Si anteayer nos congratulábamos por la salud del ciclismo español, ya que dos corredores de la tierra copaban las dos primeras posiciones de la vuelta ciclista reina del circuito internacional, hoy nos alegramos a medias. Antes de la etapa de ayer, el gallego Óscar Pereiro Sio le sacaba casi 8 minutos a Landis, el anterior maiilot amarillo. Pero tras una trepidante etapa de alta montaña, el americano se reivindicó como un auténtico campeón y redujo las distancias en la general para dejar todo para la contrarreloj de la última etapa. Y en segundo lugar continúa un ultradefensivo Carlos Sastre.

El estadounidense Fluid Landis, que tras la etapa de anteayer estaba casi descartado, tras un desfallecimiento en la última subida al Toussuire, protagonizó una épica etapa en el puerto de Morzine. Landis fue capaz de coronar la decimoséptima etapa del Tour y reducir los 8 minutos que le distanciaban del gallego hasta colocarse a solo medio minuto de Pereiro. El americano protagonizó un etapón, que dominó desde el principio cual si fuese el heredero del anterior campeón los últimos 6 Tours. Landis comenzó el ataque que le llevaría a coronar en solitario la meta desde 150 km antes de la llegada final.

Esto nos lleva a afirmar que en el ciclismo actual ya no hay una estrella dominante e insultante como la que representaba Lance Armstrong. Ahora se desarrolla un ciclismo como el de antaño. El de la lucha de los Perico Delgado y compañía.

Y toda esta borrachera de disfrute ciclístico se produce precisamente en el año en que menos se esperaba. Coincidiendo con la herida de muerte que afecta a este noble deporte. Cuando los dopajes y las trampas están a la orden del día. Pero es precisamente en los malos momentos cuando sale a la luz la verdadera y noble cara de una competición que se caracteriza por la superación y la exhibición física. Ojala el ciclismo recobre su salud, porque es un deporte magnífico.