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Etiquetas | Niños
Potenciando niños felices y futuros adultos competetentes

Hijos con altas capacidades intelectuales

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La organización mundial de la salud (OMS) estima que entre el 1,5 y el 2,3% de la población mundial presenta altas capacidades intelectuales, por lo que si inferimos esos datos a nuestro país, se estima que existan en España aproximadamente un millón de personas que presentan esta característica.

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Sin embargo la realidad nos muestra que el hecho de presentar altas capacidades intelectuales no es garantía de felicidad ni de éxito en el ámbito personal, social y profesional, ya que muchos de esos niños no terminan de adaptarse al sistema educativo actual frenando sus potencialidades, capacidades y opciones de futuro. La alta capacidad intelectual debe ser reconocida, ofreciendo una respuesta psicosocioeducativa ajustada a las necesidades del niño, con el objetivo de potenciar al máximo sus potencialidades y previniendo posibles desajustes emocionales y psicológicos.

El concepto de inteligencia ha evolucionado de forma muy significativa en los últimos 50 años, pasando del clásico y conocido coeficiente intelectual a las inteligencias múltiples, entendiendo ésta última no como un concepto unitario sino como un conjunto de habilidades (social, emocional, musical...) las cuales evolucionan a lo largo de la vida de la persona y en el que intervienen tres factores fundamentales: la herencia, la estimulación en el ambiente donde se desarrolla el niño y la interiorización de actitudes tan importantes como la motivación, la perseverancia, el esfuerzo, la normalización del error y el entrenamiento. Poniendo de relieve que la brillantez académica, no es ni mucho menos lo importante, ya que para desenvolverse en la vida y tener éxito en ésta, no basta con tener un gran expediente académico sino que lo verdaderamente importante es cómo nos relacionamos con nosotros mismo, con las personas que nos rodean, con nuestras emociones y las de los demás.

Un aspecto esencial durante toda su etapa académica es la referente a mantener una relación positiva, coordinada y constructiva con la escuela. Resulta fundamental que nuestros hijos vean que la relación que mantenemos con la escuela es coordinada y autentica. En general y durante toda su etapa escolar necesitan espacios donde se potencie de forma significativa el aprendizaje cooperativo, la interacción entre los distintos compañeros, el trabajo en grupo, una relación afectiva autentica con el maestro, dando verdadero protagonismo al fomento de la actividad lúdica y al juego como elementos naturales de aprendizaje.

Un aspecto a destacar es que durante la etapa de educación infantil, es decir, de dos a cinco años, es necesario tener muy claro que todo aprendizaje debe ser a través del juego y la diversión, mejor si es en grupo y cooperativo, potenciando habilidades psicomotrices, sociales y de autonomía personal. Es precisamente en esta etapa cuando más se percibe la denominada Disincronía evolutiva, aspecto que explicamos y detallamos más adelante. Entre los dos y cinco años, los niños hallan en su cuerpo y en el movimiento las principales vías para contactar con el mundo que les rodea, adquiriendo los primeros aprendizajes y potenciando todas sus capacidades y habilidades. En esta etapa es necesario tener muy claro que hay que potenciar el aprendizaje a través del juego con otros niños, evitando enfatizar aprendizajes académicos y curriculares, salvo los propios de la etapa como escribir su nombre, aprender letras del abecedario..., no se trata de frenar el avance ni la curiosidad que manifiesta el niño, sino hacerlo a través del juego y la diversión. En etapas posteriores, es decir, durante educación primaria ya se potenciarán y trabajarán habilidades curriculares y académicas propiamente dichas. Muy a menudo, nos encontramos con padres preocupados en que sus hijos avancen en habilidades escolares en esta etapa, olvidando que el verdadero motor de aprendizaje debe ser a través del juego y la diversión, compartiendo y jugando con otros niños, potenciando especialmente las áreas de socialización, psicomotricidad y habilidades de autonomía personal mediante herramientas como detectar semejanzas y diferencias, ordenar objetos por su tamaño, clasificar y cuantificar objetos habituales de la vida diaria, manipulándolos, describiendo su forma, colores, textura..., potenciar el juego simbólico (imaginar que una escoba es un caballo y el niño está cabalgando en él), verbalización de objetos y adquisición de vocabulario... todo ello a través de canciones, juego cooperativo, ordenador y nuevas tecnologías, intentando que no sea algo solitario sino enfocado a jugar con otros niños y acompañado de un adulto, materiales de construcción....

