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Opinión
Etiquetas | Las plumas y los tinteros

6.1

Daniel Tercero
Daniel Tercero
miércoles, 1 de marzo de 2006, 00:10 h (CET)
Resulta que la profesora de Historia Antigua de la UNED Ana María Vázquez Hoyos ha teorizado que la escritura no apareció por primera vez en Oriente, sino que fue Occidente, la península Ibérica en concreto, quien enseñó a escribir a las civilizaciones orientales. “Podemos suponer que los fenicios aprendieron los signos de escritura en España o en el Mediterráneo a través de las navegaciones, los llevaron al Líbano y allí los adaptaron a su alfabeto” explicó la profesora.

Mientras tanto, los ciudadanos de Cataluña ven como la lógica y manifiesta convivencia de dos lenguas, castellano y catalán, es utilizada por los dirigentes políticos para que exista una fricción en todo lo que controlan las instituciones -¿hay algo que no controlen?-. La lengua (las lenguas), siempre la lengua.

Con cierto hartazgo los ciudadanos de Cataluña se han ido asociando para reclamar unos derechos lingüísticos y alzar la voz ante las autoridades competentes. Pero esta actitud no es nueva. En la España del dictador Francisco Franco se utilizaba con poca efectividad pero mucha lógica la ya muy oída frase de que la enseñanza primaria debía ser en la lengua materna del alumno. Así, los catalanoparlantes –y no sólo estos- reclamaban un derecho lingüístico no reconocido en ninguna ley española pero si en leyes internacionales auspiciadas por la ONU y la UNESCO, además de estar avalada por la gran mayoría de lingüistas y pedagogos.

Llegada la deseada democracia, tras la autodisolución del régimen franquista, se estableció por ley que los escolares podrían ser educados, al menos en sus primeros años de enseñanza -que son los de la consolidación y aprendizaje del lenguaje- en la lengua materna de sus padres a elección de estos y en las regiones que se oficializara más de una lengua, es decir, en Cataluña, País Vasco, Galicia, Islas Baleares y Comunidad Valenciana. El sistema se dejó, con lo que se llama transferencia de Estado a Comunidad Autónoma, a libre elección de las regiones.

El gobierno autonómico catalán, que dirigió desde 1980 Jordi Pujol y dirige desde 2003 Pasqual Maragall, se decidió por un sistema de inmersión lingüística en todas las escuelas catalanas. O lo que es lo mismo, todos los niños recibirían las asignaturas en catalán, a excepción hecha de la lengua extranjera y la lengua castellana o española. De esta manera los padres que quisieran escolarizar a sus hijos en castellano –lengua también oficial de Cataluña- tendrían que pedirlo expresamente y su hijo recibiría una enseñanza individualizada. Siempre y cuando los padres, como pasó en los noventa en Tarragona, no cedieran ante las presiones del Departamento de Enseñanza de la Generalidad. Y, de repente, llegada la democracia y la libertad, los defensores del derecho a la enseñanza en lengua materna se convirtieron en integristas lingüísticos del derecho de la lengua del territorio ¡como si las piedras hablasen!

Pues bien, parece que el sino de los ciudadanos de Cataluña es estar siempre exigiendo unos derechos que cualquier país occidental garantiza a sus ciudadanos al nacer. Libertad lingüística, se llama. Y, desde que en 1983 se creara la primera asociación en Barcelona, Acción Cultural Miguel de Cervantes, para exigir dicha libertad ‘la resistencia’ sigue multiplicándose, aunque bien es cierto que con resultados poco efectivos.

Enmienda 6.1 es la última de las asociaciones creada con este fin. Apoyada por Ciutadans de Catalunya –que se convertirá en partido político en breve-, Socialistas en Positivo –corriente interna del PSC- y Asociación por la Tolerancia, presenta un proyecto bien claro: la enmienda del artículo 6.1 del proyecto estatutario catalán que se debate en las Cortes Generales y que ya ha aprobado un redactado referente al tema lingüístico que priva de unos derechos a los ciudadanos que sean castellanoparlantes en una parte de España. Una vuelta más de tuerca de un nacionalismo silencioso que borra a las personas, las protestas de estas y sus ideas, cuando no siguen el ideario establecido.

Vázquez Hoyos descubre, a partir de la observación de un par de objetos del Museo de Huelva, que fuimos los ibéricos los que exportamos la escritura a Oriente y de allí nos la devolvieron para un uso correcto y adecuado. En ocasiones me pregunto por qué no hemos conseguido exportar ciertas ideas totalitarias a otros lugares. Pero no a Oriente, no, fuera de la Vía Láctea, para que no nos las devuelvan jamás.

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Lo que voy a decir no se apoya -no lo pretende, además lo rechaza- en ningún argumento científico. Rechazo en general lo científico porque proviene, tal caudal de conocimiento, de la mente humana matemática, fajada y limitada, sobre todo no mente libre sino observante desde muchos filtros atascados de prejuicios.

No es ninguna novedad que vivimos en un tiempo donde el pulso de la coexistencia social parece haberse acelerado en una deriva incomprensible, enfrentándonos con la paradoja de una humanidad cada vez más próxima, sin que ello se traduzca necesariamente en la cercanía o comprensión mutua.

El filólogo humanista Noam Chomsky decía que “si no se está de acuerdo con una cuestión, el hecho de formular y escuchar críticas, forma parte de la convivencia, y así se espera que sea”. De este modo, Chomsky argumenta el derecho y obligación a ejercer la crítica como proceso para la construcción de la convivencia.

 
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