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Agradezco a quienes han hecho posible, una vez más, que Filigramma esté al alcance de los amantes de la cultura, el arte y, en particular, de las letras.
Sueños punitorios en los que he caído miserablemente, sueños punitorios que eyaculo con un ligero emberretinamiento puntual como las fragancias rabiosas; sueños punitorios en los que declamo envaselinados parágrafos de ridiculez.
Me instan, quienes me quieren, a que no pierda mi tiempo, escribiendo sobre gentes que son esencia de estiércol.
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