Observamos que los problemas más habituales que encontramos en niños con altas capacidades son las relacionadas con el aburrimiento, la desmotivación y el aislamiento, ya que no quieren jugar con otros niños de su edad, los contenidos que se trabajan en la escuela les pueden parecen aburridos y poco estimulantes... Es importante estar alerta y en cuanto se observen los primeros síntomas, informar a la escuela para establecer un plan de trabajo conjunto y evitar problemas escolares, emocionales y conductuales.

Es por ello, que proponemos una serie de sugerencias y recomendaciones tanto a las familias como al conjunto de maestros que atiende, trabaja y acompaña a estos niños.

1.- Entender y comprender lo que significa que un niño sea diagnosticado con altas capacidades intelectuales. Cuando medimos las capacidades y características de un niño, en lugar de cuantificar y proporcionar un dato concreto, por ejemplo un coeficiente intelectual (CI) de 120, utilizamos unas tablas que denominamos percentiles y que nos proporcionan información para comparar el desarrollo de un niño con una edad concreta con el grupo de niños de esa misma edad, lo que nos permite valorar el desarrollo de un niño en relación a un rango estándar. En cualquier cálculo de percentiles, el 50 es la media. Esto implica que si tu hijo se encuentra en un percentil 50, se encuentra justo en la mitad de los niños de su misma edad. Pues bien, aplicado esto a las altas capacidades intelectuales, serían aquellos niños que se encuentran por encima del percentil 75 en áreas del desarrollo cognitivo como razonamiento lógico, verbal, matemático, memoria, percepción, aptitud espacial y creatividad. Traducido en un lenguaje más sencillo podemos concretar que presentan aprendices rápidos y con menos entrenamiento, capaces de relacionar ideas con rapidez, buena memoria, vocabulario amplio, uso de estructuras oracionales complejas, atención y concentración persistente en determinadas tareas, impacientes, les cuesta entender y manejar la lentitud de sus compañeros, curiosidad excesiva por las cosas, realizan numerosas preguntas antes los eventos y sucesos diarios, mucho interés por experimentar y hacer, resuelven problemas complicados con rapidez, leen y escriben en la etapa de educación infantil, puede ocurrir que se aburran en el colegio, obtienen calificaciones aceptablemente buenas sin apenas esfuerzo ni tiempo de estudio y en el campo emocional-afectivo suelen presentar sentimientos, reacciones sensibles y en ocasiones algo desproporcionadas con respecto a los niños de su edad.

2.- Dar normalidad a ser diferente ya que en ocasiones los niños que presentan altas capacidades pueden sentirse desconectados y diferentes con respecto a los niños de su edad. En general, observamos cierto aislamiento con los iguales y a nivel social, al percibir que son diferentes. Por ello, es necesario hacer entender que todos los niños son diferentes y únicos... unos más altos, otros con gafas, otros morenos... pero ni mejores ni peores. Ayudar a entender y apreciar la diversidad tanto en él mismo como en los demás, aportando seguridad y aprendiendo a aceptarse con todas sus limitaciones y fortalezas, como personas únicas e irrepetibles.

3.- Es fundamental entender que aunque el niño tenga altas capacidades intelectuales no se desarrollan por igual todas las áreas, pudiendo presentar un alto desarrollo en una área concreta y otra muy por debajo. Es lo que denominamos Disincronía evolutiva, es decir, las discrepancias que encontramos entre el desarrollo de su capacidad intelectual respecto a otras áreas relacionadas con la conducta y las emociones. Un aspecto que puede confundir y resultar algo paradójico es que pueden presentar un vocabulario extenso, amplio y sin embargo ante determinadas ocasiones reaccionan con rabietas y enfados, lo que pone en evidencia que a pesar de su capacidad intelectual les falta madurez emocional para poder manejar determinadas situaciones y emociones. Aspecto muy habitual en este tipo de niños, por lo que tanto la familia como los maestros deben estar muy atentos para detectar que áreas presentan un desarrollo más alto y cuáles no, ya que las habilidades y capacidades no son una característica estática y estable ya finalizada sino que se encuentra en pleno desarrollo, produciéndose avances desiguales en unas áreas con respecto a otras.

