La arqueología tiene futuro. O eso parece. Esta última semana se ha hecho público el descubrimiento de dos tumbas de importante, de momento, valor histórico. En Egipto y Grecia -¿dónde si no?- dos grandes tumbas y por diferentes motivos y de diversas características permitirán que los arqueólogos e historiadores de la antigüedad sigan estudiando acerca de dos mundos siempre fascinantes: el Egipto faraónico y la Grecia posterior a Alejandro Magno.
En el Valle de los Reyes, cerca de la ciudad de Luxor –visita obligada por todo turista- un equipo de arqueólogos estadounidenses, de la Universidad de Memphis, hizo pública a finales de la semana pasada la noticia del descubrimiento de la primera tumba faraónica sellada desde el descubrimiento, en 1922, de la de Tutankamón. Por lo tanto el hallazgo es de un gran valor tanto histórico como misterioso.
La cripta o caché, que así se denomina a este tipo de tumbas en la terminología empleada por los arqueólogos, contiene cinco sarcófagos con sus cinco momias correspondientes –en principio. Y, según los especialistas, no era característica de los grandes faraones pero sí de familias nobles o sacerdotes, que empleaban esta cripta para evitar los saqueos. Pese a que no se sabe todavía el contenido del interior de los sarcófagos si se ha podido comprobar la datación de la madera con la que están confeccionados, y corresponde a la dinastía XVIII a la que pertenecieron faraones tan ilustres, para nosotros, como Tutankamón y Ajenatón.
Es, sin duda, un descubrimiento muy importante para saber más del mundo faraónico y del Egipto misterioso que tanto atrae a investigadores, turistas o simples curiosos.
Por esos días –finales de la semana pasada- hacía pública la cadena BBC el descubrimiento, por casualidad, de la tumba subterránea más grande jamás encontrada en Grecia. Un granjero, cerca de la ciudad antigua de Pella, encontró la construcción con ocho cámaras labradas en la roca. Los científicos e investigadores que se han hecho cargo de la elaboración de las primeras hipótesis datan la tumba alrededor del 300 a.C., por lo que se relacionaría con una época justamente posterior a la de Alejandro Magno.
Tras la muerte de Alejandro el Grande o Magno los generales, que le habían dado tanto apoyo y confiaron en él en vida, se repartieron el imperio a base de luchas y guerras entre ellos, lo que debilitó la poderosa herencia que el macedonio les dejó. Este tesoro en forma de tumba encontrado ahora, por casualidad como muchos de los descubrimientos, se cree según los primeros estudios que tuvo que pertenecer a una familia rica de la época, y de hecho algunos nombres todavía se conservan en las rocas encontradas, por lo que no será muy difícil averiguar el origen de los que encontraron su último reposo en los sepulcros encontrados. Pero poco más. Según parece, la tumba de ocho cámaras ha tenido que ser saqueada en alguna ocasión ya que se han encontrado pocas herramientas, ajuar y objetos habituales en este tipo de enterramientos.
Todavía nos siguen fascinando estos hallazgos. ¡Y los que quedarán! Unas veces por casualidades y otras por insistencia, los que se dedican a la arqueología permiten que sepamos un poco más de nuestros antepasados, remotos y cercanos. Algunos esperamos ya –sentados, porque esto tardará- a que se publiquen los resultados de las primeras investigaciones sobre estos dos descubrimientos.