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Alto nivel de globalización

Pascual Falces
Pascual Falces
miércoles, 29 de noviembre de 2006, 01:49 h (CET)
La “almeja asiática”, otro molusco invasor, ha sido descubierta en el Canal Imperial de Aragón por los técnicos de medio ambiente que efectuaban muestreos destinados a la detección del “mejillón cebra” que, recientemente, tanto se ha extendido por la cuenca del río Ebro. Esta exótica “almeja”, tiene similar afección medioambiental y económica que la del “rayado” mejillón, pero con menor capacidad reproductiva. Ha sido detectada, también, en distintas cuencas españolas además de la del Ebro, tales como las del Miño, Duero y Guadiana, y está presente en numerosas masas de agua dulce de Europa y EE.UU.

Mide 2,5 centímetros y es muy parecida al berberecho común, aunque con forma más regular. Sobre su llegada a Europa y América se barajan dos posibles elementos de traslación. El primero señala que pudo ser a causa del trasiego de gravas, y el segundo, tal y como se comprobó en EE.UU., a que se extendieron con la inmigración china, pues forma parte de su gastronomía, aunque sólo es comestible si procede de aguas limpias.

El Canal Imperial de Aragón es una de las primeras obras de ingeniería hidráulica diseñada en España. Lo de “imperial” proviene porque la idea de hacer un lecho paralelo al río Ebro en su margen derecha, desde Navarra (Tudela) hasta sobrepasar por encima de la ciudad de Zaragoza y volver al mismo cauce, fue concebida en tiempos del Emperador Carlos. Quien, en el siglo XV, siguiendo una concesión de su abuelo el rey Fernando el Católico para abastecer la capital de Aragón, y, con ello, resolver los litigios, algunos sangrientos, ocasionados por el aprovechamiento del único y pequeño río capaz de ello. Los tiempos eran difíciles para tal obra pública, y hasta finales del siglo XVIII, no fue concluida. Se dudaba que un día llevara el agua hasta Zaragoza. Fue el carácter decidido de un aragonés llamado Ramón de Pignatelli quien la concluyó, y, como muestra, en 1786 inauguró la primera toma de agua en la ciudad con el título de “Fuente de los incrédulos”.

Hasta aquí, un sucinto recuerdo histórico, pero, lo que, seguro, nunca pasó por la cabeza de Pignatelli, es que este Canal, en el corazón de Aragón, un día sería invadido por el mencionado berberecho “asiático”. Suena a topicazo repetirlo, pero se viven “otros” tiempos. El Canal de Panamá se hizo con mano de obra en su mayoría proveniente de China; y bien pudieron transportar al continente americano. Pero, que se sepa, hasta que se ha dado el fenómeno de la globalización, y con ello, los restaurantes orientales y los “todo a cien”, los chinos no habían pisado tierras de Aragón. Si alguien les dice a los aragoneses de hace escasamente dos siglos, que una almeja asiática iba a infestar el Canal, su incredulidad hubiera sido mayúscula. No se lo hubieran creído.

Los técnicos aportarán sus teorías acerca de los “vectores de traslación” del molusco, pero da lo mismo. El mundo, definitivamente, se ha empequeñecido; es la traída y llevada “aldea global”. No hay sorpresa porque los berberechos chinos se reproduzcan en el embarrado fondo del Canal Imperial de Aragón. Cualquier día nos sorprendan conque el lince ibérico se reproduce mejor en China que en el coto de Doñana. A medida que el mundo empequeñece, el alma de los humanos ha de engrandecerse; si no, como predijo el humor de Alvaro de Laiglesia en los cuarenta, en lugar de alma, llegarán a tener “almeja”.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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