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Alfonso Sotelo

Por si fuese poco; derbi copero

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Yo pensaba que todo iba a ser como muchos años, mucho más tranquilo. Que el Rayo Vallecano haría lo normal cuando la Copa visita Nervión que es eliminar al Sevilla y que el Madrid se iba a sacudir su crisis, ese problema institucional que está paralizando al país, e iba a eliminar al Betis en el partido de vuelta. Pero no. Todo tenía que ser al contrario para darle más salsa a una ciudad que vive los partidos como si le fuese la vida en ello. Y encima parece el bombo de la maldita fortuna y empareja a los dos equipos sevillanos para la próxima ronda de la Copa del Rey, que no es moco de pavo, que son los cuartos de final. En cuatro partidos, uno de los dos podría estar en la final, disputar un nuevo título que traer a esta ciudad tan falta de éxitos, de alegrías, de personajes eficientes y de alcaldes responsables, pero lástima que dos de esos cuatro sea en un duelo fraticida que paraliza la ciudad.

Siempre comento que todo aquel aficionado al fútbol, ya sea local, nacional o internacional, que no haya vivido un derbi sevillano no ha vivido el fútbol en toda su plenitud. Ver a una ciudad paralizada por una pelota, a familias enfrentadas por una rivalidad de cien años y un color en la grada que hace que todo lo que te preocupa se te olvide de inmediato. La vida se resume en ganarle al de rojo o al de verde y en poder disfrutar de la victoria, de la coña y del cachondeo con tu vecino y con tu compañero de trabajo hasta que el calendario, el bombo o la casualidad vuelva a emparejar a los dos equipos. Sevilla es especial para todo y por eso tenía que tener dos equipos especiales. Aquí o eres sevillista o bético, o macareno o trianero, o de curro o del gallo, o de Sevilla o de Triana.

Futbolísticamente hablando los dos equipos llegan en momentos muy diferentes. El Sevilla es el mejor Sevilla desde que es Sevilla, aunque suene a redundante. Todo le marcha a las mil maravillas aunque últimamente haya perdido ese fútbol tan vistoso como eficiente de principios de temporada. En la otra orilla del Guadalquivir, la que da a La Palmera, se vive en la incertidumbre. Luis Fernández ha querido darle un cambio a la plantilla y al club, pero convivir con Lopera lo hace todo imposible de controlar.

Pero, además, qué más da cómo aparezcan los dos equipos a un derbi. Un derbi es eso, derbi, y todo se olvida, se pone entre comillas y pasa a un segundo plano. Lo importante es llegar mejor anímicamente a cada partido y poder soportar la presión que la afición rival te va a imponer.

Por si fuese poco, en poco menos de un mes vamos a vivir en la ciudad tres derbis. ¡Vaya tela! A falta de uno, tres. Ida copera, vuelta liguera y vuelta copera. Dos de ellos, los dos últimos, en el antiguo Villamarín. Aunque si estos partidos se jugaran en uno de esos estadios virtuales que todos cuando pequeños hemos improvisado con cuatro piedras a modo de postes, cuatro chaquetas de chándal como improvisados banderines de córner y líneas del campo pintadas con tiza robadas del colegio, daría igual. Seguiría siendo un derbi. Uno de esos partidos que hacen que el corazón se te paralice durante noventa minutos y el fútbol pierda el sentido deportivo, empresarial y comercial para darle la visión emocional que tiene este deporte, este bendito deporte.

Por si fuese poco; derbi copero

Alfonso Sotelo
Alfonso Sotelo
domingo, 21 de enero de 2007, 13:39 h (CET)
Yo pensaba que todo iba a ser como muchos años, mucho más tranquilo. Que el Rayo Vallecano haría lo normal cuando la Copa visita Nervión que es eliminar al Sevilla y que el Madrid se iba a sacudir su crisis, ese problema institucional que está paralizando al país, e iba a eliminar al Betis en el partido de vuelta. Pero no. Todo tenía que ser al contrario para darle más salsa a una ciudad que vive los partidos como si le fuese la vida en ello. Y encima parece el bombo de la maldita fortuna y empareja a los dos equipos sevillanos para la próxima ronda de la Copa del Rey, que no es moco de pavo, que son los cuartos de final. En cuatro partidos, uno de los dos podría estar en la final, disputar un nuevo título que traer a esta ciudad tan falta de éxitos, de alegrías, de personajes eficientes y de alcaldes responsables, pero lástima que dos de esos cuatro sea en un duelo fraticida que paraliza la ciudad.

Siempre comento que todo aquel aficionado al fútbol, ya sea local, nacional o internacional, que no haya vivido un derbi sevillano no ha vivido el fútbol en toda su plenitud. Ver a una ciudad paralizada por una pelota, a familias enfrentadas por una rivalidad de cien años y un color en la grada que hace que todo lo que te preocupa se te olvide de inmediato. La vida se resume en ganarle al de rojo o al de verde y en poder disfrutar de la victoria, de la coña y del cachondeo con tu vecino y con tu compañero de trabajo hasta que el calendario, el bombo o la casualidad vuelva a emparejar a los dos equipos. Sevilla es especial para todo y por eso tenía que tener dos equipos especiales. Aquí o eres sevillista o bético, o macareno o trianero, o de curro o del gallo, o de Sevilla o de Triana.

Futbolísticamente hablando los dos equipos llegan en momentos muy diferentes. El Sevilla es el mejor Sevilla desde que es Sevilla, aunque suene a redundante. Todo le marcha a las mil maravillas aunque últimamente haya perdido ese fútbol tan vistoso como eficiente de principios de temporada. En la otra orilla del Guadalquivir, la que da a La Palmera, se vive en la incertidumbre. Luis Fernández ha querido darle un cambio a la plantilla y al club, pero convivir con Lopera lo hace todo imposible de controlar.

Pero, además, qué más da cómo aparezcan los dos equipos a un derbi. Un derbi es eso, derbi, y todo se olvida, se pone entre comillas y pasa a un segundo plano. Lo importante es llegar mejor anímicamente a cada partido y poder soportar la presión que la afición rival te va a imponer.

Por si fuese poco, en poco menos de un mes vamos a vivir en la ciudad tres derbis. ¡Vaya tela! A falta de uno, tres. Ida copera, vuelta liguera y vuelta copera. Dos de ellos, los dos últimos, en el antiguo Villamarín. Aunque si estos partidos se jugaran en uno de esos estadios virtuales que todos cuando pequeños hemos improvisado con cuatro piedras a modo de postes, cuatro chaquetas de chándal como improvisados banderines de córner y líneas del campo pintadas con tiza robadas del colegio, daría igual. Seguiría siendo un derbi. Uno de esos partidos que hacen que el corazón se te paralice durante noventa minutos y el fútbol pierda el sentido deportivo, empresarial y comercial para darle la visión emocional que tiene este deporte, este bendito deporte.

 
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