4.- Por todo ello, un diagnostico precoz es fundamental y determinante, no tanto por el mero hecho de detectar a aquellos niños con alta capacidad, sino por conocer con exactitud qué áreas presentan puntuaciones altas y cuáles no, desarrollando un plan de trabajo personalizado que atienda a las características especificas del niño concreto, desarrollando al máximo sus potencialidades. No se trata de etiquetar y clasificar, sino de ofrecerle una respuesta ajustada a sus necesidades psicosocioeducativas tanto en el ámbito escolar, familiar, social y emocional, previniendo la aparición de dificultades y problemáticas en el futuro. No centrarse sólo en el ámbito escolar y curricular, es necesario desarrollar todas las áreas de desarrollo, potenciando niños felices y futuros adultos competentes a nivel social, familiar y laboral. El éxito no hay que medirlo por los resultados académicos, sino por la capacidad de superación, persistencia, esfuerzo y ganas que uno pone en marcha para la consecución de sus objetivos y metas, por lo que más que centrarnos en conseguir buenas notas y resultados, es preferible centrarnos en motivación y persistencia.

5.- Nunca olvidar que se trata de un niño con una característica específica, pero un niño. Por lo tanto, más que centrar nuestra atención en su alta capacidad intelectual, es necesario centrarnos en las necesidades que se presentan en esa etapa evolutiva concreta en la que se encuentran, adaptándonos a su situación particular. Destacamos dos criterios pedagógicos; Por un lado la necesidad de sentirse amado, cuidado, respetado y comprendido, ya que los niños que crecen felices y queridos aprenderán a querer, respetar y comprender a los demás cuando sean adultos, padres de familia o compañeros de trabajo. Evitar siempre los gritos y la pérdida de control. Si ocurre, y antes de perder la calma, es mejor irnos y retomar más tarde, cuando estemos tranquilos y hayamos pensado como vamos a reconducir la situación. Decirle muchas veces lo importante que es para vosotros y acompañarlo de numerosas muestras de cariño: besos, abrazos, caricias, sonrisas… Por otro lado, la disciplina, el esfuerzo y la constancia. Nuestros hijos necesitan mensajes, límites, normas claras y proporcionadas a su edad. No podemos dar todo lo que nos pidan, las cosas se consiguen ganándolas, siendo conscientes de que cuestan esfuerzo y sacrificio. La disciplina y la exigencia siempre debe ir acompañada de cariño, comprensión y ternura, no podemos exigir a gritos, sin educación y perdiendo el control.

6.- No existe mejor aprendizaje significativo que aquel que se realiza mediante la actividad natural del niño, es decir, a través del juego, la utilización del cuento y el ejemplo de los padres. Menos sermones, dar explicaciones de lo que deben hacer y más ser ejemplo de afrontamiento y actitud frente a la vida. Fomentar el juego y la utilización de cuentos para potenciar la curiosidad, la creatividad y el aprendizaje. El juego al igual que el lenguaje es una constante antropológica, es decir, se da en todas las culturas humanas, de forma natural y muy específicamente durante la infancia. Por ello, resulta un elemento clave para que a través de su utilización potenciemos todas las capacidades del niño.

7.- Destacar la importancia de los otros, de compartir espacios, tiempos y juego con los demás, potenciando su socialización. Se trata de potenciar las capacidades a través del juego y el trabajo cooperativo, potenciando toda experiencia social de aprendizaje, trabajando en grupo y realizando tareas, juegos y actividades de forma colectiva.

8.- Mucho sentido del humor. Si somos capaces de reírnos de nosotros mismos, de nuestros errores, experiencias personales y compartirlo con las personas que nos rodean de forma sana y natural, estaremos enseñando una de las capacidades más fundamentales para afrontar todos los eventos estresantes que nos ocurran de una forma sana, plantecera y productiva, desdramatizando la realidad y riéndonos de ella. La risa es una de las sensaciones más placenteras de la experiencia humana, y estimula conductas positivas como el juego, el aprendizaje y la interacción social.

9.- Compartir con ellos actividades que les resulte estimulantes, compartiendo experiencias y espacios agradables. Ir juntos a la biblioteca, mirar el catálogo de libros y cuentos, ojear revistas, resolver adivinanzas, acertijos, el juego de veo veo, visitas a museos, cine, exposiciones, lugares históricos,... Elegir materiales y libros para las áreas en las que expresan interés, recordando que esas actividades tienen que estar relacionada más que con lo académico con el juego y la diversión, verdaderas actividades naturales de los niños. Tener paciencia ya que en ocasiones la curiosidad les puede hacer preguntar de forma excesiva. Terminar el día leyendo un cuento es una de las experiencias más gratificantes para padres e hijos, estimulando su imaginación y fomentando que a partir de los dibujos e ilustraciones de los mismos, den un giro a la historia, cambien el final, lo alarguen, introduzcan personas nuevos...

