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Agadir, 20 de agosto de 2012

El Principado de la Fortuna/Capítulo XIV

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El Principado de la Fortuna/Capítulo XIII

Coco Polizzi


El padre de Yves, mi primer marido, pasa los inviernos en Marrakech. No ha opuesto resistencia a su desplazamiento  a Agadir. Le he invitado a cenar hoy, en el hotel en el que residimos  tanto Sophie, actualmente la potente viuda Reem, como yo;  el Atlantique Palace.     

Le reconozco pese a los años que no nos hemos visto. Está muy envejecido, pero siempre tan elegante. Me sigue pareciendo atractivo.

Él también me reconoce. Desde su entrada se dirige directamente a mí.

-No has cambiado nada, querida;  los años, en lugar de estragos, han mimado tus encantos…

-Siempre has impregnado tus mentiras de sinceridad, pero… pareces haber mejorado

Se sienta con su parsimonia y salta como una flecha.

-Supongo que la cena estará comprendida en el presupuesto…

Me niego a responder;  no es mezquino y por otra parte, sabe lo que hay. Él fue quien me presentó a Coco Polizzi, que era el restaurador de la casa que tiene  en Marrakech. Hizo maravillas, aunque invirtió años. Era la persona que más hubiera deseado ver, pero sabía que no era posible. El terrible golpe que supuso el cierre de la medina de Agadir por conflictos jurídicos con los artesanos,  le impactó hasta el punto que dejó de recibirme desde el verano de  2008.  Mi ex sabe la razón de la invitación; quiero lo que ya no puedo pedir a Coco.

Ambos  formamos parte del pequeño grupo que asistimos a la apertura de los talleres en los que se ha elaborado todo el material de la medina de Agadir, que nunca había existido. Éramos  una decena, en la que se encontraba Ahmed. Todos ellos eran amigos y yo era la única que no conocía sino al anfitrión y a mi marido. Hablaban del Sahara y de la marca Lakkhoua. Una pena que no tuve tiempo de hablar con todos ellos, porque al descubrir que teníamos negocios con Ahmed, me dediqué más al último. No es que lo lamente, porque mis negocios con Ahmed están siendo muy lucrativos,  pero en estos momentos necesito a los otros y mi ex sabe dónde encontrarlos.

 Coco es el mejor restaurador de arte bereber que conozco. Lo aprendió desde niño. Nació en Rabat, aunque de ascendencia siciliana. Pese a tratarse  de un genio, cuya consagración puede apreciarse en la medina de Agadir, que ha construido piedra a piedra, para dar forma al sueño que concibió durante su infancia; no es esa la razón de mi interés.

Los sueños de Coco merecen aplauso y admiración; pero era y es mucho más importante su poder de seducción. Era un anfitrión que atraía a todos los animistas del mundo y que nunca defraudaba. Todo era mágico para él. Le he visto dibujar, en una simple servilleta de papel del restaurante donde nos había invitado a comer, la tristeza de una turista modesta, anodina y sola e iluminar un rostro, completamente inexpresivo, cuando Coco se levantó  para ofrecerle su obra.  Estoy segura de que Coco había captado la belleza donde nadie lo hacemos.  No dijeron nada, pero Coco volvió a nuestra mesa guardando para sí el tímido beso de agradecimiento. No era sensiblería o algo parecido. El gran atractivo de Coco es que no necesita  hablar para hacernos sentir esa energía universal que es el “Magara”. Lejos de mí los misticismos, no impide que la historia del retrato de la chica  me hizo sentir ternura por alguien que,  hasta entonces me hubiera resultado indiferente y hasta molesta. Coco no es indiferente al Sahara, porque ha mamado la cultura de los bereberes, que siempre pasa por el Sahara.

Mi ex fuma y bebe mientras espera que se me pasen mis “sopores”, como él llama a mis lapsus. No es Coco, lejos de eso, pero a falta de pan, buenas son tortas. Puede hacerlo, sin dudar, pero tras haberle explicado la historia desde el principio, puesto que, a petición mía, Ahmed no le  había informado del viaje de Yves.

-¿Mi hijo ha estado en el palacete de Ahmed y a mí siquiera se me anuncia? ¿Ahora han desaparecido? Grave, muy grave… ¿Cómo lo sabes tú?

