No sé si recuerdan ustedes la primera columna que escribí, hace ya más de un año, en este diario. Se titulaba “Gracias afición”. El motivo por el que me remito a lo antiguo, más que alegría por ser la primera, me trae tristeza. Ya sabrán ustedes de qué hablo. Cuatro seguidores, de los buenos, del Recre, fallecieron esta semana en un accidente de tráfico mientras viajaban para ver a los suyos.
En bastantes ocasiones se ha teñido el mundo del fútbol de luto, pero ninguna, permítanme que les diga, se llora más que ésta. Ellos no ganan nada, sólo entregan su alma, sus voces y su orgullo y viven el fútbol y los colores de su equipo, más que los propios jugadores. Son seguidores incondicionales, llorones de corazón y risueños de esperanza. Son miles y miles y miles en este país y ya no cuento en el mundo entero.
Ellos pitan cuando las cosas no van bien, pero también saben apoyar, animar, gritar y saltar hasta la extenuación. Son únicos. Por eso, aunque haya tantos miles de ellos en nuestro país, a estos cuatro que se fueron hace pocos días, a esos seguidores de su Recre, se les echará de menos más que a nadie, porque, no me digan que no lo sienten, pero se nota su ausencia. Ya faltan gargantas, ya faltaron gargantas en el Bernabéu.
La alegría del ascenso teñida de tristeza por una muerte injusta, cuando ellos sólo querína ver ganar a su Huelva y cantar tres goles, de Sinama, Uche y Viqueira. Pero sus goles valieron más que los del propio ascenso. Tenían sabor de afición, colores blanquiazules y dedicación exclusiva para ellos. Pero al Recre, a su afición, a la Peña el Bocadillo, estad tranquilos. Ahora, desde el cielo, cuatro ángeles animarán al Recreativo de Huelva con la voz más fuerte que nunca.