10.- Evitar comparaciones con otros niños o familiares. La aceptación empieza por entender y comprender sus fortalezas y limitaciones, asumiendo que todos somos diferentes y únicos, transmitiendo con el ejemplo dicho actitud y no proyectando en ellos lo que nos gustaría que hiciesen. La aceptación comienza por los padres y se trasmite a través del ejemplo a familiares, hermanos y por supuesto a los propios niños. Muy relacionado con una autoestima frágil y con el perfeccionismo.

11.- Trabajar el perfeccionismo. En muchas ocasiones nos encontramos niños muy perfeccionistas, mostrando niveles de angustia elevados cuando los resultados no se ajustan a sus expectativas. Son vulnerables a cometer errores y al rechazo de sus compañeros. Se sienten desorientados si sus ideas y aportaciones no son tenidos en cuenta. Muy sensibles al reproche y a la crítica. Suelen ponerse metas altas. Por ello y para evitar este tipo de situaciones trabajar más el proceso que el resultado, elogiando el esfuerzo, la constancia y el poner ganas más que los resultados en sí mismo, enfatizando que la excelencia se consigue a base de errores y entrenamiento, entendiendo estos últimos como un paso necesario para el éxito y el aprendizaje. Si las cosas nos ocurren como uno quiere, transmitir que no pasa nada, porque lo verdaderamente importante es volverlo a intentar, poner ganas, esforzarse y continuar adelante ya que con el tiempo y el entrenamiento todo se consigue. Por otro lado, el perfeccionismo se asocia a una autoestima frágil y débil, ya que condiciona el sentirse capaz a los logros obtenidos, olvidando que el error y el entrenamiento constante es la base del aprendizaje y del éxito.

Hijos con altas capacidades intelectuales

Potenciando niños felices y futuros adultos competetentes
Francisco Javier Zamora Bilbao
lunes, 27 de octubre de 2014, 08:43 h (CET)
La organización mundial de la salud (OMS) estima que entre el 1,5 y el 2,3% de la población mundial presenta altas capacidades intelectuales, por lo que si inferimos esos datos a nuestro país, se estima que existan en España aproximadamente un millón de personas que presentan esta característica.

271014salud1

Sin embargo la realidad nos muestra que el hecho de presentar altas capacidades intelectuales no es garantía de felicidad ni de éxito en el ámbito personal, social y profesional, ya que muchos de esos niños no terminan de adaptarse al sistema educativo actual frenando sus potencialidades, capacidades y opciones de futuro. La alta capacidad intelectual debe ser reconocida, ofreciendo una respuesta psicosocioeducativa ajustada a las necesidades del niño, con el objetivo de potenciar al máximo sus potencialidades y previniendo posibles desajustes emocionales y psicológicos.

El concepto de inteligencia ha evolucionado de forma muy significativa en los últimos 50 años, pasando del clásico y conocido coeficiente intelectual a las inteligencias múltiples, entendiendo ésta última no como un concepto unitario sino como un conjunto de habilidades (social, emocional, musical...) las cuales evolucionan a lo largo de la vida de la persona y en el que intervienen tres factores fundamentales: la herencia, la estimulación en el ambiente donde se desarrolla el niño y la interiorización de actitudes tan importantes como la motivación, la perseverancia, el esfuerzo, la normalización del error y el entrenamiento. Poniendo de relieve que la brillantez académica, no es ni mucho menos lo importante, ya que para desenvolverse en la vida y tener éxito en ésta, no basta con tener un gran expediente académico sino que lo verdaderamente importante es cómo nos relacionamos con nosotros mismo, con las personas que nos rodean, con nuestras emociones y las de los demás.

Un aspecto esencial durante toda su etapa académica es la referente a mantener una relación positiva, coordinada y constructiva con la escuela. Resulta fundamental que nuestros hijos vean que la relación que mantenemos con la escuela es coordinada y autentica. En general y durante toda su etapa escolar necesitan espacios donde se potencie de forma significativa el aprendizaje cooperativo, la interacción entre los distintos compañeros, el trabajo en grupo, una relación afectiva autentica con el maestro, dando verdadero protagonismo al fomento de la actividad lúdica y al juego como elementos naturales de aprendizaje.

