Como si se tratara de una pesadilla, la ciudad de las luces ha quedado alumbrada por el fuego de la venganza. Venganza por la falta de integración que la sociedad francesa ha venido ofreciendo a tantos y tantos inmigrantes.
Muchos fueron los avisos de que algo no funcionaba en Francia. Le Pen como candidato a Jefe del Estado francés en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales; la baja participación en los sucesivos comicios electorales; o, a modo de otro mero ejemplo más, el varapalo ofrecido por los franceses a las aspiraciones constitucionalistas del resto de europeos, son muestras sintomáticas de una insatisfacción clamorosa.
Y, a pesar de saber como pintan las cosas, el ministro de Interior francés, no tiene otra cosa que calificar de chusma a quienes, bien es cierto que de forma equivocada, lanzan un grito desesperado contra una sociedad que se niega a aceptarles como parte de ella.
Nunca he entendido la violencia como medio de reivindicación política y, para que no se me entienda mal, éste no es un artículo justificador de aquellos que están atentando contra la propiedad privada de los trabajadores. Nada más lejos de lo que quiero.
Sin embargo, mis palabras, sí quieren ser un toque de atención para que, desde la política, comiencen a ponerse en marcha medidas encaminadas a que aquello no llegue a suceder nunca en nuestro país.
Es necesario, sin duda, que las instituciones se impliquen en la integración real de quienes comienzan, en España, una nueva vida. Y es también vital que se fomente el espíritu multicultural en los centros docentes.
Nuestro actual gobierno ha emprendido el camino. Esperemos que, el resto de instituciones, colaboren en la marcha hacia la integración.