Siglo XXI. Diario digital independiente, plural y abierto. Noticias y opinión
Viajes y Lugares Tienda Siglo XXI Grupo Siglo XXI
21º ANIVERSARIO
Fundado en noviembre de 2003
Opinión
Etiquetas | El minuto más engreído
“Reforma o revolución” o la incertidumbre de la existencia.

El dilema “Reforma o Revolución”

|

1. Planteamiento “Reforma o revolución”. Históricamente, todo movimiento cuyo objetivo fuera la transformación del individuo, de la sociedad o de partes de ellos, en un “nuevo hombre” o en una “nueva sociedad”, ha tenido que plantearse, más tarde o más temprano, este dilema.

No hablamos solamente del movimiento socialdemócrata-anarquista-socialista-comunista (también llamado “movimiento obrero”), en el que se reprodujo constantemente esta polémica: Marx contra Bakunin, Engels contra Blanqui, Eduard Bernstein contra Rosa Luxemburgo, Lenin contra Kautsky, incluso Stalin contra Trotsky. Hablamos, también, de cualquier movimiento transformador, sea en el ámbito político o en el individual o moral: Isócrates contra Platón, San Agustín contra Pelagio o los dominicos contra los franciscanos. En un contexto más cercano a nosotros, la disyuntiva se planteó con toda su crudeza, por ejemplo, en la Transición Española: reforma (“de ley a ley”) o ruptura (“revolución”) con el sistema institucional y jurídico del franquismo.

Se trata, en fin, a día de hoy, en el presente de los pseudo papeles de Bárcenas, de los articulistas fantasmas, de los EREs igualmente espectrales y de las cuentas en Suiza, se trata de la cuestión de si un sistema político de referencia dado, o un sistema económico, o un conjunto sistemático de ideas, o una tradición reflejada en ideas y costumbres, o un estado de cosas en general, son reformables, para conseguir un objetivo dado, o si, por el contrario, sería necesaria su destrucción para volver a reconstruirlos.

“¿Tratamos de arreglarlo o empezamos de nuevo?” . Este dilema se puede aplicar, ciertamente, a gran variedad de situaciones y contextos, desde un programa informático que no funciona, o una pareja que tampoco funciona, pasando por estructura de poder de la comunidad de vecinos, o de la asociación cultural de bolillos en la que paso mi tiempo libre, llegando hasta el sistema político o económico. Sin embargo, quizá donde mejor se han dibujado los perfiles del problema ha sido en los debates políticos sobre la posibilidad, o no, de reforma de un sistema político-económico dado. En este contexto, como en los demás, cuando se plantea (o surge) un problema que cuestiona la coherencia, la organización o, incluso, la identidad o naturaleza de un sistema, o de una organización o institución de ese sistema, siempre se nos abrirán las opciones de, a grandes rasgos, reformar el sistema o la institución para tratar de solucionar el problema o, por el contrario, llegar a la conclusión de que el sistema o la institución han dejado de ser útiles, viables o, simplemente, justos (acaso nunca lo fueron) y, por tanto, es necesario destruirlos o, al menos, “revolucionarlos”.

2. La revolución astronómica De un modo que no deja de resultar curioso, a pesar de que en la actualidad se usa casi exclusivamente en un contexto político o económico, la palabra “revolución” apareció en la Época Moderna como un término técnico de la Astronomía. De hecho, como se recordará, figura en el título de la tan famosa como poco conocida obra de Nicolás Copérnico (De revolutionibus orbitum…). La revolución astronómica, y aquí viene lo curioso, hace referencia al movimiento de los astros. Movimiento cíclico, más que circular, se trata, pues, de una idea conservadora, estática. Un giro de 360 grados, como es obvio, acaba en el mismo lugar y en el mismo estado en los que comenzó.

Sorprende, en fin, que esta idea, que en principio evocaba un movimiento circular (hasta que Kepler propuso la figura de la elipse como forma de las órbitas planetarias), acabara aludiendo a una transformación irreversible de un estado de cosas anterior. (Transformación irreversible: si una revolución alcanza el triunfo, dado que no es posible, de ningún modo, volver al estado de cosas anterior, cualquier movimiento contrarrevolucionario no será, a su vez, sino una nueva revolución de distinto signo.) Según Gustavo Bueno, esta traslación del significado de la palabra “revolución” pudo obedecer a la circunstancia de que el libro de Copérnico “revolucionó” la teoría astronómica. “De este modo, entenderíamos cómo la revolución copernicana, si bien es conservadora cuando se aplica al curso de los astros mismos, es revolucionaria, ahora en el sentido lineal o irreversible, cuando se aplica al curso de las teorías astronómicas”.

