El mayor enemigo de Mariano Rajoy es el propio Rajoy. Dicen que la cara es el espejo del alma y la verdad es que la cara que puso el pasado 24 de junio cuando compartía en Madrid mesa y desayuno con la presidenta del PP vasco, Arantza Quiroga, no deja lugar a la duda. Creo que prácticamente todo el país ha visto esas imágenes en las que el presidente del Gobierno daba la impresión de estar delatándose a sí mismo. Su rostro se convirtió en un auténtico poema cuando la guipuzcoana dijo sentirse “asqueada” por todo lo que se viene publicando sobre el asunto Bárcenas, que tildó de “vomitivo”, para añadir que “mientras algunos íbamos con las piernas temblando a los plenos, otros estaban en política para otras cosas, para enriquecerse”.

El presidente plasmado, con cara de circunstancias, no tenía claro hacia dónde mirar. Era como si se sintiera aludido por las palabras con las que Quiroga componía frases, por unos vocablos que indudablemente tenían vocación de rejón de castigo. Y que estaban muy bien traídos, porque mientras en Euskadi los concejales y cargos públicos del PP se jugaban la vida, sus compañeros de otros territorios podían vestirse en las más selectas boutiques, gracias a los sobresueldos y prebendas proporcionados por los jefes de los comandos G y B: comando Gürtel y comando Bárcenas.

Me preguntó si el presidente se sintió señalado o acusado por la presidenta del PP del País Vasco, sabiendo, como sabía, que el día menos pensado terminaría siendo puesto en evidencia por ‘Luis, el cabrón’ o por ‘El cabrón de Luis’, ese individuo que muy probablemente ya haya decidido que cuando no queda más remedio que morir, lo sensato es hacerlo matando.

A tenor de lo que se ha publicado, da la impresión de que durante lustros en el PP, las comisiones y los sobresueldos estuvieron a la orden del día. Y claro, que no deje rastro tanto ir y venir y tanto llevar y traer, resulta complicado. Máxime si tenías un tesorero que, al más puro estilo Mónica Lewinsky, se guardaba absolutamente todo, por lo que pudiera pasar.

Y algo gordo parece que está a punto de suceder. Para empezar anticorrupción pide que la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, vaya a declarar, lo que supone un problema no menor. La suya entrando al juzgado será la foto menos deseada en Génova 13 y, al comparecer como testigo, estará obligada a decir la verdad. Sólo pueden mentir los imputados o acusados. Así que como el juez pida que le explique aquello del cese en diferido y simulado, lo mismo sale imputada de la sede judicial.

Lo que sea sonará. Pero de entrada Bárcenas parece dispuesto a tirar de la manta. Y en los papeles que le dio a Pedro Jota, todos hemos podido ver varios apuntes de puño y letra del extesorero del PP, en los que se detallan supuestas cantidades recibidas por un tal M. Rajoy. ¿M de Manuel, de Melitón, de Marcelo, de Mariano…? ¡Vaya usted a saber! Quiero decir que ¡vaya usted a saber si Rajoy no tiene que dimitir antes de que acabe el año!.