Este pasado fin de semana diversos medios digitales ocupaban su espacio con consejos de seguridad para adolescentes. Se trata de evitar en la medida de lo posible que éstas caigan en las garras de peligrosos depredadores sexuales. Unos consejos bien traídos y siempre necesarios que, sin embargo, si nuestros legisladores, es decir, nuestros políticos, fueran gente seria, solvente y decente y no anduvieran metidos en una amnistía de etarras cuya coartada es la liberación de delincuentes sexuales y asesinos en serie, no habría que haber dado entre tanta alarma social. Sea como fuere, la segunda quincena de diciembre se acerca y hay quien espera una foto-trampa simulando una entrega de armas de la banda terrorista ETA, para así poder continuar con el proceso de rendición que iniciara en su día José Luis Rodríguez Zapatero.
Y es que la cosa viene a colación de la escandalosa puesta en libertad de Miguel Ricart, uno de los torturadores, violadores y asesinos de las tres niñas de Alcásser. El caso que conmovió a España entera en los años noventa. El riesgo, según Instituciones Penitenciarias, de que Ricart vuelva a cometer un crimen es elevado. Está sin rehabilitar. Y libre. Los padres de Desiré y Toñi, dos de sus víctimas, han recibido la noticia de su puesta en libertad como un verdadero mazazo. Están reviviendo en estos días prenavideños, en que occidente se llena de luces para celebrar, aquellos terribles días. Para los padres, las han vuelto a matar. Algunos medios podrían, además, prestarse a ahondar dicho dolor, imposible de superar. Todo por la audiencia.
Fue el de Alcásser también el primer crimen cuya resolución –el hallazgo de los cuerpos- así como las diversas teorías de la autoría del crimen, posiblemente fomentadas por una instrucción muy chapucera y la misteriosa desaparición de Antonio Anglés, fue retransmitido casi cual reality show por las televisiones. Nieves Herrero pagó cara una retransmisión que hoy en día, hasta tal punto llega la degradación moral de la sociedad, a nadie escandalizaría. Con el crimen de Alcásser nació la llamada telebasura.
Ricart es un criminal que, a decir de los expertos, sigue sin rehabilitar, que es lo que suele pasar con este tipo de delincuentes. Y que podría sentarse pronto, para vergüenza de la cadena y de los espectadores que vean el programa, en un plató de televisión. No sería la primera vez que se da voz a los malos. Lo hace a diario la presunta prensa seria, al ejercer como altavoz de los Otegui, Bildu y compañía y nos cuentan que eso es lo normal.
Es la ética periodística, devenida hace tiempo en anticoncepto y basura intelectual.