Es curioso, en la misma semana oímos criticas de todas partes a la tediosa y eterna gala de los Oscars a la vez que somos bombardeados por cientos de informaciones sobre premiados, fiestas, trajes de diseño, joyas, peinados, maquillajes y los siempre llenos de atractivo “grandes perdedores”; y que la siempre tediosa y eterna gala de los TP de oro, que entrega la famosa revista se produzca casi de tapadillo y con una escasa cobertura informativa que demostró el gran fracaso de la organización que no consiguió que ninguna cadena emitiese la entrega de premios después de la negativa final de la anteriormente pactada Telecinco.
Al asumir la negativa de las cadenas, se buscó una nueva complicidad con el publico vía Internet, pero la red de redes fue un nuevo problema más que una solución. La retransmisión nunca pudo llegar a efectuarse debido a la falta de previsión, y los internautas que ansiaban ver a sus ídolos a través de sus pantallas, se encontraron con la agradable / triste sorpresa de ver la lista de premiados la tarde antes a que se coronasen vencedores en la gala. Un error informático, humano, o de diversa índole, dio al traste con los premios y, unido al problema televisivo, hicieron de esta gala una de las que más desastrosa organización tuvo.
De todos es bien sabido que en España no existe una gran tradición referida al seguimiento de entregas de premios de este tipo. Los Goya, o premios de la Academia cada vez son más criticados y menos seguidos y los antiguamente emitidos Premios Amigo de la Música desaparecieron repentinamente de la parrilla de Antena 3. Los Max de teatro parecen no interesar al público y son escasamente comentados de refilón en algunos informativos de corte más alternativo, como edición nocturna de noticias de la 2. Pero los organizadores de dichos eventos no deberían olvidar un detalle en concreto: la televisión es espectáculo y cualquier programa, sea cual sea su corte, que se someta al juicio de una audiencia puramente televisiva (mal)acostumbrada al vertiginoso y acelerado lenguaje que promueve la pequeña pantalla debe amoldarse a sus reglas o al menos ofrecer al espectador lo que busca. La repetitiva retahíla de nominados y premiados aburre hasta al más interesado en el sector y despega a los espectadores de la función de la gala, más una fiesta que un velatorio en el que generalmente no se aprovechan las ventajas técnicas que ofrece un medio como la televisión a través de la imagen en movimiento.
Entre los galardonados hubo disparidad de opiniones. Aquí hay tomate ganó el premio a mejor programa de corazón por delante del cada vez más paupérrimo Salsa Rosa, o del sempiterno Gente. El programa de televisión española "Mira quien baila" se llevó el gato al agua en el apartado de tele realidad por delante de otros programas míticos en el género, como Operación Triunfo o Gran hermano.
En espacios de humor, todo hacía presagiar una batalla entre los curiosos sketchs de Camera Café, y el repetitivo programa comandado por Jesús Corbacho, Homo Zapping. Finalmente, el tercero en discordia se impuso por delante de ellos con Cruz y raya.show, la vulgar opción nocturna de las noches de los viernes en Televisión Española.
En las categorías infantiles no hubo sorpresas, Los Lunnis fueron los vencedores. Y dentro de los informativos, Antena 3 fue la triunfadora, llevándose los galardones de mejor informativo (Noticias 2) y el de mejor presentador (Matías Prats).
En el terreno de ficción Aquí no hay quien viva y Mujeres desesperadas se alzaron con el premio a mejor serie nacional y extranjera respectivamente, y los omnipresentes Pasión de Gavilanes con el TP a la mejor telenovela. Los premios de mejor actor y actriz fueron a parar a dos miembros de la serie Aída de Telecinco. Carmen Machi y Paco León fueron los ganadores de una de las categorías más jugosas de la noche.
Los premios destacaron por encima de todo por las victorias de programas meramente populares, respondiendo así a la faceta democrática de los TP, otorgados por los propios lectores de la revista televisiva mas importante del país. Por ello, programas de reconocida calidad pero escasa audiencia, no obtienen la misma valoración que programas de calidad discutible, pero defendidos por un sector de la población que es al fin y al cabo el más numeroso. Todo ello se puede ver refrendado en las escasas nominaciones, y nulos premios que recibieron dos cadenas de programación mas elaborada y cultural, como son Cuatro y La 2. Dos meras nominaciones para la primera, y ninguna para la segunda, fueron el mero bagaje que obtuvieron ante las otras tres grandes cadenas del ente publico y privado. Por ello es lógico pensar, que los TP, por encima de cuestiones de calidad, premia más a modas pasajeras, defendidas a capa y espada por gran parte del público, que a otras opciones más minoritarias y altamente cualitativas.
Por ello no debemos considerar a los TP más que como unos premios por y para los televidentes.