Un aspecto a destacar es que durante la etapa de educación infantil, es decir, de dos a cinco años, es necesario tener muy claro que todo aprendizaje debe ser a través del juego y la diversión, mejor si es en grupo y cooperativo, potenciando habilidades psicomotrices, sociales y de autonomía personal. Es precisamente en esta etapa cuando más se percibe la denominada Disincronía evolutiva, aspecto que explicamos y detallamos más adelante. Entre los dos y cinco años, los niños hallan en su cuerpo y en el movimiento las principales vías para contactar con el mundo que les rodea, adquiriendo los primeros aprendizajes y potenciando todas sus capacidades y habilidades. En esta etapa es necesario tener muy claro que hay que potenciar el aprendizaje a través del juego con otros niños, evitando enfatizar aprendizajes académicos y curriculares, salvo los propios de la etapa como escribir su nombre, aprender letras del abecedario..., no se trata de frenar el avance ni la curiosidad que manifiesta el niño, sino hacerlo a través del juego y la diversión. En etapas posteriores, es decir, durante educación primaria ya se potenciarán y trabajarán habilidades curriculares y académicas propiamente dichas. Muy a menudo, nos encontramos con padres preocupados en que sus hijos avancen en habilidades escolares en esta etapa, olvidando que el verdadero motor de aprendizaje debe ser a través del juego y la diversión, compartiendo y jugando con otros niños, potenciando especialmente las áreas de socialización, psicomotricidad y habilidades de autonomía personal mediante herramientas como detectar semejanzas y diferencias, ordenar objetos por su tamaño, clasificar y cuantificar objetos habituales de la vida diaria, manipulándolos, describiendo su forma, colores, textura..., potenciar el juego simbólico (imaginar que una escoba es un caballo y el niño está cabalgando en él), verbalización de objetos y adquisición de vocabulario... todo ello a través de canciones, juego cooperativo, ordenador y nuevas tecnologías, intentando que no sea algo solitario sino enfocado a jugar con otros niños y acompañado de un adulto, materiales de construcción....

Observamos que los problemas más habituales que encontramos en niños con altas capacidades son las relacionadas con el aburrimiento, la desmotivación y el aislamiento, ya que no quieren jugar con otros niños de su edad, los contenidos que se trabajan en la escuela les pueden parecen aburridos y poco estimulantes... Es importante estar alerta y en cuanto se observen los primeros síntomas, informar a la escuela para establecer un plan de trabajo conjunto y evitar problemas escolares, emocionales y conductuales.

Es por ello, que proponemos una serie de sugerencias y recomendaciones tanto a las familias como al conjunto de maestros que atiende, trabaja y acompaña a estos niños.

1.- Entender y comprender lo que significa que un niño sea diagnosticado con altas capacidades intelectuales. Cuando medimos las capacidades y características de un niño, en lugar de cuantificar y proporcionar un dato concreto, por ejemplo un coeficiente intelectual (CI) de 120, utilizamos unas tablas que denominamos percentiles y que nos proporcionan información para comparar el desarrollo de un niño con una edad concreta con el grupo de niños de esa misma edad, lo que nos permite valorar el desarrollo de un niño en relación a un rango estándar. En cualquier cálculo de percentiles, el 50 es la media. Esto implica que si tu hijo se encuentra en un percentil 50, se encuentra justo en la mitad de los niños de su misma edad. Pues bien, aplicado esto a las altas capacidades intelectuales, serían aquellos niños que se encuentran por encima del percentil 75 en áreas del desarrollo cognitivo como razonamiento lógico, verbal, matemático, memoria, percepción, aptitud espacial y creatividad. Traducido en un lenguaje más sencillo podemos concretar que presentan aprendices rápidos y con menos entrenamiento, capaces de relacionar ideas con rapidez, buena memoria, vocabulario amplio, uso de estructuras oracionales complejas, atención y concentración persistente en determinadas tareas, impacientes, les cuesta entender y manejar la lentitud de sus compañeros, curiosidad excesiva por las cosas, realizan numerosas preguntas antes los eventos y sucesos diarios, mucho interés por experimentar y hacer, resuelven problemas complicados con rapidez, leen y escriben en la etapa de educación infantil, puede ocurrir que se aburran en el colegio, obtienen calificaciones aceptablemente buenas sin apenas esfuerzo ni tiempo de estudio y en el campo emocional-afectivo suelen presentar sentimientos, reacciones sensibles y en ocasiones algo desproporcionadas con respecto a los niños de su edad.

