Es curioso ver cómo la derecha más reaccionaria de Europa –el PP, por si a alguien no le había quedado lo suficientemente claro–, sigue en su dinámica de abanderar las reivindicaciones más casposas y ultraconservadoras.
Veía yo el telediario –os aseguro que era el de una cadena no muy cercana al gobireno socialista– cuando, de repente, uno de los convocantes de la manifestación contra las reformas educativas se atrevió a decir lo que realmente pensaba: el verdadero problema de estas reformas es su falta de respeto a la enseñanza religiosa.
Y es que, hoy día, hay quien sigue confundiendo respeto con pleitesía.
Nuestra sociedad, no es ya la ultracatólica España postfranquista que dividía a las personas entre los buenos –católicos– y los malos –los demás–.
España es, por fin, una sociedad avanzada dentro de un mundo globalizado que, más pronto que tarde, acabará derrumbando toda muralla que se oponga al multiculturalismo y, con ello, toda visión exclusivista de entender el sentimiento religioso.
La jerarquía católica, mantenida en unos privilegios que no le corresponde, llama a la rebelión desde sus púlpitos, simple y llanamente, porque como conservadores que son –a los hechos me remito– se niegan a aceptar una realidad: todo maximalismo religioso está condenado al fracaso.
Amén.