Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | Entre tú y yo
Juan Luis Lara

La salud de Comandante

|

El Estado de Salud de Fidel Castro se ha convertido en uno de esos secretos que todo el mundo cree conocer. “Está en las últimas”, dicen los disidentes desde Miami, mientras el gobierno norteamericano se prepara para apoyar una hipotética transición a esa democracia capitalista que tanto gusta imponer desde Washington. “La próxima semana volverá a estar al mando”, aseguran en La Habana los fieles cubanos que aún ven en el Comandante a un ser casi sobrenatural.

Aquí en España, cada vez que la salud de Castro se pone en duda, se escucha aquello de: “hay que ir a Cuba antes de que muera Fidel”. Existe el convencimiento de que sin Fidel la isla ya no será lo mismo, de que el poder de los vecinos del Norte acabará con el último bastión del comunismo cuando desaparezca del escenario el actor protagonista. Es la vieja creencia de que la historia la construyen los líderes y no los pueblos. Eso está por ver.

Desde luego, es llamativo comprobar el simbolismo que el régimen castrista encierra para varias generaciones de progres españoles. Aquellos que eran unos niños cuando Castro y el Che tomaron La Habana, que maduraron creyendo que en España la Revolución también era posible, que celebraron la muerte de nuestro Caudillo como si se tratara de una victoria. Quienes se dejaron arrastrar por los vientos de esperanza que soplaban desde Cuba y han ido dilapidando sus sueños, sus añoranzas y sus viejos ideales día tras día, año tras año.

Todavía a veces, mientras limpian el Audi o esperan la cuenta del restaurante, se sorprenden a sí mismos tarareando una canción de Silvio Rodríguez o de Pablo Milanés. Es entonces cuando más les pica en la conciencia la memoria de aquéllos que fueron y ya casi nunca recuerdan. “Hay que ir a Cuba antes de que muera Fidel”.

La salud de Comandante

Juan Luis Lara
Juan Luis Lara
domingo, 13 de agosto de 2006, 05:01 h (CET)
El Estado de Salud de Fidel Castro se ha convertido en uno de esos secretos que todo el mundo cree conocer. “Está en las últimas”, dicen los disidentes desde Miami, mientras el gobierno norteamericano se prepara para apoyar una hipotética transición a esa democracia capitalista que tanto gusta imponer desde Washington. “La próxima semana volverá a estar al mando”, aseguran en La Habana los fieles cubanos que aún ven en el Comandante a un ser casi sobrenatural.

Aquí en España, cada vez que la salud de Castro se pone en duda, se escucha aquello de: “hay que ir a Cuba antes de que muera Fidel”. Existe el convencimiento de que sin Fidel la isla ya no será lo mismo, de que el poder de los vecinos del Norte acabará con el último bastión del comunismo cuando desaparezca del escenario el actor protagonista. Es la vieja creencia de que la historia la construyen los líderes y no los pueblos. Eso está por ver.

Desde luego, es llamativo comprobar el simbolismo que el régimen castrista encierra para varias generaciones de progres españoles. Aquellos que eran unos niños cuando Castro y el Che tomaron La Habana, que maduraron creyendo que en España la Revolución también era posible, que celebraron la muerte de nuestro Caudillo como si se tratara de una victoria. Quienes se dejaron arrastrar por los vientos de esperanza que soplaban desde Cuba y han ido dilapidando sus sueños, sus añoranzas y sus viejos ideales día tras día, año tras año.

Todavía a veces, mientras limpian el Audi o esperan la cuenta del restaurante, se sorprenden a sí mismos tarareando una canción de Silvio Rodríguez o de Pablo Milanés. Es entonces cuando más les pica en la conciencia la memoria de aquéllos que fueron y ya casi nunca recuerdan. “Hay que ir a Cuba antes de que muera Fidel”.

Noticias relacionadas

Hay muchas formas de identificar a los acosadores en el entorno escolar, si la dirección y coordinación realmente prestan atención a sus alumnos podrán notar los cambios de comportamiento de algunos alumnos hacia ciertos profesores. Los acosadores suelen dejar huellas y pueden ser rastreados en el entorno escolar.

Los cimientos del posmodernismo se tambalearon en la edición más convulsa y polémica que se recuerda en toda la historia de Eurovisión. Todo el agitpro de Occidente dirigió sus esfuerzos a cancelar a Israel, ese pequeño oasis capitalista que aún pervive en Oriente Medio y trata de sojuzgar a la Palestina dominada por la organización terrorista Hamas.

Un error flagrante que se ha cometido en los sistemas de enseñanza-aprendizaje es el de haber sustituido al profesor por el alumno en el epicentro protagónico de dichos ámbitos. El pretender resarcir al docente de su ostracismo no ha de implicar perjuicio ninguno para el educando, el cual se vería aupado, de este modo, a un mayor privilegio, toda vez que dispondría, así, de verdaderos referentes en su proceso de formación.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto