Se huele Javier Gómez Bermúdez que algunos piernas largas que habían sido directivos de la CAM tienen la intención de huir a Curaçao a gozarla rabiosa y a gusto. Y como el tufo desprendido por los sujetos es sólido y mareante, el juez ha decidido albergarles a cuenta del Estado en el hotel de los barrotes. A ellos y a otros socios del tropel de los mangantes. Y a mí me parece bien. Qué digo bien, me parece cojonudamente maravilloso y justo. Porque, entre nosotros, siempre es un placer ver cómo presuntos golferas catan castigo en sus carnes.
Ahora bien. Instalado en la más absoluta desconfianza, hasta que no se produzca el desenlace de esta historia negra de maleantes sin escrúpulos, yo no me creo nada de nada. Verán vuesas mercedes. Estoy harto de paripés legales, de rutas de navegación manipuladas y/o manipulables que no conducen a puerto franco. Y me voy a explicar. ¿Cuántos hay de la caterva política y adosados que, a pesar de tener encima imputaciones para agotar dos vidas, continúan pululando entre el pueblo bobo, exhibiendo sin pudor sus riquezas? ¿Cuántos hay de éstos que cito con arcadas que, una vez juzgados, no entran en prisión? ¿Cuántos hay que han sabido esconder sus botines y que saben que, pase lo que pase, no les ha de faltar ni a ellos ni a los suyos? ¿Cuántos hay que se morirán descosidos por los lujos sin tocar el juzgado? ¿Cuántos hay intocables, imputados de corbata , amigos de tal, familiares de pascual, que conocen su suerte pues la tienen bien ligada a tirar de la manta? ¿Cuántos hay que, imputados, sospechosos, juzgados, condenados y etcétera dejan arruinada la vida pública y se asientan de asesores de aquí, consejeros de allá y directores de acullá? Cuántos, cuántos, cuántos…
Yo soy de bocata y me gusta la mortadela. Pero como tonto del todo no estoy, prefiero el jamón, y si es pata negra mejor. La ley está hecha por y para los ricos y poderosos, de este burro no me baja ni Dios. No quiero imputados, investigados y presuntos. Vamos, que no me conformo con el chóped. Quiero jabuguito, condenados a mazmorras a los que, en el mismo viaje, se les quite hasta la etiqueta de los calzones. Lo demás son chorradas. Hasta entonces, seguiré sin creer en la justicia.