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Etiquetas | Real Madrid | Barcelona | LIGA ENDESA
Los azulgranas, un mes después de alzarse con la Copa del Rey, vuelven a ganar en Madrid a un grisáceo Real Madrid (donde Laso cumplía 600 encuentros como técnico), sólo sustentado en los puntos de Llull y Carroll, y refuerzan su liderato en Liga Endesa.

El Barcelona es más líder tras amargar al Real Madrid (76-82)

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Nunca hay un Real Madrid contra un Barcelona en grado descafeinado. Siempre hay alicientes. Está el orgullo de vencer al adversario más directo. O está ese campeonado en disputa. O recuerdos cercanos en el tiempo (léase en versión Copa del Rey). O está un triunfo parcial capaz de posicionarte en el camino más favorable -factor campo en una hipotética final- hacia el título de Liga Endesa. Por todo esto, y otros muchos más elementos que confluyen en un clásico, este Real Madrid contra Barcelona tampoco defraudó al respetable. Lo volvió a ganar el Barcelona. Los azulgranas no sólo dan un enorme y sólido paso hacia el liderato (2 partidos de renta a falta de 10 jornadas), sino que certifican que tienen recuperada la medida al Real Madrid: 6-2 de balance desde la llegada de Pesic.

“El Real Madrid es el mejor equipo de Europa en transición. Si controlamos esto, podemos realizar con garantías nuestros ataques”, resumía el técnico balcánico antes de enfrentarse al Real Madrid. El plan era público y notorio. Y el Barcelona lo ejecutó magistralmente. Los blancos apenas enlazaron unos cuantos ataques en campo abierto. Todo en estático y con múltiples inconvenientes para encontrar posiciones cómodas de tiro. El Barcelona fue defensa, al límite del reglamento, también. Y también fue ataque, como anunciaba su entrenador en la víspera. Heurtel se volvió a destapar como un base capaz de dirigir y anotar con soltura. Sin Hanga, apareció un relevo llamado Smits. También Claver, Kuric y Oriola fueron dándose relevos. Atinó con precisión desde el perímetro.

Pero no hubo un nombre por encima del resto. El Barcelona se movió como un equipo, con todos conocedores de sus funciones y sin extralimitarse. Su puesta en escena fue más que convincente: 3-13 de parcial tras superar los primeros cinco minutos de juego. Luego, por obra y gracia de Llull (11 puntos en el cuarto de los 17 de su equipo) y del toque de atención de Laso (cumplía 600 encuentros como técnico blanco), el Real Madrid devolvió el parcial para cerrar el primer cuarto en empate técnico (17-17). Justo en ese momento, reapareció el fantasma de la Copa del Rey. Los árbitros acudiendo al monitor. Nada que ver con aquella jugada, porque ésta no tenía tanta importancia, pero, a diferencia de entonces, los árbitros se tomaron su tiempo. Sin prisas y sin agobios.

Carroll sofoca el incendio
Quitando ese momento anecdótico, el Real Madrid mostraba un serio problema: 33% de acierto en el tiro por un 54% de los azulgranas. Era un dato. El otro era anímico. Los blancos parecían estar envueltos en los recuerdos malignos de la Copa del Rey. Estaban atenazados. Y mientras el Barcelona continuaba ejecutando su estrategia sin fisuras, el Real Madrid se mantenía en el encuentro merced a los puntos de Carroll: 15 puntos consecutivos y 19 de valoración en el cuarto. Su acierto daba oxígeno al Real Madrid, recuperándolo de otro parcial negativa que le llevó a tener otro balón de partido en contra: 29-38. Al descanso, con Heurtel al frente, el Barcelona se marchó con una mínima renta: 40-45. Habían merecido más.

Heurtel, el guía
El clásico era el colectivo azulgrana contra la inspiración de algún jugador blanco. El Real Madrid no estaba en equipo. Su defensa tampoco estaba en modo sobresaliente. Ni se acercaba al simple calificativo de aceptable. Y ya no estaban ni Llull ni Carroll en ataque. El Barcelona seguía su fórmula (y con Heurtel en modo figura) y volvía, sin hacer nada del otro mundo, a impulsarse fácilmente en el marcador: 45-55. Máxima del encuentro. El único déficit era su incapacidad de cerrar un encuentro cuyos todos síntomas apuntaban hacia su casillero. Siempre que se veían arriba encontraban la resistencia de algún jugador blanco. Esta vez fueron Campazzo y Ayón quienes auxiliaron al Real Madrid. El cuarto se cerró con las mismas distancias de diez minutos antes: 57-62.

Sólo el Barcelona podía echarse a perder. Porque el Real Madrid estaba grisáceo y sin recursos alternativas a poder dibujar transiciones rápidas. Pesic ganaba la batalla de las pizarras. Pero este Real Madrid es capaz de sobrevivir a todos los inconvenientes. Nunca hay que darle por muerto. Ni mucho menos. Un par de buenas defensas al comienzo del cuarto final, sumado a un triple de Taylor volvieron a incluirle en el encuentro: 66-68 a falta de poco menos de seis minutos. El clásico volvía a jugarse. Fue un espejismo.

La reacción del Barcelona fue directa al mentón: dos triples inverosímiles, a manos de Kuric y Pangos, restablecieron las distancias (66-74). Difícil lo tenía el Madrid. El Barcelona daba la sensación de ir muy fácil. Y pese a los triples de Randolph y Taylor, amén de ese orgullo blanco, los azulgranas volvieron a conquistar la plaza de Madrid. Hace un mes se llevaron la Copa del Rey; ahora se marchan con el liderato de Liga Endesa muy en su bolsillo de cara a la fase final por el campeonato. El Real Madrid, flojo, se ha reencontrado con un adversario capaz de tutearlo.

