sus hijos. ¿Es tu caso también?
Jajajaja. No, no son mis hijos. Son libros, ni más ni menos. No hay ligazones tan emocionales en mi caso, sería un poco cursi...
¿Algún libro que haya sido difícil de escribir?
El más complicado fue uno que llegó a serlo tanto que el pobre no llegó a escribirse. Mi primer intento de novela compleja, a los 18 años, demasiados personajes, una trama débil, toda la grandilocuencia del mundo... Quizás algún día vuelva a retomarlo.
No pocos escritores están convencidos que es muy difícil representar el mundo de la mujer, ¿lo crees así?
Es que tratan de entenderlo, no de comprenderlo, y sin experiencias determinadas, muchas de ellas ligadas con lo físico y con las limitaciones sociales, ninguna mujer literaria puede parecer real. Un escritor puede asociar un cálculo renal al dolor que se experimenta durante un parto, por ejemplo, pero no es tan fácil incluir la vergüenza de los genitales expuestos o afeitados, o el modo tan distintos en el que socialmente se ha enseñado a un hombre y a una mujer a soportar el dolor.
¿Te es difícil retratar el mundo masculino?
En el caso del mundo masculino todo resulta más sencillo. Por defecto, ése es "el mundo".
Y para terminar, ¿qué harías si no fueras escritora?
Sabe Dios. Me gusta ordenar el espacio. La arquitectura, la jardinería. Creo que no soy mala profesora. Podría trabajar como traductora... Y cocino bien.
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