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Los animales sufren innecesariamente

José Vicente Cobo
Vida Universal
jueves, 30 de noviembre de 2006, 23:33 h (CET)
El Consumir a nuestro prójimo animal es cada vez más peligroso. Los consumidores de carne que se distanciaron de la carne de ganado vacuno, tuvieron que comprobar que la carne de cerdo tampoco es segura, porque manadas enteras han sido drogadas con antibióticos. Y el que quería cambiar al pescado recibió la información desde Bruselas de que el pescado del Mar del Norte y del mar Báltico está contaminado con dioxina. Tampoco se puede confiar más en las carpas y las truchas de la región, pues son alimentadas con sus congéneres muertos en el mar del Norte y del mar Báltico. Finalmente la alternativa de comer aves de corral también fue obstruida: La Oficina federal de salud no excluyó ya un contagio de EEB en gansos y patos. Hasta en los avestruces, que algunos empezaron ahora a consumir, se descubrieron hace poco los mismos agujeros en el cerebro que en las cabezas de ganado infectadas por la EEB. Cada vez más animales se niegan a ser víctimas de la avidez del ser humano.

No obstante el vicio de comer carne no parece dejarse impresionar por nada: dado que los consumidores de carne ahora comen más carne de ave que de cerdo o de vaca, en todas partes surgen grandes establecimientos para cebar aves de corral. Los protectores de la naturaleza y de los animales tocan la alarma. Lo que ocurre en esas granjas de aves, en las que hasta 40.000 animales tienen que vivir juntos en el espacio más reducido, supera toda descripción: Los animales se pican entre sí heridas a causa de las agresiones y el miedo, por cuyo motivo se les quema el pico o se les cortan las patas. Muchos enferman, por lo que se les dan toneladas de antibióticos. Así se pisotea el sistema de protección de animales, pero qué más le da al consumidor, que chasquea la lengua con deleite disfrutando del pollo que ha sido cebado para él.

Los cazadores están desde siempre unidos con el destino de los animales de una forma especialmente macabra: Los cazadores justifican sus actos sangrientos aduciendo que tienen que cuidar del equilibrio de la naturaleza. Supuestamente habría demasiados animales y una especie animal podría aumentar demasiado. Sin embargo esto no se confirma al observar las regiones de la Tierra que en su mayor parte no están pobladas por seres humanos.

Recientes estudios realizados por ecólogos dieron como resultado que los animales tienen un mecanismo interno para la regulación del crecimiento de la población. Así se ha comprobado por ejemplo en los elefantes, que el hambre o la muerte no deciden sobre la tasa de crecimiento, sino la flexibilidad de las hembras al comienzo de la madurez sexual. Si hay amenaza de superpoblación la tasa de crecimiento disminuye. Lo mismo se ha comprobado en los ciervos, renos, cabras montesas, y otros grandes mamíferos. También muchos tipos de aves dejan de incubar según sea la densidad de su población. Si se les dispara a muchos congéneres, entra en acción la reserva de individuos no incubados y crecen más animales de los
que existían antes de la matanza de pájaros.

Ninguna especie se reproduce sin medida ni meta. La cantidad de nacimientos no se limita desde fuera por medio de lucha y muerte, sino a través de una medida interna. En consecuencia, la caza por este motivo no sólo es inútil, sino que totalmente innecesaria.

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