No respondo ¿Para qué? No es tan idiota como aparenta. Me limito a esperar que se relaje un poco para formularle lo único que quiero dejarle claro. Necesito,  ya mismo, saber dónde y cómo están Yves y Ahmed y sé que puede proporcionarme datos en las próximas horas. Deduzco que mi ex ha captado el mensaje. Ya puedo relajarme y dedicarme al hedonismo. Después de todo, mi ex tiene un buen polvo…

-¿Dónde creéis que están?

.Sabemos que en Azawad, que fue el último vuelo del helicóptero de Ahmed… También sabemos que ambos se habían implicado demasiado en la defensa del MNLA…

-¡Deja! Ya veo…

Siquiera mira mi excelente pecho. Se me echa a llorar. Aguanto, porque no es momento de contrariar a un socio precioso.

-Van a un martirio inútil. Tomaré cartas en el asunto.

-¡Hay pasta!

-¿Hasta cuánto?

-Se puede mirar. Eso sí; sin luz o taquígrafos.

Me he pasado y siquiera se molesta en reprochármelo. Saborea uno de sus platos favoritos: el champán con ostras. Sigue teniendo un buen polvo, decididamente.

-¿Por qué le hicisteis venir?

-Hacía falta, mucha falta…

-¿A quién?

-Después de todo, heredará tu parte del negocio.

_Tendré que morir yo primero; ya no es tanta mi parte y en todo caso, será mi legado.

-No te preocupes, querido, yo he comprado tus partes ¿Por qué crees que te dejé? ¿Con qué piensas que he comprado lo que tú derrochas?

-Mis felicitaciones, querida, no deberías de haberte molestado…

Me excita la ironía fresca que tanto me ha cautivado, casi tanto como los beneficios que obtengo. No estamos hechos el uno para la otra, para él la empresa Lakkhoua es la que le permite vivir como vive para  el resto de su vida, cuando necesita más dinero vende participaciones. La riqueza me da el poder que necesito para sentirme viva. He encargado bogavante a la armoricana porque me apetece y porque conozco sus reacciones pueriles al plato, especialmente cuando lo preparan en la mesa. No dice o hace nada ante los aullidos del vicho cuando lo pelan y parten en lonchas. Ha mirado a otra parte, ante la visión de las últimas, que se retuercen  en la salsa. Así es como se sirve este plato, de forma que el comensal elija su propia cochura. El padre de Yves es un excelente sibarita, pero fue formado por los jesuitas antes de su adición al hedonismo y no ha madurado. Devora las ostras crudas y no soporta los aullidos o ver  los estertores  del bogavante, que ofrecen el placer del plato.

Ignoro si se trata de una casualidad, pero temo que sería demasiada casualidad: alude, como  lo ha hecho Sophie, esta misma mañana, en el Quai,  al indígena  que quiere comerse  un jesuita para apropiarse de los poderes del mismo.

-¿Qué te da le “homard  à l’armoricaine” que no te da la ostra? El placer del sacrificio. Las comemos vivas, querida, en tu plato lo coméis ya muerto ¿recuerdas el indígena del Cándido de  Voltaire? No recibirá la vida del jesuita, porque al cocinarlo lo mata, por eso no recibirá los poderes que tenía, cuando estaba vivo, el jesuita. Me sorprende tu persistente provocación, querida, sobre todo cuando hay platos que te gustarían más ¿No crees?

-Lo que creo es que hemos cometido un error. Teníamos que haber continuado nuestras relaciones como amantes…

-¿Crees que hubiera sido buena idea?-Se para como si se lo pensara y añade, convencido –Decididamente no, querida. No podía funcionar. Aborrezco tus tics;  te conozco demasiado. Me excita la novedad. Si no te hubiera conocido lo hubiera aguantado, pero una vez, en la siguiente ya  me repugnarías. No querida, yo escojo mis polvos y tú los tuyos. ..

-Bueno, en realidad, estamos de acuerdo en lo esencial. Tenemos que sacar a Yves y a Ahmed de donde quiera que estén antes de que estalle el polvorín de Azawad. No podemos arriesgar un interlocutor como Ahmed y unas relaciones con el Q  tan privilegiadas como las que ofrece Yves, nuestro hijo. No tiene que haber otros signos de la presencia de los mismos que los testimonios de los viejos de las tribus a los que tenemos a bien mostrar el apoyo de Francia al MNL. Pero, ahora tienen que salir de allí con todas las cautelas, el MNLA tiene todas las cartas para perder batalla frente a unos islamistas enfurecidos, enaltecidos y apoyados por ciertos intereses que ambos conocemos a la saciedad;  me consta que estás en casi todas las movidas.

