...y en este clima de tensión que la derecha más reaccionaria de toda Europa está pretendiendo instaurar ―ni me molestaré en especificar lo obvio de a quién me refiero―, don Mariano nos regala una de esas maravillosas frases que podrían ser enmarcadas y expuestas entre los espejos del callejón del gato.
Dice Rajoy que la actitud de Zapatero es un «acto de cobardía sin límites» y un gesto de «humillación» además de una «desfachatez», amén de sintetizar negándole al Presidente «autoridad moral» para imponer la ley.
¿Por dónde empezar? Pues iniciemos recordándole a Rajoy y a los suyos unas lecciones básicas de Teoría del Estado.
Habla don Mariano de autoridad moral y resulta curioso que alguien como él ―licenciado en Derecho― haya querido olvidar la diferencia entre «autoritas» y «potestas». Lo que está fuera de toda duda, es que el presidente Zapatero tiene la absoluta potestad para hacer cumplir las leyes, como jefe del ejecutivo que es. Ahora bien ¿de dónde sale esa pretendida autoridad moral que el señor Rajoy se arroga? ¿Algún ciudadano ha sido convocado a consulta electoral acerca de este extremo? Que yo sepa, Rajoy sólo se presentó a Presidente del Gobierno y, claro está, perdió. Y, a no ser que las cosas hayan cambiado, quien pierde las elecciones y queda en segundo lugar es, a lo sumo, líder de la oposición y no referente espiritual o moral alguno ―a no ser que la Conferencia Episcopal le quiera nombrar algo―.
Debe ser que al señor Rajoy y a los suyos, Toledo ―ciudad donde están reunidos en cónclave― les trae recuerdos de otras épocas en las que, Isabel y Fernando, pretendían abrazar poder político y espiritual al mismo tiempo. Y ya lo dijo Machín «¿Cómo se puede amar a dos mujeres a la vez y no estar loco?».
Pero sigue ―prosigue― esta nueva autoridad moral patria, hablando de desfachateces. Pues, si a mi me preguntaran, preferiría ser calificado de desfachado, que de facha. Y no se ruboricen, señores y señoras del PP, que no digo otra cosa que la que la Real Academia de la Lengua explicita como acepción tercera de la palabra: «de ideología política reaccionaria». Aunque ―no lo descarto―, cada vez más, el señor Rajoy se corona como merecedor de otra de sus acepciones: «hombre no merecedor de respeto».