La generación que descubre la vida en España, y los que todavía son tan pequeños que tan sólo reciben el cuidado de sus padres, tienen la palabra sobre lo que ha de ser el país en el siglo XXI. La generación que vivió la Guerra Civil de 1936, murió durante ella, o se agotó durante la era que dictó el bando triunfador.
. Los que la sufrieron sin participar por su temprana edad, crecieron y se multiplicaron en ese misma período, y la llamada “transición” del franquismo a la democracia les cogió en plena faena de estabilidad laboral y las tareas propias de sacar adelante la familia. La siguiente a ellos, ha alcanzado la España de la hipoteca de bajo interés, y en su inmensa mayoría se encuentran enzarzados en alguna de ellas para pagar la grata vivienda de que disfruta, así como de otros bienes de consumo que le permiten vivir una vida, digamos, acomodada.
Tanto es así, que una inmensa oleada de inmigración ha sido necesaria para ocupar los puestos de trabajo que ese “acomodo” ha provocado desinterés. El Ejército, “columna vertebral de la patria”, se ha transformado en valiosa Ong. Y, admite en sus filas elementos del país que sea. Del mismo modo que el Colegio Oficial de Médicos, ya no es una asociación para defensa de los intereses sociales de profesionales liberales, sino de funcionarios al servicio de terceros con en el Estado como gran patrón en sus diferentes escalas administrativas. Confirmar con estas, u otras consideraciones sociológicas que el país es muy distinto del de hace un siglo, es una evidencia rayana en la perogrullada.
Los libros de Historia de España, no son manuales científicos válidos para repetir experimentos. Se podrían reproducir los métodos, pero los componentes son tan distintos, que el resultado final no guardaría parecido con las anteriores consecuencias. De tan obvio, causa sonrojo intentar reproducir la Reconquista, o el descubrimiento de América. Pero, de tan elemental, según se oyen y leen intenciones, sin tener que enjuiciarlas, algunos parecen ir por esos derroteros. De tal modo, que, la única curiosidad que suscitan es la de, ¡a ver qué sale!
Del mismo modo que las gentes, han cambiado las infraestructuras. España, como se dice, no la reconoce ni “la madre que la parió”. Por este motivo resultan aburridores en sumo, los comentaristas radiofónicos, televisivos o de los medios en papel o digitales, que “predicen” la repetición de la Historia. Otra cuestión distinta es una de las más conocidas interpretaciones de la misma; que, la define como cíclica, que vuelve por donde “solía”, pero, siempre, sobre el mismo lugar, sólo que un poco más arriba. Sería algo así como una espiral ascendente con perdidas de nivel, pero por encima del anterior paso por el mismo punto.
Así, de este modo, cumple la Humanidad lo que bien pudiera ser su vocación: la de habitar la tierra, crecer y multiplicarse. Esta dinámica alcanza a España de la misma manera. Y, ahí si que la curiosidad por ver “qué sale”, llega a ser morbosa. El país de hoy, el del “aserejé”, el de las hipotecas, y de los “puentes”, no es la España paupérrima del 36, con unos gobernantes sectarios, que, como el presidente Azaña, aseguraban que nadie les arrebataría el poder. Pero la bolita, como en la ruleta, esa vez no cayó en el color al que habían apostado. Aún así, el país salió adelante, y, hoy día, hasta puede ser que esté donde estaba, solo que un poco más arriba. ¿Quién se atreve a predecir lo que ha de acontecer?
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