La Copa de la UEFA es uno de esos torneos en los que se suelen ver a viejos conocidos y amigos. Gente que pensábamos que nunca se irían de nuestro fútbol y que sólo cuando lo hicieron nos dimos cuenta de cuanto hemos perdido. Ese es el caso de Albert Luque, que ayer jugó contra el Celta de Vigo. De las botas del catalán salió el balón que cabeceó Taylor, y que a cinco minutos del final dejó herido de gravedad al equipo celeste. Otra vez el Celta, ese equipo con el que tanto le gustaba jugar a Luque cuando era la estrella del Deportivo de A Coruña. Divina morriña.

Esos recuerdos del Dépor y de nuestra liga rondaron, a buen seguro, la mente del cañonero en demasiadas ocasiones. Y es que desde que decidiera aceptar la oferta del Newcastle en el verano de 2005, por la que el club gallego percibió 14 millones de euros, Luque ya no volvió a ser el mismo. Las lesiones primero, con esa rotura muscular que lo apartó de los terrenos de juego media temporada, y las decisiones técnicas de Souness primero y Roeder más tarde oscurecieron el devenir de Luque. De esto se obtiene una conclusión clara. Hay jugadores que no están hechos para todos los equipos. O hay equipos que no están hechos para que en ellos jueguen determinados jugadores. Y punto. No hay más. Luque en el Deportivo era titular indiscutible, marcaba goles, era fijo para Luis Aragonés, rodaba anuncios, era feliz. En Inglaterra perdió todos esos factores. Y eso mismo le pasó a otros como Mendieta. No es de extrañar que Albert esté deseando volver a esta liga. Ya sea en Vila-Real, A Coruña, Barcelona o en donde sea. Luque se equivocó al marcharse, y puede que ya nunca más sea el mismo. Duro precio el que ha pagado.

Y visto desde la perspectiva contraria, la del club que vende, también habría mucho que decir. A priori la gente puede pensar que el Deportivo, por seguir con el caso Luque, hizo un buen negocio al venderlo. “¡14 millonazos de euros!”, podría decir más de uno. Pero desde que vendió a Luque, el Deportivo ha ido empeorando su juego (muy, muy sobre todo) y también sus resultados. Ese ejemplo también se le puede aplicar al Betis, que vendió a Joaquín y a Oliveira y obtuvo 40 millones de euros. Pero, ¿y los resultados?, ¿dónde está el Betis ahora?

Al final, en este mercado terrible, el espectador, los gustos, el amor por la camiseta e incluso la felicidad del trabajador poco importan. Decididamente, es el mismo poderoso caballero el que lo mueve todo. Pero el dinero no lo es todo, ya que en el momento en que falten esos factores anímicos y el jugador deje de rendir, el dinero dejará de llegar. Que alguno vaya tomando nota.