-Vale, vale, he comprendido y sabes perfectamente que yo actúo por mi cuenta. Ya está claro que tengo disponible, que se me pagarán los gastos y ¿Quién sabe? A lo mejor una comisión, puestos a ser generosos. Lo habría hecho de todos modos, de haber estado al corriente. Sabéis que lo habría hecho y que, por lo tanto, lo haré lo mejor que pueda…

Me sigue gustando el mamón y especialmente en su papel de macarra, tratando de sacarme la pasta. Está para comérselo…

-¿Quedamos en el 10% de los gastos?

-Al 10% de unos gastos que serán sometidos a aprobación o rechazo. Me explico, no eres el único interlocutor…

-Yo creo que sí lo soy y aunque me comiera tu cerebro, arrancado en vida y latiente, no creo que me enterara de la cantidad. Lo tengo tan crudo como las ostras.  Juegas con ventaja, porque sabes que mi objetivo es salvar las vidas de Yves y de Ahmed y no puedo permitirme que mi ambición lo ponga en peligro.

Sonrío fríamente, como de costumbre, a sus gracias. Lo conseguirá por mucho menos  de lo que estarían ellos dispuestos a soltar. Tengo, prácticamente, carta blanca, pero él no será capaz de sacar partido. Me apuntaré yo el tanto, por supuesto.

-Ya está todo claro y nos toca terminar la cena ¿De qué te apetece que hablemos? ¿Quizá de Coco?

-Si te parece…

-Dejé de verle, como creo que muchos de nosotros, con la grave crisis emocional que sufrió. Se consideró traicionado y sitiado por los artesanos y por los jueces.  Luchó con uñas y dientes hasta el desgarro…

Le pego un corte.

-Ahórrame detalles, me han bastado los del bogavante…

-Tengo lo que me hace falta.

-Nunca lo he puesto en duda, querido, aunque en los negocios…

-No son tan malos, no creas; tengo de sobra para lo que me queda de vida.

-Que al paso que vas, no te la auguro muy larga…

-¿Por qué lo dices? Antes querías echar un polvo…

-Reconozco que tienes un buen revolcón, pero no impide que el alcohol, el tabaco y la droga no ayudan mucho.

 -Ronco

-Lo suponía. Pero yo soy de usar y tirar.

El Principado de la Fortuna/Capítulo XIV

Agadir, 20 de agosto de 2012
Carlos Ortiz de Zárate
jueves, 18 de julio de 2013, 07:26 h (CET)
El Principado de la Fortuna/Capítulo XIII

Coco Polizzi


El padre de Yves, mi primer marido, pasa los inviernos en Marrakech. No ha opuesto resistencia a su desplazamiento  a Agadir. Le he invitado a cenar hoy, en el hotel en el que residimos  tanto Sophie, actualmente la potente viuda Reem, como yo;  el Atlantique Palace.     

Le reconozco pese a los años que no nos hemos visto. Está muy envejecido, pero siempre tan elegante. Me sigue pareciendo atractivo.

Él también me reconoce. Desde su entrada se dirige directamente a mí.

-No has cambiado nada, querida;  los años, en lugar de estragos, han mimado tus encantos…

-Siempre has impregnado tus mentiras de sinceridad, pero… pareces haber mejorado

Se sienta con su parsimonia y salta como una flecha.

-Supongo que la cena estará comprendida en el presupuesto…

Me niego a responder;  no es mezquino y por otra parte, sabe lo que hay. Él fue quien me presentó a Coco Polizzi, que era el restaurador de la casa que tiene  en Marrakech. Hizo maravillas, aunque invirtió años. Era la persona que más hubiera deseado ver, pero sabía que no era posible. El terrible golpe que supuso el cierre de la medina de Agadir por conflictos jurídicos con los artesanos,  le impactó hasta el punto que dejó de recibirme desde el verano de  2008.  Mi ex sabe la razón de la invitación; quiero lo que ya no puedo pedir a Coco.

Ambos  formamos parte del pequeño grupo que asistimos a la apertura de los talleres en los que se ha elaborado todo el material de la medina de Agadir, que nunca había existido. Éramos  una decena, en la que se encontraba Ahmed. Todos ellos eran amigos y yo era la única que no conocía sino al anfitrión y a mi marido. Hablaban del Sahara y de la marca Lakkhoua. Una pena que no tuve tiempo de hablar con todos ellos, porque al descubrir que teníamos negocios con Ahmed, me dediqué más al último. No es que lo lamente, porque mis negocios con Ahmed están siendo muy lucrativos,  pero en estos momentos necesito a los otros y mi ex sabe dónde encontrarlos.