El Barcelona es más líder tras amargar al Real Madrid (76-82)

Los azulgranas, un mes después de alzarse con la Copa del Rey, vuelven a ganar en Madrid a un grisáceo Real Madrid (donde Laso cumplía 600 encuentros como técnico), sólo sustentado en los puntos de Llull y Carroll, y refuerzan su liderato en Liga Endesa.
Rafael Merino
domingo, 24 de marzo de 2019, 21:21 h (CET)
Nunca hay un Real Madrid contra un Barcelona en grado descafeinado. Siempre hay alicientes. Está el orgullo de vencer al adversario más directo. O está ese campeonado en disputa. O recuerdos cercanos en el tiempo (léase en versión Copa del Rey). O está un triunfo parcial capaz de posicionarte en el camino más favorable -factor campo en una hipotética final- hacia el título de Liga Endesa. Por todo esto, y otros muchos más elementos que confluyen en un clásico, este Real Madrid contra Barcelona tampoco defraudó al respetable. Lo volvió a ganar el Barcelona. Los azulgranas no sólo dan un enorme y sólido paso hacia el liderato (2 partidos de renta a falta de 10 jornadas), sino que certifican que tienen recuperada la medida al Real Madrid: 6-2 de balance desde la llegada de Pesic.

“El Real Madrid es el mejor equipo de Europa en transición. Si controlamos esto, podemos realizar con garantías nuestros ataques”, resumía el técnico balcánico antes de enfrentarse al Real Madrid. El plan era público y notorio. Y el Barcelona lo ejecutó magistralmente. Los blancos apenas enlazaron unos cuantos ataques en campo abierto. Todo en estático y con múltiples inconvenientes para encontrar posiciones cómodas de tiro. El Barcelona fue defensa, al límite del reglamento, también. Y también fue ataque, como anunciaba su entrenador en la víspera. Heurtel se volvió a destapar como un base capaz de dirigir y anotar con soltura. Sin Hanga, apareció un relevo llamado Smits. También Claver, Kuric y Oriola fueron dándose relevos. Atinó con precisión desde el perímetro.

Pero no hubo un nombre por encima del resto. El Barcelona se movió como un equipo, con todos conocedores de sus funciones y sin extralimitarse. Su puesta en escena fue más que convincente: 3-13 de parcial tras superar los primeros cinco minutos de juego. Luego, por obra y gracia de Llull (11 puntos en el cuarto de los 17 de su equipo) y del toque de atención de Laso (cumplía 600 encuentros como técnico blanco), el Real Madrid devolvió el parcial para cerrar el primer cuarto en empate técnico (17-17). Justo en ese momento, reapareció el fantasma de la Copa del Rey. Los árbitros acudiendo al monitor. Nada que ver con aquella jugada, porque ésta no tenía tanta importancia, pero, a diferencia de entonces, los árbitros se tomaron su tiempo. Sin prisas y sin agobios.

Carroll sofoca el incendio
Quitando ese momento anecdótico, el Real Madrid mostraba un serio problema: 33% de acierto en el tiro por un 54% de los azulgranas. Era un dato. El otro era anímico. Los blancos parecían estar envueltos en los recuerdos malignos de la Copa del Rey. Estaban atenazados. Y mientras el Barcelona continuaba ejecutando su estrategia sin fisuras, el Real Madrid se mantenía en el encuentro merced a los puntos de Carroll: 15 puntos consecutivos y 19 de valoración en el cuarto. Su acierto daba oxígeno al Real Madrid, recuperándolo de otro parcial negativa que le llevó a tener otro balón de partido en contra: 29-38. Al descanso, con Heurtel al frente, el Barcelona se marchó con una mínima renta: 40-45. Habían merecido más.

Heurtel, el guía
El clásico era el colectivo azulgrana contra la inspiración de algún jugador blanco. El Real Madrid no estaba en equipo. Su defensa tampoco estaba en modo sobresaliente. Ni se acercaba al simple calificativo de aceptable. Y ya no estaban ni Llull ni Carroll en ataque. El Barcelona seguía su fórmula (y con Heurtel en modo figura) y volvía, sin hacer nada del otro mundo, a impulsarse fácilmente en el marcador: 45-55. Máxima del encuentro. El único déficit era su incapacidad de cerrar un encuentro cuyos todos síntomas apuntaban hacia su casillero. Siempre que se veían arriba encontraban la resistencia de algún jugador blanco. Esta vez fueron Campazzo y Ayón quienes auxiliaron al Real Madrid. El cuarto se cerró con las mismas distancias de diez minutos antes: 57-62.

Sólo el Barcelona podía echarse a perder. Porque el Real Madrid estaba grisáceo y sin recursos alternativas a poder dibujar transiciones rápidas. Pesic ganaba la batalla de las pizarras. Pero este Real Madrid es capaz de sobrevivir a todos los inconvenientes. Nunca hay que darle por muerto. Ni mucho menos. Un par de buenas defensas al comienzo del cuarto final, sumado a un triple de Taylor volvieron a incluirle en el encuentro: 66-68 a falta de poco menos de seis minutos. El clásico volvía a jugarse. Fue un espejismo.

La reacción del Barcelona fue directa al mentón: dos triples inverosímiles, a manos de Kuric y Pangos, restablecieron las distancias (66-74). Difícil lo tenía el Madrid. El Barcelona daba la sensación de ir muy fácil. Y pese a los triples de Randolph y Taylor, amén de ese orgullo blanco, los azulgranas volvieron a conquistar la plaza de Madrid. Hace un mes se llevaron la Copa del Rey; ahora se marchan con el liderato de Liga Endesa muy en su bolsillo de cara a la fase final por el campeonato. El Real Madrid, flojo, se ha reencontrado con un adversario capaz de tutearlo.

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