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Alfonso Sotelo

El día grande de Sevilla

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Ni el Jueves Santo, ni el domingo de Feria, ni nada. Se aproxima la gran cita: el primer derbi de la temporada. Sevilla cambia. Se paraliza durante varios días. La gente no habla de otra cosa, sólo quiere leer alineaciones, previas, especiales de última hora… la ciudad sólo se queda pendiente de un partido, de noventa minutos especiales y cargados de tensión que marcan el futuro de los dos equipos durante la temporada y, sobre todo, de sus aficiones.

Pero esto no se entiende fuera de aquí. La gente considera un Elche-Hércules del mismo nivel que un Sevilla-Betis. Si, claro, venga ya. Ese olor, ese color, ese ambiente… es algo inexplicable. Siempre, a los colegas de fuera, les digo lo mismo: Hasta que no lo vives, no sabes lo que es. De hecho, a todo el mundo le sorprende la primera vez que asiste.

No obstante, el resto sigue buscándole fallos. Que si peleas, que si insultos, que si mofa, que si riñas. Pero el sentido real de un derbi es de una familia dividida por colores durante noventa minutos. Pocas veces suele haber peleas en un derbi. Pocas veces suele saltar al campo algún descerebrado que empaña la verdadera fiesta de Sevilla, la que une a toda la ciudad, la que hace olvidar el resto del año, la que acaba como empezó, pensando en el siguiente.

Y Madrid, obsesionada, como siempre. Todas las televisiones nacionales buscan el incidente, el escándalo, la manera de dejar a Sevilla como siempre, a la altura del betún. Claro, que si eso pasase en otro campo de España no pasaría nada. Una pancarta en el Sánchez-Pizjuán tiene, claro que sí, más importancia que cualquiera de los presos vascos que habita con perpetuidad en El Sadar. ¿Que alguien salta en el Ruiz de Lopera? Un criminal, porque los que saltan al Camp Nou a hacer el canelo con un gorrito para dárselo a Ronaldinho es un gracioso, un chico avispado que ha sido capaz de sortear a la policía. Porque claro, la afición que tiró bengalas fue la del Villamaría, por eso se sancionó el estadio, no la que mató a un chaval hace años en Sarriá. Y la criminal es la del Sevilla, no la que mató a Aitor Zabaleta en el Calderón hace ya casi diez años.

Pero bueno, la culpa la tenemos principalmente los andaluces, que seguimos con el mismo descontrol gubernamental desde hace unos veinte años, permitimos que nuestra imagen sea la de Juan Y Medio en Canal Sur y Los Morancos en TVE. O la de Lopera en Antena 3 y Del Nido en el Tomate. Y cada derbi lo mismo. El mismo color y el mismo sabor, pero con el miedo al qué dirán en el norte mañana por cuatro locos. Menos mal que este año no habrá tele para que Antena 3 se quiera reír de Andalucía. Por cierto, lector, suerte y que gane su equipo.

El día grande de Sevilla

Alfonso Sotelo
Alfonso Sotelo
sábado, 16 de septiembre de 2006, 22:15 h (CET)
Ni el Jueves Santo, ni el domingo de Feria, ni nada. Se aproxima la gran cita: el primer derbi de la temporada. Sevilla cambia. Se paraliza durante varios días. La gente no habla de otra cosa, sólo quiere leer alineaciones, previas, especiales de última hora… la ciudad sólo se queda pendiente de un partido, de noventa minutos especiales y cargados de tensión que marcan el futuro de los dos equipos durante la temporada y, sobre todo, de sus aficiones.

Pero esto no se entiende fuera de aquí. La gente considera un Elche-Hércules del mismo nivel que un Sevilla-Betis. Si, claro, venga ya. Ese olor, ese color, ese ambiente… es algo inexplicable. Siempre, a los colegas de fuera, les digo lo mismo: Hasta que no lo vives, no sabes lo que es. De hecho, a todo el mundo le sorprende la primera vez que asiste.

No obstante, el resto sigue buscándole fallos. Que si peleas, que si insultos, que si mofa, que si riñas. Pero el sentido real de un derbi es de una familia dividida por colores durante noventa minutos. Pocas veces suele haber peleas en un derbi. Pocas veces suele saltar al campo algún descerebrado que empaña la verdadera fiesta de Sevilla, la que une a toda la ciudad, la que hace olvidar el resto del año, la que acaba como empezó, pensando en el siguiente.

Y Madrid, obsesionada, como siempre. Todas las televisiones nacionales buscan el incidente, el escándalo, la manera de dejar a Sevilla como siempre, a la altura del betún. Claro, que si eso pasase en otro campo de España no pasaría nada. Una pancarta en el Sánchez-Pizjuán tiene, claro que sí, más importancia que cualquiera de los presos vascos que habita con perpetuidad en El Sadar. ¿Que alguien salta en el Ruiz de Lopera? Un criminal, porque los que saltan al Camp Nou a hacer el canelo con un gorrito para dárselo a Ronaldinho es un gracioso, un chico avispado que ha sido capaz de sortear a la policía. Porque claro, la afición que tiró bengalas fue la del Villamaría, por eso se sancionó el estadio, no la que mató a un chaval hace años en Sarriá. Y la criminal es la del Sevilla, no la que mató a Aitor Zabaleta en el Calderón hace ya casi diez años.

Pero bueno, la culpa la tenemos principalmente los andaluces, que seguimos con el mismo descontrol gubernamental desde hace unos veinte años, permitimos que nuestra imagen sea la de Juan Y Medio en Canal Sur y Los Morancos en TVE. O la de Lopera en Antena 3 y Del Nido en el Tomate. Y cada derbi lo mismo. El mismo color y el mismo sabor, pero con el miedo al qué dirán en el norte mañana por cuatro locos. Menos mal que este año no habrá tele para que Antena 3 se quiera reír de Andalucía. Por cierto, lector, suerte y que gane su equipo.

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