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Hembrismo, feminazismo o feminismo de género

Juan Pablo Mañueco
Juan Pablo Mañueco
viernes, 17 de marzo de 2006, 03:55 h (CET)
FRENTE al “Feminismo de Equidad” que cree en la igualdad de sexos, y que por tanto puede fomentarse por todo el “género humano” (de los dos sexos), se ha alzado el “Feminismo de Género”, una ideología totalitaria y militante que combate cuanto se le oponga (incluso el otro feminismo y, por supuesto, el “género” o más bien sexo odiado que debe ser batido: los hombres) y que propugna la desigualdad legal y judicial para uno de los sexos: el suyo.

El feminismo de género (mala traducción del americano “gender”, de donde proviene, aunque allí constituye una secta minoritaria y perfectamente identificada ya por el extremismo y peligrosidad de sus postulados) es una especie de hembrismo o machismo a la inversa, pero que presenta todos sus vicios: no busca la igualdad entre sexos sino la supremacía de uno sobre el otro, a la totalidad de cuyos integrantes se les declara enemigos cromosómicos, criminales en potencia, que, por tanto, han de ser vigilados y represaliados especialmente por las leyes.

Este género o clase de feminismo sectario americano comienza a ser conocido no sólo como hembrismo sino también como feminazismo, porque ofrece algunas curiosas o inquietantes similitudes: emprende campañas de criminalización y estigmatización de todo un grupo perseguido (hombres; antes, judíos); controla férreamente los medios de comunicación (para que sólo salgan noticias que interesen y en un solo sentido); impone legislaciones a medida en todos los órdenes y un sistema de “InJusticia” en contra del grupo perseguido; logra que la ley castigue más severamente a éste último por la misma falta o delito, al tiempo que debe ser quien pruebe su inocencia, por el contrario si los miembros del grupo privilegiado dañan o incluso asesinan a los perseguibles, se encontrarán mil excusas... acusándose a los tribunales de excesiva blandura con los delincuentes “habituales” o de ser cómplices ideológicos con ellos...

Otras similitudes: promueven la visión de que el grupo perseguido es responsable de la mayoría de los males de la sociedad, mientras que todo el grupo privilegiado está compuesto por víctimas inocentes de los demonizados; demandan privilegios especiales, puestos reservados en la Administración y subvenciones económicas crecientes para que sus militantes progresen tanto más cuanto más aticen el odio al enemigo; continuamente exponen los logros y los sufrimientos del grupo privilegiado mientras que se desprecian los contrarios.

Si ustedes conocen algún país donde este nazismo ya haya triunfado y sea asumido por el Gobierno, preocúpense porque el fanatismo no habrá hecho sino iniciarse...

Pero si, además, el Gobierno de ese país sólo se alía con fanáticos irracionales que no responden a verdades ni a equidades, sino sólo a desigualdades y a odios: feminazismos, mononacionalismos, etc.; su preocupación haría bien en ir en aumento, porque el futuro que le aguarda a ese país va a ser más que muy inquietante, sectario y violento.

Y, desde luego, no duden acerca del carácter sectario de ese Gobierno, ni de su verdadera ideología, aunque mientan sobre sus verídicos propósitos o se presenten bajo otras siglas distintas.

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Los legisladores actuales se han acostumbrado, de una forma que yo llamaría indecente, a lo que se le ocurre (sea lo que sea) a alguno de esos personajes (masculinos, femeninos y neutros) de la rampante y vulgar moda de los pijos progres. Estamos observando en los últimos tiempos que el legislador actual se entromete en ámbitos privados sin ningún recato, creando normas para regular los modelos que necesita para la promoción de su disparatada ideología.

En medio de la escalada del aluvión de desastres climáticos que nos acorralan y de los incesantes conflictos que nos persiguen, defender los valores humanos y la ética humanitaria, es una de las más urgentes necesidades del momento. Hoy más que nunca precisamos reponernos, trabajar en los valores interiores de cada cual, para encontrar el reposo necesario y la primordial quietud que generan las razones de la esperanza, que todos nos merecemos por el mismo hecho de nacer.

Ni teléfono ni internet, lo justo para sentirse desnortado y pensar en otras posibilidades. Al abrir la ventana escuché a varias personas que llevaban un transistor en la mano, pegado al oído como aquel fatídico 23F o las tardes de domingo para conocer los resultados del fútbol. Decidí no esperar más y pensé dónde podía estar alguno de los dos transistores que tenía en otra época. No tardé en encontrarlos y, tras poner pilas nuevas, resulta que funcionaban como el primer día.

 
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