3. Las otras revoluciones De cualquier modo, como puede deducirse, la palabra “revolución” ha pasado a los demás ámbitos (principalmente, pero no solo, al político) significando desde un cambio posicional (que los que obedecen pasen a mandar, que los explotados pasen a ser los explotadores, etc.) hasta la destrucción completa del sistema de referencia (por ejemplo, que ya no haya explotadores y explotados). Por ello, la revolución solo es tal cuando se definen sus parámetros (¿qué es lo que se ha “revolucionado”?). Y, por eso mismo, procesos que son auténticamente revolucionarios desde un punto de vista, pueden resultar profundamente conservadores desde otro. Por ejemplo, la Revolución Francesa de 1789, paradigma de las revoluciones políticas, resultó, no me negarán, muy conservadora en el plano económico. El poder cambió de manos, pero no así el dinero. De ahí que el marxismo considerase tradicionalmente que las revoluciones liberales de los siglos XVIII y XIX, aun si necesarias, eran, ante todo, burguesas.

En este sentido, ciertamente, la revolución política funciona como “primer analogado” de la Idea de Revolución y los demás contextos a los que se aplica hacen, en realidad, referencia a este. Ha habido, hay y habrá revoluciones políticas. Pero, también, revoluciones industriales, culturales, filosóficas. Ha habido revoluciones de la moda, de la música pop e, incluso, de la Teología. Rápidas modificaciones que cambian la forma de hacer las cosas o que, incluso, cambian la naturaleza de las cosas.

En fin, el dilema “Reforma o Revolución” que, tarde o temprano, tendrá que plantearse, ya no todo movimiento de transformación, sino también todo sistema ante la aparición de un problema, no es una alternativa nada obvia, mientras no se precise con claridad y distinción qué es aquello que debe ser reformado (y cómo se llevará a cabo la reforma) o qué es lo que habrá de ser destruido, por medio de una revolución.

(Continuará….)

El dilema “Reforma o Revolución”

“Reforma o revolución” o la incertidumbre de la existencia.
Felipe Muñoz
martes, 9 de abril de 2013, 10:22 h (CET)
1. Planteamiento “Reforma o revolución”. Históricamente, todo movimiento cuyo objetivo fuera la transformación del individuo, de la sociedad o de partes de ellos, en un “nuevo hombre” o en una “nueva sociedad”, ha tenido que plantearse, más tarde o más temprano, este dilema.

No hablamos solamente del movimiento socialdemócrata-anarquista-socialista-comunista (también llamado “movimiento obrero”), en el que se reprodujo constantemente esta polémica: Marx contra Bakunin, Engels contra Blanqui, Eduard Bernstein contra Rosa Luxemburgo, Lenin contra Kautsky, incluso Stalin contra Trotsky. Hablamos, también, de cualquier movimiento transformador, sea en el ámbito político o en el individual o moral: Isócrates contra Platón, San Agustín contra Pelagio o los dominicos contra los franciscanos. En un contexto más cercano a nosotros, la disyuntiva se planteó con toda su crudeza, por ejemplo, en la Transición Española: reforma (“de ley a ley”) o ruptura (“revolución”) con el sistema institucional y jurídico del franquismo.

Se trata, en fin, a día de hoy, en el presente de los pseudo papeles de Bárcenas, de los articulistas fantasmas, de los EREs igualmente espectrales y de las cuentas en Suiza, se trata de la cuestión de si un sistema político de referencia dado, o un sistema económico, o un conjunto sistemático de ideas, o una tradición reflejada en ideas y costumbres, o un estado de cosas en general, son reformables, para conseguir un objetivo dado, o si, por el contrario, sería necesaria su destrucción para volver a reconstruirlos.

“¿Tratamos de arreglarlo o empezamos de nuevo?” . Este dilema se puede aplicar, ciertamente, a gran variedad de situaciones y contextos, desde un programa informático que no funciona, o una pareja que tampoco funciona, pasando por estructura de poder de la comunidad de vecinos, o de la asociación cultural de bolillos en la que paso mi tiempo libre, llegando hasta el sistema político o económico. Sin embargo, quizá donde mejor se han dibujado los perfiles del problema ha sido en los debates políticos sobre la posibilidad, o no, de reforma de un sistema político-económico dado. En este contexto, como en los demás, cuando se plantea (o surge) un problema que cuestiona la coherencia, la organización o, incluso, la identidad o naturaleza de un sistema, o de una organización o institución de ese sistema, siempre se nos abrirán las opciones de, a grandes rasgos, reformar el sistema o la institución para tratar de solucionar el problema o, por el contrario, llegar a la conclusión de que el sistema o la institución han dejado de ser útiles, viables o, simplemente, justos (acaso nunca lo fueron) y, por tanto, es necesario destruirlos o, al menos, “revolucionarlos”.