 Coco es el mejor restaurador de arte bereber que conozco. Lo aprendió desde niño. Nació en Rabat, aunque de ascendencia siciliana. Pese a tratarse  de un genio, cuya consagración puede apreciarse en la medina de Agadir, que ha construido piedra a piedra, para dar forma al sueño que concibió durante su infancia; no es esa la razón de mi interés.

Los sueños de Coco merecen aplauso y admiración; pero era y es mucho más importante su poder de seducción. Era un anfitrión que atraía a todos los animistas del mundo y que nunca defraudaba. Todo era mágico para él. Le he visto dibujar, en una simple servilleta de papel del restaurante donde nos había invitado a comer, la tristeza de una turista modesta, anodina y sola e iluminar un rostro, completamente inexpresivo, cuando Coco se levantó  para ofrecerle su obra.  Estoy segura de que Coco había captado la belleza donde nadie lo hacemos.  No dijeron nada, pero Coco volvió a nuestra mesa guardando para sí el tímido beso de agradecimiento. No era sensiblería o algo parecido. El gran atractivo de Coco es que no necesita  hablar para hacernos sentir esa energía universal que es el “Magara”. Lejos de mí los misticismos, no impide que la historia del retrato de la chica  me hizo sentir ternura por alguien que,  hasta entonces me hubiera resultado indiferente y hasta molesta. Coco no es indiferente al Sahara, porque ha mamado la cultura de los bereberes, que siempre pasa por el Sahara.

Mi ex fuma y bebe mientras espera que se me pasen mis “sopores”, como él llama a mis lapsus. No es Coco, lejos de eso, pero a falta de pan, buenas son tortas. Puede hacerlo, sin dudar, pero tras haberle explicado la historia desde el principio, puesto que, a petición mía, Ahmed no le  había informado del viaje de Yves.

-¿Mi hijo ha estado en el palacete de Ahmed y a mí siquiera se me anuncia? ¿Ahora han desaparecido? Grave, muy grave… ¿Cómo lo sabes tú?

No respondo ¿Para qué? No es tan idiota como aparenta. Me limito a esperar que se relaje un poco para formularle lo único que quiero dejarle claro. Necesito,  ya mismo, saber dónde y cómo están Yves y Ahmed y sé que puede proporcionarme datos en las próximas horas. Deduzco que mi ex ha captado el mensaje. Ya puedo relajarme y dedicarme al hedonismo. Después de todo, mi ex tiene un buen polvo…

-¿Dónde creéis que están?

.Sabemos que en Azawad, que fue el último vuelo del helicóptero de Ahmed… También sabemos que ambos se habían implicado demasiado en la defensa del MNLA…

-¡Deja! Ya veo…

Siquiera mira mi excelente pecho. Se me echa a llorar. Aguanto, porque no es momento de contrariar a un socio precioso.

-Van a un martirio inútil. Tomaré cartas en el asunto.

-¡Hay pasta!

-¿Hasta cuánto?

-Se puede mirar. Eso sí; sin luz o taquígrafos.

Me he pasado y siquiera se molesta en reprochármelo. Saborea uno de sus platos favoritos: el champán con ostras. Sigue teniendo un buen polvo, decididamente.

-¿Por qué le hicisteis venir?

-Hacía falta, mucha falta…

-¿A quién?

-Después de todo, heredará tu parte del negocio.

_Tendré que morir yo primero; ya no es tanta mi parte y en todo caso, será mi legado.

-No te preocupes, querido, yo he comprado tus partes ¿Por qué crees que te dejé? ¿Con qué piensas que he comprado lo que tú derrochas?

-Mis felicitaciones, querida, no deberías de haberte molestado…

Me excita la ironía fresca que tanto me ha cautivado, casi tanto como los beneficios que obtengo. No estamos hechos el uno para la otra, para él la empresa Lakkhoua es la que le permite vivir como vive para  el resto de su vida, cuando necesita más dinero vende participaciones. La riqueza me da el poder que necesito para sentirme viva. He encargado bogavante a la armoricana porque me apetece y porque conozco sus reacciones pueriles al plato, especialmente cuando lo preparan en la mesa. No dice o hace nada ante los aullidos del vicho cuando lo pelan y parten en lonchas. Ha mirado a otra parte, ante la visión de las últimas, que se retuercen  en la salsa. Así es como se sirve este plato, de forma que el comensal elija su propia cochura. El padre de Yves es un excelente sibarita, pero fue formado por los jesuitas antes de su adición al hedonismo y no ha madurado. Devora las ostras crudas y no soporta los aullidos o ver  los estertores  del bogavante, que ofrecen el placer del plato.

