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"Me pregunto es quién de los dos acabará siendo el primero en comparecer ante la máquina de la verdad de Conchita"

Nicolás y Javier

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El pequeño Nicolás, desaparecido sin dejar rastro desde hace semanas, quién sabe si preparando alguna exclusiva, ha entrado por la puerta grande de la fama. El cachondeíto patrio que hay montado es antológico. Los montajes corren por cientos en las redes sociales y en cafeterías y bares esta pasada semana era habitual oír al personal hablar de cómo un niño de apenas 20 años de edad le ha tomado el pelo a medio establishment. Que es exactamente lo que ha hecho, independientemente de si nos encontramos ante un pícaro, un loco con delirios megalomaníacos o algo más oscuro, que es lo que parece, puesto que los estafadores no suelen tener acceso a los pinchazos telefónicos (ilegales por lo que parece) de personajes relevantes, cual es el caso de Miguel Bernard, de Manos Limpias. Quien, por cierto, ha sido el único que, acaso porque a él no se la dio con queso le petit Nicolás, se ha atrevido a hablar.

Poco a poco vamos conociendo del personaje, a quien lanza al estrellato el periodista José María Olmo desde las páginas de El Confidencial, todo tipo de detalles. Sus pésimas calificaciones escolares, sus múltiples amistades, ligoteos -¿no saben quién es “la Pechotes”?-, su familia de extracción humilde, nada ver con los parentescos que se inventaba…

Sin embargo, desconocemos a cuántas personas relevantes, de esas que por ocupar puestos de importancia y poder se les presupone una inteligencia que ahora, engañados por un crío que osó incluso llamar al número de teléfono personal del Rey Juan Carlos, ha quedado en entredicho, consiguió sacar pasta. Dinero que no parece ser fuera el objetivo principal, que era la información. Poco a poco se irán conociendo más detalles, aunque dudo que lleguemos a conocer la realidad.

De lo que sí nos acabaremos enterando es del motivo que llevó a Teresa Romero, quien se presentó voluntaria para atender a los misioneros y merece por ello todo el reconocimiento social, a contagiarse de ébola. Porque quien parece que se ha empeñado en ello es su marido, Javier Limón, quien despedía a Teresa Mesa, la portavoz de la familia, la semana pasada, coincidiendo con el advenimiento del abogado Miguel Ángel Garzón, una de las acusaciones particulares en el caso de las niñas de Alcásser. Y es que Limón, hay que recordar que es él quien desvela la identidad de la contagiada y filtra una imagen de Teresa con su perro que no la deja precisamente en buen lugar, ha concedido una entrevista al diario “El Mundo”, en el cual carga zafiamente contra el gobierno de la Comunidad de Madrid y el de España –ni una palabra de reconocimiento para los sanitarios que han salvado la vida a Teresa, sí una extraña afimación en la que dice que las auxiliares de enfermería eligen a quién atender-, y ofrece una serie de argumentos jurídicos que no son otra cosa más que la preparación de una defensa exculpatoria ante cualquier petición que pudiera haber, por ejemplo, por parte de las peluqueras, de responsabilidad civil o incluso penal. Así, Limón no se atreve a negar que un descuido provocara el contagio, pero sí insiste en que Teresa no ocultó a la médico de cabecera, quien saldrá de aislamiento al mismo tiempo que él, que estaba en un protocolo por ébola (la versión de la doctora es justo la contraria) y calla el episodio de la depilación que relató el consejero Javier Rodríguez (a casa ya por bocachancla), hablándonos del examen al cual acudiera Teresa antes de mostrar los síntomas de contagio. Quizá algún día nos relate quiénes más estuvieron con él en aislamiento. Quién sabe.

Yo lo que me pregunto es quién de los dos, Nicolás o Javier, acabará siendo el primero en comparecer ante la máquina de la verdad de Conchita, la del Sálvame Deluxe. Hagan sus apuestas.

