Se cumple un año desde la declaración de Anoeta, por la que la izquierda abertzale daba un giro indudable en sus postulados.
Todos, bueno ya se sabe que el Partido Popular nunca es parte de un todo, asumieron ese paso como importante y necesario para el fin de ETA. Toca hoy hacer balance.
A lo largo de todo este año se han venido dando un vaivén de declaraciones, comunicados y posicionamientos que, a buen entendedor pocas palabras bastan, demuestran el inicio de un clima de distensión básico para acometer pasos más relevantes.
Hace tan solo cosa de dos años, en pleno apogeo de la mayoría absoluta del Partido Popular, todo lo que sonaba a vasco estaba bajo sospecha y, claro está, la situación era insostenible.
Con el gobierno de Zapatero las cosas volvieron a su cauce natural, es decir, a la normalización de las relaciones institucionales entre Moncloa y Ajuriaenea que, por más de cuatro años, habían quedado rotas por una lucha más que absurda.
Y es que, nacionalismo vasco y español se enfrentaron en una lucha sin cuartel que, como siempre, los ciudadanos acabamos pagando.
El clima es, sin duda, mejor. La ciudadanía vasca y española vuelve a estar reconciliadas y, como no, con ello ganamos todos. Y, sin que quepa la menor duda, éste es uno de los haberes de la gestión de Zapatero que, con la inestimable ayuda del Partido Socialista de Euskadi y de su líder Patxi López, han sabido devolver la serenidad y cordura a un asunto que nos afecta a todos.
Queda sin embargo el mayor paso o, si se quiere, el paso. Nadie duda que se dan las condiciones para que pueda darse, de verdad, un proceso de paz, pero a quien toca iniciar el camino es a la propia ETA.
Los ciudadanos vascos lo tenemos claro y nuestra exigencia es manifiesta. Tras Anoeta sólo queda pasar del dicho al hecho.