Desde El diario de Bridget Jones hasta Notting Hill, pasando por Cómo perder a un chico en 10 días y algunas películas de Drew Barrymore y Reese Witherspoon, las comedias románticas anglosajonas han desarrollado en el siglo XXI una fórmula exacta, inamovible, cuya casuística pasa siempre por una relación heterosexual aburguesada, dos intérpretes de cara lavada y cuerpo voluptuoso, un punto de partida alejado de la realidad (normalmente generado por una apuesta) y un esplendoroso desenlace/reconciliación con pantalla gigante y algunas lágrimas.
Este esquema narrativo, practicado también en muchas series de televisión, se etiqueta a sí mismo como evasivo por sus inocuas premisas e intenciones. No tenemos más que echar un vistazo a Novia por contrato para darnos cuenta de su estrechez de miras, pero tampoco deja de ser razonable (razonablemente industrial) que un estudio tienda al formulismo si con ello logra unos ingresos suficientes para amortizar (y algo más) sus inversiones. Novia por contrato lleva recaudados 80 millones de dólares en cinco semanas sólo en Estados Unidos, estrenándose en más de 3.000 salas. Mucho dinero para una producción que se ha gastado casi todo el presupuesto en el sueldo de los actores, porque para esta ecuación no hacen falta efectos especiales ni grandes decorados. Basta con un barco, un par de casas y unas cuantas caras bonitas.
Novia por contrato cumple con su cometido pese a que las malas lenguas hablaban de continuos rifirrafes entre los protagonistas, Sarah Jessica Parker y el impronunciable novio de nuestra Pe, Matthew McConaughey, por otro lado especialista consumado en empresas de este tipo (desde la mencionada Cómo perder a un chico en 10 días hasta Planes de boda, compartiendo glamour con Jennifer López). No es que haya demasiada química entre ellos, pero no cabe duda de que ejecutan con bastante efectividad el trabajo que han venido a hacer. Se miran, sonríen, se besan, se enfadan y luego se abrazan. No es el ciclo de la vida (¡nada más lejos!), pero sirve como entretenimiento ocasional pese a sus continuos desvaríos sentimentales (los guionistas, bastante "atrevidos", relacionan el amor con la naturaleza en busca de un sentido del humor inalcanzable: a Tripp le muerden, uno tras otro, una ardilla, un delfín y una iguana, hasta que su reconciliación con Paula provoca también su simbiosis con el resto de los seres vivos).
Lo mejor, sin duda, las apariciones de Kathy Bates y Zooey Deschanel, esta última arrebatando algunas escenas a la protagonista de Sexo en Nueva York, muy inferior en desparpajo y algo carente de misterio.