Las tensiones dentro del Partido Popular son latentes desde aquella transición tan emocionante que nos brindó hace unos años José María Aznar. El trío formado por Jaime Mayor Oreja, Rodrigo Rato y Mariano Rajoy esperaba con emoción, cual concursantes de Operación Triunfo, la decisión del entonces presidente del Gobierno acerca de su sucesión. Como es bien sabido, del famoso cuaderno azul salió el nombre de Rajoy, al que unos meses después le tocó lidiar con las elecciones más confusas de nuestra corta vida democrática. Unas elecciones que, por cierto, no debieron celebrarse, pero esa es otra historia.
En la convulsión provocada por el 11-M, que todavía colea –y lo que queda-, Rajoy se rodeó del ala más dura de su partido, los tan parodiados Acebes y Zaplana, que con el tiempo y la colaboración de los famosos muñecos de Prisa se han convertido en una suerte de Epi y Blas de la derecha española. Sin embargo, existe dentro del PP un grupo de políticos mucho más moderados que poco a poco está virando el rumbo de su nave hacia el centro del arco ideológico. O al menos lo intenta, que no es poco.
La cabeza visible de este sector es el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz Gallardón, que además seguirá en el cargo porque desde el PSOE se han encargado de ponerle las cosas fáciles colocando de candidato a… ¿cómo se llamaba? Bueno, la cuestión es que con Gallardón en el ámbito local los socialistas pierden un rival de peso a nivel nacional. También parecen exiliados, en este caso en las Comunidades Autónomas, los otros líderes más representativos del ala moderada: Camps en la Comunidad Valenciana, Piqué en Cataluña, Arenas en Andalucía, etc.
¿Qué pasará en los próximos meses? ¿Dará Rajoy protagonismo, como parece, a quienes defienden un cambio de estrategia, o seguirá confiando los destinos de la oposición al núcleo duro de su partido?