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La vendedora de “Madrid 2020”, Ana Botella, ha brillado por su torpeza en el arte de vender

Lecciones de venta

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A la pregunta: "¿qué opina usted de que Madrid celebre unos juegos cuando el país sufre una tasa de paro del 27%?", la esposa de Aznar respondió a la gallega y mostró - con sus evasivas - nuestra mayor debilidad ante los miembros de COI. A pesar de tener la mayoría de las infraestructuras finalizadas - argumento esgrimido por Botella -, ésa no era la respuesta adecuada a la pregunta del periodista. No lo era, decía, porque saliendo con "edad" - es un ejemplo - a la pregunta “¿Cómo te llamas?" , solamente transmitimos inseguridad a los ojos de la crítica. En estas ocasiones - de preguntas incómodas y maldades periodísticas - lo mejor, decía un viejo profesor de comunicación política, es ser humilde y asertivo. Salirse por la tangente, como dicen en mi pueblo, y además, contestar con un inglés más típico de chiste que de una señora con responsabilidades políticas, deja mucho que desear de nuestros políticos en los foros internacionales.

Así las cosas, más que fracaso y derrota, resulta más inteligente hablar de ridículo y torpeza en la venta de nuestra "marca España". Cuando uno vende un producto - decía mi abuela, que de ello sabía un rato - hay que "destacar los puntos fuertes del jamón y, muy pero que muy importante, estar preparado para torear al toro antes de la corrida". Quería decir, con su modestia y sabiduría, que existen unos productos que se compran y otros, que se venden. Una barra de pan, por ejemplo, es un bien que se compra. Nos da igual, o al menos influye muy poco en la decisión de nuestra compra, que la persona que hay detrás del mostrador, se llame A o se llame B. Influye poco, decía, porque la probabilidad de objeciones al producto - a la barra de pan - es mínima. Ahora bien, una casa o un coche son bienes que se venden. Sí influye de manera considerable, en la compra de tales productos, que el comercial que nos atiende se llame A o se llame B. Importa decía, porque de la capacidad del vendedor, para resolver las dudas del posible comprador, depende el éxito o el fracaso de la venta.

Así las cosas, la vendedora de “Madrid 2020” - Ana Botella - ha brillado por su torpeza en el arte de vender. No ha sabido, y lo digo con mayúsculas, resolver con acierto: las objeciones de los posibles compradores - periodistas y miembros del COI -. Por ello, por ésa simple razón en la lucha entre: el ser y el parecer; ha ganado el ser. El comprador olímpico ha dicho: "no te compro". Lo ha dicho, - entre otras razones-, porque la alcaldesa de Madrid no ha sabido responder a las dudas que le plantearon acerca del paro y el dopaje. Nuestros puntos débiles - el dopaje y el paro - han sido los criterios que el tribunal ha considerado negativos para que nuestra capital fuese la merecedora del pastel. Ante este ridículo internacional en el arte de vender es necesario que reflexionemos, para otra vez, sobre las taras de nuestro producto y sus posibles soluciones. Hubiese sido más inteligente - por parte de Botella- reconocer nuestras debilidades antes que esconder la basura en las alfombras de la soberbia.

Lecciones de venta

La vendedora de “Madrid 2020”, Ana Botella, ha brillado por su torpeza en el arte de vender
Abel Ros
martes, 10 de septiembre de 2013, 09:18 h (CET)
A la pregunta: "¿qué opina usted de que Madrid celebre unos juegos cuando el país sufre una tasa de paro del 27%?", la esposa de Aznar respondió a la gallega y mostró - con sus evasivas - nuestra mayor debilidad ante los miembros de COI. A pesar de tener la mayoría de las infraestructuras finalizadas - argumento esgrimido por Botella -, ésa no era la respuesta adecuada a la pregunta del periodista. No lo era, decía, porque saliendo con "edad" - es un ejemplo - a la pregunta “¿Cómo te llamas?" , solamente transmitimos inseguridad a los ojos de la crítica. En estas ocasiones - de preguntas incómodas y maldades periodísticas - lo mejor, decía un viejo profesor de comunicación política, es ser humilde y asertivo. Salirse por la tangente, como dicen en mi pueblo, y además, contestar con un inglés más típico de chiste que de una señora con responsabilidades políticas, deja mucho que desear de nuestros políticos en los foros internacionales.

Así las cosas, más que fracaso y derrota, resulta más inteligente hablar de ridículo y torpeza en la venta de nuestra "marca España". Cuando uno vende un producto - decía mi abuela, que de ello sabía un rato - hay que "destacar los puntos fuertes del jamón y, muy pero que muy importante, estar preparado para torear al toro antes de la corrida". Quería decir, con su modestia y sabiduría, que existen unos productos que se compran y otros, que se venden. Una barra de pan, por ejemplo, es un bien que se compra. Nos da igual, o al menos influye muy poco en la decisión de nuestra compra, que la persona que hay detrás del mostrador, se llame A o se llame B. Influye poco, decía, porque la probabilidad de objeciones al producto - a la barra de pan - es mínima. Ahora bien, una casa o un coche son bienes que se venden. Sí influye de manera considerable, en la compra de tales productos, que el comercial que nos atiende se llame A o se llame B. Importa decía, porque de la capacidad del vendedor, para resolver las dudas del posible comprador, depende el éxito o el fracaso de la venta.

Así las cosas, la vendedora de “Madrid 2020” - Ana Botella - ha brillado por su torpeza en el arte de vender. No ha sabido, y lo digo con mayúsculas, resolver con acierto: las objeciones de los posibles compradores - periodistas y miembros del COI -. Por ello, por ésa simple razón en la lucha entre: el ser y el parecer; ha ganado el ser. El comprador olímpico ha dicho: "no te compro". Lo ha dicho, - entre otras razones-, porque la alcaldesa de Madrid no ha sabido responder a las dudas que le plantearon acerca del paro y el dopaje. Nuestros puntos débiles - el dopaje y el paro - han sido los criterios que el tribunal ha considerado negativos para que nuestra capital fuese la merecedora del pastel. Ante este ridículo internacional en el arte de vender es necesario que reflexionemos, para otra vez, sobre las taras de nuestro producto y sus posibles soluciones. Hubiese sido más inteligente - por parte de Botella- reconocer nuestras debilidades antes que esconder la basura en las alfombras de la soberbia.

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