Nicolás y Javier

"Me pregunto es quién de los dos acabará siendo el primero en comparecer ante la máquina de la verdad de Conchita"
Almudena Negro
lunes, 27 de octubre de 2014, 08:11 h (CET)
El pequeño Nicolás, desaparecido sin dejar rastro desde hace semanas, quién sabe si preparando alguna exclusiva, ha entrado por la puerta grande de la fama. El cachondeíto patrio que hay montado es antológico. Los montajes corren por cientos en las redes sociales y en cafeterías y bares esta pasada semana era habitual oír al personal hablar de cómo un niño de apenas 20 años de edad le ha tomado el pelo a medio establishment. Que es exactamente lo que ha hecho, independientemente de si nos encontramos ante un pícaro, un loco con delirios megalomaníacos o algo más oscuro, que es lo que parece, puesto que los estafadores no suelen tener acceso a los pinchazos telefónicos (ilegales por lo que parece) de personajes relevantes, cual es el caso de Miguel Bernard, de Manos Limpias. Quien, por cierto, ha sido el único que, acaso porque a él no se la dio con queso le petit Nicolás, se ha atrevido a hablar.

Poco a poco vamos conociendo del personaje, a quien lanza al estrellato el periodista José María Olmo desde las páginas de El Confidencial, todo tipo de detalles. Sus pésimas calificaciones escolares, sus múltiples amistades, ligoteos -¿no saben quién es “la Pechotes”?-, su familia de extracción humilde, nada ver con los parentescos que se inventaba…

Sin embargo, desconocemos a cuántas personas relevantes, de esas que por ocupar puestos de importancia y poder se les presupone una inteligencia que ahora, engañados por un crío que osó incluso llamar al número de teléfono personal del Rey Juan Carlos, ha quedado en entredicho, consiguió sacar pasta. Dinero que no parece ser fuera el objetivo principal, que era la información. Poco a poco se irán conociendo más detalles, aunque dudo que lleguemos a conocer la realidad.

De lo que sí nos acabaremos enterando es del motivo que llevó a Teresa Romero, quien se presentó voluntaria para atender a los misioneros y merece por ello todo el reconocimiento social, a contagiarse de ébola. Porque quien parece que se ha empeñado en ello es su marido, Javier Limón, quien despedía a Teresa Mesa, la portavoz de la familia, la semana pasada, coincidiendo con el advenimiento del abogado Miguel Ángel Garzón, una de las acusaciones particulares en el caso de las niñas de Alcásser. Y es que Limón, hay que recordar que es él quien desvela la identidad de la contagiada y filtra una imagen de Teresa con su perro que no la deja precisamente en buen lugar, ha concedido una entrevista al diario “El Mundo”, en el cual carga zafiamente contra el gobierno de la Comunidad de Madrid y el de España –ni una palabra de reconocimiento para los sanitarios que han salvado la vida a Teresa, sí una extraña afimación en la que dice que las auxiliares de enfermería eligen a quién atender-, y ofrece una serie de argumentos jurídicos que no son otra cosa más que la preparación de una defensa exculpatoria ante cualquier petición que pudiera haber, por ejemplo, por parte de las peluqueras, de responsabilidad civil o incluso penal. Así, Limón no se atreve a negar que un descuido provocara el contagio, pero sí insiste en que Teresa no ocultó a la médico de cabecera, quien saldrá de aislamiento al mismo tiempo que él, que estaba en un protocolo por ébola (la versión de la doctora es justo la contraria) y calla el episodio de la depilación que relató el consejero Javier Rodríguez (a casa ya por bocachancla), hablándonos del examen al cual acudiera Teresa antes de mostrar los síntomas de contagio. Quizá algún día nos relate quiénes más estuvieron con él en aislamiento. Quién sabe.

Yo lo que me pregunto es quién de los dos, Nicolás o Javier, acabará siendo el primero en comparecer ante la máquina de la verdad de Conchita, la del Sálvame Deluxe. Hagan sus apuestas.

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