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Wong Kar- wai se vale de la emblemática figura del maestro de Bruce Lee para recorrer la historia de China durante el siglo XX

Kung-fu y tiempo

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The Grandmaster, el esperado regreso tras las cámaras del director hongkonés Wong Kar-Wai, está más cerca de Érase una vez en América (Once Upon a Time in America, 1984), de Sergio Leone, a la que cita visual y musicalmente, que de cualquier otra película sobre artes marciales que se haya realizado hasta la fecha. No se trata de una cinta de kung-fu, aunque contenga espectaculares secuencias de acción, del mismo modo que la referida obra de Leone no era una película de gánsteres en sentido estricto. Tampoco es un biopic al uso, puesto que se limita a plasmar fragmentos muy difusos de la vida de su protagonista. ¿Qué es entonces The Grandmaster? Una bellísima, casi etérea, reflexión acerca del irrefrenable paso del tiempo.

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Deslumbrante desde un punto de vista visual, el filme que nos ocupa posee todos los elementos que caracterizan al cine de su autor: elegantes movimientos de cámara, ritmo aletargado, impresionante fotografía, recargada composición de planos, uso y abuso del ralentí, gusto por los más mínimos detalles, sobreencuadres, envoltura musical exquisita, etc. Como otros de sus trabajos, es una historia de amores imposibles y oportunidades perdidas. Puro Kar-Wai, en definitiva. Al igual que en Deseando amar (Fa yeung nin wa, 2000) y 2046 (ídem, 2004), el realizador hongkonés despoja a su relato del factor tiempo. No importan el ahora, el antes y el después; su visión de los acontecimientos es unitemporal, como si se tratase de la memoria de alguien que rememora su existencia en breves retazos de vida apenas discernibles. Esa concepción del tiempo desemboca en poética, pero perjudica a la coherencia narrativa, dejando no pocas lagunas (quizá demasiadas en este caso) que, no obstante, refuerzan el carácter enigmático del conjunto.

Hay un par de secuencias de combate realmente memorables en la película: el enfrentamiento entre Ip Man (soberbio Tony Leung, como de costumbre) y Gong er (Ziyi Zhang) en el interior del Pabellón Dorado, un lujoso burdel, filmado con tanta delicadeza por parte del director que más que pelear parezca que los dos estén danzando; y la lucha épica entre ésta y el traidor Ma San en la estación de tren, de noche y nevando. Brutal.

En conclusión, Wong Kar-Wai está de vuelta, y eso siempre es motivo de celebración para los amantes del buen cine. The Grandmaster, imperfecta pero fascinante.

Kung-fu y tiempo

Wong Kar- wai se vale de la emblemática figura del maestro de Bruce Lee para recorrer la historia de China durante el siglo XX
Ricardo Pérez
lunes, 25 de agosto de 2014, 07:10 h (CET)
The Grandmaster, el esperado regreso tras las cámaras del director hongkonés Wong Kar-Wai, está más cerca de Érase una vez en América (Once Upon a Time in America, 1984), de Sergio Leone, a la que cita visual y musicalmente, que de cualquier otra película sobre artes marciales que se haya realizado hasta la fecha. No se trata de una cinta de kung-fu, aunque contenga espectaculares secuencias de acción, del mismo modo que la referida obra de Leone no era una película de gánsteres en sentido estricto. Tampoco es un biopic al uso, puesto que se limita a plasmar fragmentos muy difusos de la vida de su protagonista. ¿Qué es entonces The Grandmaster? Una bellísima, casi etérea, reflexión acerca del irrefrenable paso del tiempo.

250814cine2

Deslumbrante desde un punto de vista visual, el filme que nos ocupa posee todos los elementos que caracterizan al cine de su autor: elegantes movimientos de cámara, ritmo aletargado, impresionante fotografía, recargada composición de planos, uso y abuso del ralentí, gusto por los más mínimos detalles, sobreencuadres, envoltura musical exquisita, etc. Como otros de sus trabajos, es una historia de amores imposibles y oportunidades perdidas. Puro Kar-Wai, en definitiva. Al igual que en Deseando amar (Fa yeung nin wa, 2000) y 2046 (ídem, 2004), el realizador hongkonés despoja a su relato del factor tiempo. No importan el ahora, el antes y el después; su visión de los acontecimientos es unitemporal, como si se tratase de la memoria de alguien que rememora su existencia en breves retazos de vida apenas discernibles. Esa concepción del tiempo desemboca en poética, pero perjudica a la coherencia narrativa, dejando no pocas lagunas (quizá demasiadas en este caso) que, no obstante, refuerzan el carácter enigmático del conjunto.

Hay un par de secuencias de combate realmente memorables en la película: el enfrentamiento entre Ip Man (soberbio Tony Leung, como de costumbre) y Gong er (Ziyi Zhang) en el interior del Pabellón Dorado, un lujoso burdel, filmado con tanta delicadeza por parte del director que más que pelear parezca que los dos estén danzando; y la lucha épica entre ésta y el traidor Ma San en la estación de tren, de noche y nevando. Brutal.

En conclusión, Wong Kar-Wai está de vuelta, y eso siempre es motivo de celebración para los amantes del buen cine. The Grandmaster, imperfecta pero fascinante.

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