2.- Dar normalidad a ser diferente ya que en ocasiones los niños que presentan altas capacidades pueden sentirse desconectados y diferentes con respecto a los niños de su edad. En general, observamos cierto aislamiento con los iguales y a nivel social, al percibir que son diferentes. Por ello, es necesario hacer entender que todos los niños son diferentes y únicos... unos más altos, otros con gafas, otros morenos... pero ni mejores ni peores. Ayudar a entender y apreciar la diversidad tanto en él mismo como en los demás, aportando seguridad y aprendiendo a aceptarse con todas sus limitaciones y fortalezas, como personas únicas e irrepetibles.

3.- Es fundamental entender que aunque el niño tenga altas capacidades intelectuales no se desarrollan por igual todas las áreas, pudiendo presentar un alto desarrollo en una área concreta y otra muy por debajo. Es lo que denominamos Disincronía evolutiva, es decir, las discrepancias que encontramos entre el desarrollo de su capacidad intelectual respecto a otras áreas relacionadas con la conducta y las emociones. Un aspecto que puede confundir y resultar algo paradójico es que pueden presentar un vocabulario extenso, amplio y sin embargo ante determinadas ocasiones reaccionan con rabietas y enfados, lo que pone en evidencia que a pesar de su capacidad intelectual les falta madurez emocional para poder manejar determinadas situaciones y emociones. Aspecto muy habitual en este tipo de niños, por lo que tanto la familia como los maestros deben estar muy atentos para detectar que áreas presentan un desarrollo más alto y cuáles no, ya que las habilidades y capacidades no son una característica estática y estable ya finalizada sino que se encuentra en pleno desarrollo, produciéndose avances desiguales en unas áreas con respecto a otras.

4.- Por todo ello, un diagnostico precoz es fundamental y determinante, no tanto por el mero hecho de detectar a aquellos niños con alta capacidad, sino por conocer con exactitud qué áreas presentan puntuaciones altas y cuáles no, desarrollando un plan de trabajo personalizado que atienda a las características especificas del niño concreto, desarrollando al máximo sus potencialidades. No se trata de etiquetar y clasificar, sino de ofrecerle una respuesta ajustada a sus necesidades psicosocioeducativas tanto en el ámbito escolar, familiar, social y emocional, previniendo la aparición de dificultades y problemáticas en el futuro. No centrarse sólo en el ámbito escolar y curricular, es necesario desarrollar todas las áreas de desarrollo, potenciando niños felices y futuros adultos competentes a nivel social, familiar y laboral. El éxito no hay que medirlo por los resultados académicos, sino por la capacidad de superación, persistencia, esfuerzo y ganas que uno pone en marcha para la consecución de sus objetivos y metas, por lo que más que centrarnos en conseguir buenas notas y resultados, es preferible centrarnos en motivación y persistencia.

5.- Nunca olvidar que se trata de un niño con una característica específica, pero un niño. Por lo tanto, más que centrar nuestra atención en su alta capacidad intelectual, es necesario centrarnos en las necesidades que se presentan en esa etapa evolutiva concreta en la que se encuentran, adaptándonos a su situación particular. Destacamos dos criterios pedagógicos; Por un lado la necesidad de sentirse amado, cuidado, respetado y comprendido, ya que los niños que crecen felices y queridos aprenderán a querer, respetar y comprender a los demás cuando sean adultos, padres de familia o compañeros de trabajo. Evitar siempre los gritos y la pérdida de control. Si ocurre, y antes de perder la calma, es mejor irnos y retomar más tarde, cuando estemos tranquilos y hayamos pensado como vamos a reconducir la situación. Decirle muchas veces lo importante que es para vosotros y acompañarlo de numerosas muestras de cariño: besos, abrazos, caricias, sonrisas… Por otro lado, la disciplina, el esfuerzo y la constancia. Nuestros hijos necesitan mensajes, límites, normas claras y proporcionadas a su edad. No podemos dar todo lo que nos pidan, las cosas se consiguen ganándolas, siendo conscientes de que cuestan esfuerzo y sacrificio. La disciplina y la exigencia siempre debe ir acompañada de cariño, comprensión y ternura, no podemos exigir a gritos, sin educación y perdiendo el control.

