Resulta paradójico, pero en cuanto ETA ha hablado de la forma que mejor sabe el diálogo se ha roto. Es el problema que tiene sentarse a la mesa con quien sólo entiende el idioma de la extorsión y las bombas. Le pasó al gobierno de Aznar y ahora le pasa al de Zapatero: a los meses de comenzar la tregua todo salta por los aires. Otra trampa. Otra victoria de los terroristas.
Y mientras dos familias destrozadas esperan ansiosas encotrar un recuerdo entre los escombros de la Terminal 4 y la mastodóntica inversión realizada con los impuestos de todos los españoles queda reducida a cenizas, gobierno y oposición se entretienen en el “te lo dije” y en el “y tú más”. La incapacidad para encontrar soluciones lleva a buscar culpables donde debería haber compañeros de fatigas. La lucha por la libertad y la democracia debería merecer la pena.
Queda claro que los terroristas han aprovechado los nueve meses de tregua para abastecerse de armas y reforzar sus estructuras. La explosión del 30 de diciembre no deja lugar a dudas. Por eso no es necesario que el PP lo diga y lo repita, ni que cuestione qué hacía el Presidente del gobierno en Doñana la noche de fin de año, ni que plantee, como se ha sugerido desde distintos foros, una moción de censura. La responsabilidad política obliga al principal partido de la oposición a ofrecer su apoyo, callar y mantenerse del lado del Estado de Derecho. Tiempo habrá para pedir cuentas y ganar votos.
El gobierno, por su parte, debe reaccionar. El proceso de paz ha sido la piedra angular del mandato y, una vez más, ha fracasado. La tibieza del presidente a las pocas horas del atentado ha sido subsanada por otros líderes socialistas, especialmente por Rubalcaba, pero ahora toca pasar al plan B. Porque, esperemos, tendrán un plan B...