Ignoro si se trata de una casualidad, pero temo que sería demasiada casualidad: alude, como  lo ha hecho Sophie, esta misma mañana, en el Quai,  al indígena  que quiere comerse  un jesuita para apropiarse de los poderes del mismo.

-¿Qué te da le “homard  à l’armoricaine” que no te da la ostra? El placer del sacrificio. Las comemos vivas, querida, en tu plato lo coméis ya muerto ¿recuerdas el indígena del Cándido de  Voltaire? No recibirá la vida del jesuita, porque al cocinarlo lo mata, por eso no recibirá los poderes que tenía, cuando estaba vivo, el jesuita. Me sorprende tu persistente provocación, querida, sobre todo cuando hay platos que te gustarían más ¿No crees?

-Lo que creo es que hemos cometido un error. Teníamos que haber continuado nuestras relaciones como amantes…

-¿Crees que hubiera sido buena idea?-Se para como si se lo pensara y añade, convencido –Decididamente no, querida. No podía funcionar. Aborrezco tus tics;  te conozco demasiado. Me excita la novedad. Si no te hubiera conocido lo hubiera aguantado, pero una vez, en la siguiente ya  me repugnarías. No querida, yo escojo mis polvos y tú los tuyos. ..

-Bueno, en realidad, estamos de acuerdo en lo esencial. Tenemos que sacar a Yves y a Ahmed de donde quiera que estén antes de que estalle el polvorín de Azawad. No podemos arriesgar un interlocutor como Ahmed y unas relaciones con el Q  tan privilegiadas como las que ofrece Yves, nuestro hijo. No tiene que haber otros signos de la presencia de los mismos que los testimonios de los viejos de las tribus a los que tenemos a bien mostrar el apoyo de Francia al MNL. Pero, ahora tienen que salir de allí con todas las cautelas, el MNLA tiene todas las cartas para perder batalla frente a unos islamistas enfurecidos, enaltecidos y apoyados por ciertos intereses que ambos conocemos a la saciedad;  me consta que estás en casi todas las movidas.

-Vale, vale, he comprendido y sabes perfectamente que yo actúo por mi cuenta. Ya está claro que tengo disponible, que se me pagarán los gastos y ¿Quién sabe? A lo mejor una comisión, puestos a ser generosos. Lo habría hecho de todos modos, de haber estado al corriente. Sabéis que lo habría hecho y que, por lo tanto, lo haré lo mejor que pueda…

Me sigue gustando el mamón y especialmente en su papel de macarra, tratando de sacarme la pasta. Está para comérselo…

-¿Quedamos en el 10% de los gastos?

-Al 10% de unos gastos que serán sometidos a aprobación o rechazo. Me explico, no eres el único interlocutor…

-Yo creo que sí lo soy y aunque me comiera tu cerebro, arrancado en vida y latiente, no creo que me enterara de la cantidad. Lo tengo tan crudo como las ostras.  Juegas con ventaja, porque sabes que mi objetivo es salvar las vidas de Yves y de Ahmed y no puedo permitirme que mi ambición lo ponga en peligro.

Sonrío fríamente, como de costumbre, a sus gracias. Lo conseguirá por mucho menos  de lo que estarían ellos dispuestos a soltar. Tengo, prácticamente, carta blanca, pero él no será capaz de sacar partido. Me apuntaré yo el tanto, por supuesto.

-Ya está todo claro y nos toca terminar la cena ¿De qué te apetece que hablemos? ¿Quizá de Coco?

-Si te parece…

-Dejé de verle, como creo que muchos de nosotros, con la grave crisis emocional que sufrió. Se consideró traicionado y sitiado por los artesanos y por los jueces.  Luchó con uñas y dientes hasta el desgarro…

Le pego un corte.

-Ahórrame detalles, me han bastado los del bogavante…

-Tengo lo que me hace falta.

-Nunca lo he puesto en duda, querido, aunque en los negocios…

-No son tan malos, no creas; tengo de sobra para lo que me queda de vida.

-Que al paso que vas, no te la auguro muy larga…

-¿Por qué lo dices? Antes querías echar un polvo…

-Reconozco que tienes un buen revolcón, pero no impide que el alcohol, el tabaco y la droga no ayudan mucho.

 -Ronco

-Lo suponía. Pero yo soy de usar y tirar.

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