6.- No existe mejor aprendizaje significativo que aquel que se realiza mediante la actividad natural del niño, es decir, a través del juego, la utilización del cuento y el ejemplo de los padres. Menos sermones, dar explicaciones de lo que deben hacer y más ser ejemplo de afrontamiento y actitud frente a la vida. Fomentar el juego y la utilización de cuentos para potenciar la curiosidad, la creatividad y el aprendizaje. El juego al igual que el lenguaje es una constante antropológica, es decir, se da en todas las culturas humanas, de forma natural y muy específicamente durante la infancia. Por ello, resulta un elemento clave para que a través de su utilización potenciemos todas las capacidades del niño.

7.- Destacar la importancia de los otros, de compartir espacios, tiempos y juego con los demás, potenciando su socialización. Se trata de potenciar las capacidades a través del juego y el trabajo cooperativo, potenciando toda experiencia social de aprendizaje, trabajando en grupo y realizando tareas, juegos y actividades de forma colectiva.

8.- Mucho sentido del humor. Si somos capaces de reírnos de nosotros mismos, de nuestros errores, experiencias personales y compartirlo con las personas que nos rodean de forma sana y natural, estaremos enseñando una de las capacidades más fundamentales para afrontar todos los eventos estresantes que nos ocurran de una forma sana, plantecera y productiva, desdramatizando la realidad y riéndonos de ella. La risa es una de las sensaciones más placenteras de la experiencia humana, y estimula conductas positivas como el juego, el aprendizaje y la interacción social.

9.- Compartir con ellos actividades que les resulte estimulantes, compartiendo experiencias y espacios agradables. Ir juntos a la biblioteca, mirar el catálogo de libros y cuentos, ojear revistas, resolver adivinanzas, acertijos, el juego de veo veo, visitas a museos, cine, exposiciones, lugares históricos,... Elegir materiales y libros para las áreas en las que expresan interés, recordando que esas actividades tienen que estar relacionada más que con lo académico con el juego y la diversión, verdaderas actividades naturales de los niños. Tener paciencia ya que en ocasiones la curiosidad les puede hacer preguntar de forma excesiva. Terminar el día leyendo un cuento es una de las experiencias más gratificantes para padres e hijos, estimulando su imaginación y fomentando que a partir de los dibujos e ilustraciones de los mismos, den un giro a la historia, cambien el final, lo alarguen, introduzcan personas nuevos...

10.- Evitar comparaciones con otros niños o familiares. La aceptación empieza por entender y comprender sus fortalezas y limitaciones, asumiendo que todos somos diferentes y únicos, transmitiendo con el ejemplo dicho actitud y no proyectando en ellos lo que nos gustaría que hiciesen. La aceptación comienza por los padres y se trasmite a través del ejemplo a familiares, hermanos y por supuesto a los propios niños. Muy relacionado con una autoestima frágil y con el perfeccionismo.

11.- Trabajar el perfeccionismo. En muchas ocasiones nos encontramos niños muy perfeccionistas, mostrando niveles de angustia elevados cuando los resultados no se ajustan a sus expectativas. Son vulnerables a cometer errores y al rechazo de sus compañeros. Se sienten desorientados si sus ideas y aportaciones no son tenidos en cuenta. Muy sensibles al reproche y a la crítica. Suelen ponerse metas altas. Por ello y para evitar este tipo de situaciones trabajar más el proceso que el resultado, elogiando el esfuerzo, la constancia y el poner ganas más que los resultados en sí mismo, enfatizando que la excelencia se consigue a base de errores y entrenamiento, entendiendo estos últimos como un paso necesario para el éxito y el aprendizaje. Si las cosas nos ocurren como uno quiere, transmitir que no pasa nada, porque lo verdaderamente importante es volverlo a intentar, poner ganas, esforzarse y continuar adelante ya que con el tiempo y el entrenamiento todo se consigue. Por otro lado, el perfeccionismo se asocia a una autoestima frágil y débil, ya que condiciona el sentirse capaz a los logros obtenidos, olvidando que el error y el entrenamiento constante es la base del aprendizaje y del éxito.

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