2. La revolución astronómica De un modo que no deja de resultar curioso, a pesar de que en la actualidad se usa casi exclusivamente en un contexto político o económico, la palabra “revolución” apareció en la Época Moderna como un término técnico de la Astronomía. De hecho, como se recordará, figura en el título de la tan famosa como poco conocida obra de Nicolás Copérnico (De revolutionibus orbitum…). La revolución astronómica, y aquí viene lo curioso, hace referencia al movimiento de los astros. Movimiento cíclico, más que circular, se trata, pues, de una idea conservadora, estática. Un giro de 360 grados, como es obvio, acaba en el mismo lugar y en el mismo estado en los que comenzó.

Sorprende, en fin, que esta idea, que en principio evocaba un movimiento circular (hasta que Kepler propuso la figura de la elipse como forma de las órbitas planetarias), acabara aludiendo a una transformación irreversible de un estado de cosas anterior. (Transformación irreversible: si una revolución alcanza el triunfo, dado que no es posible, de ningún modo, volver al estado de cosas anterior, cualquier movimiento contrarrevolucionario no será, a su vez, sino una nueva revolución de distinto signo.) Según Gustavo Bueno, esta traslación del significado de la palabra “revolución” pudo obedecer a la circunstancia de que el libro de Copérnico “revolucionó” la teoría astronómica. “De este modo, entenderíamos cómo la revolución copernicana, si bien es conservadora cuando se aplica al curso de los astros mismos, es revolucionaria, ahora en el sentido lineal o irreversible, cuando se aplica al curso de las teorías astronómicas”.

3. Las otras revoluciones De cualquier modo, como puede deducirse, la palabra “revolución” ha pasado a los demás ámbitos (principalmente, pero no solo, al político) significando desde un cambio posicional (que los que obedecen pasen a mandar, que los explotados pasen a ser los explotadores, etc.) hasta la destrucción completa del sistema de referencia (por ejemplo, que ya no haya explotadores y explotados). Por ello, la revolución solo es tal cuando se definen sus parámetros (¿qué es lo que se ha “revolucionado”?). Y, por eso mismo, procesos que son auténticamente revolucionarios desde un punto de vista, pueden resultar profundamente conservadores desde otro. Por ejemplo, la Revolución Francesa de 1789, paradigma de las revoluciones políticas, resultó, no me negarán, muy conservadora en el plano económico. El poder cambió de manos, pero no así el dinero. De ahí que el marxismo considerase tradicionalmente que las revoluciones liberales de los siglos XVIII y XIX, aun si necesarias, eran, ante todo, burguesas.

En este sentido, ciertamente, la revolución política funciona como “primer analogado” de la Idea de Revolución y los demás contextos a los que se aplica hacen, en realidad, referencia a este. Ha habido, hay y habrá revoluciones políticas. Pero, también, revoluciones industriales, culturales, filosóficas. Ha habido revoluciones de la moda, de la música pop e, incluso, de la Teología. Rápidas modificaciones que cambian la forma de hacer las cosas o que, incluso, cambian la naturaleza de las cosas.

En fin, el dilema “Reforma o Revolución” que, tarde o temprano, tendrá que plantearse, ya no todo movimiento de transformación, sino también todo sistema ante la aparición de un problema, no es una alternativa nada obvia, mientras no se precise con claridad y distinción qué es aquello que debe ser reformado (y cómo se llevará a cabo la reforma) o qué es lo que habrá de ser destruido, por medio de una revolución.

(Continuará….)

Noticias relacionadas

EH Bildu estaría integrada por militantes de Aralar, Alternativa, EA e Independientes, todos ellos fagocitados por la estrella-alfa Sortu, cuyo ideólogo sería el actual candidato a Lehendakari, Pello Otxandiano, quien decidió revisar la anterior estrategia de Bildu e incorporar a su bagaje político la llamada inteligencia maquiavélica.

El pasado martes mientras limpiaba uno de los patios de colegio que me toca dos veces a la semana, una niña intentaba proteger a una abeja que no podía volar cogiéndola con una hoja y la apartó para que nadie la pisara estando pendiente para ver si se podía recuperar a lo que se sumaron una compañera y un compañero. Gestos que demuestran más empatía que muchos adultos.

En la colosal vorágine de los tiempos modernos, nos encontramos enredados en un tejido de deseos y ansias desbocadas. Nos hemos convertido en una sociedad dominada por la avaricia, un apetito voraz que desemboca en la insaciabilidad. La hambruna crónica de la insatisfacción. Más y más por el mero más y más. Lejos queda la capacidad personal y colectiva de detenernos a pensar quiénes somos y echar la vista atrás para recapitular de dónde venimos.

 
Quiénes somos  |   Sobre nosotros  |   Contacto  |   Aviso legal  |   Suscríbete a nuestra RSS Síguenos en Linkedin Síguenos en Facebook Síguenos en Twitter   |  
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto | Director: Guillermo Peris Peris
© Diario Siglo XXI. Periódico digital independiente, plural y abierto