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Las vísceras son tremendamente manipulables

Pena de muerte revisable... ya

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Posiblemente mis vísceras sean de lo más tonto que tengo en mi cuerpo, después de los dedos meñiques de los pies y los pelos de las orejas. Pero aun así hay que ver la guerra que dan.

Las vísceras son tremendamente manipulables. Los medios de comunicación, Twitter, Facebook y las redes sociales en general me las manipulan como les viene en gana. Y mis vísceras me dicen que la prisión permanente revisable es poco para los asesinos confesos de niños, para los terroristas o para los secuestradores y asesinos de chicas jóvenes en general.

Mi cabeza, que está preparada con un pensamiento jurídico y racional, les dice a las tripas que eso es una barbaridad. Que en Estados Unidos hay pena de muerte y ello no impide que sea una de las sociedades occidentales con mayores niveles de violencia y delincuencia de este tipo. Y, sin embargo, en sociedades como las del norte de Europa que no tienen ni pena de muerte o cadena perpetua (revisable o no), los niveles de delincuencia de alta alarma social son menores (no quiere decir que no las haya).

Entonces mi duodeno, que es una víscera comprendida entre el final del estómago y el yeyuno, y es dónde van a parar los jugos digestivos del hígado y del páncreas, le dice al lóbulo frontal de mi cerebro: “tal vez si a quien hubiesen matado hubiese sido a uno de tus hijos, no serias tan racional y civilizado”. Y tiene una razón “duodenal”, posiblemente no podría ser ni civilizado ni racional. Y si todos pensáramos y reaccionáramos igual que nuestras vísceras triperas, ni seriamos racionales ni civilizados. Seriamos manipulables como en la Edad Media en la que quemaban a la bruja de tu vecina.

Pena de muerte revisable... ya

Las vísceras son tremendamente manipulables
ZEN
martes, 20 de marzo de 2018, 00:56 h (CET)
Posiblemente mis vísceras sean de lo más tonto que tengo en mi cuerpo, después de los dedos meñiques de los pies y los pelos de las orejas. Pero aun así hay que ver la guerra que dan.

Las vísceras son tremendamente manipulables. Los medios de comunicación, Twitter, Facebook y las redes sociales en general me las manipulan como les viene en gana. Y mis vísceras me dicen que la prisión permanente revisable es poco para los asesinos confesos de niños, para los terroristas o para los secuestradores y asesinos de chicas jóvenes en general.

Mi cabeza, que está preparada con un pensamiento jurídico y racional, les dice a las tripas que eso es una barbaridad. Que en Estados Unidos hay pena de muerte y ello no impide que sea una de las sociedades occidentales con mayores niveles de violencia y delincuencia de este tipo. Y, sin embargo, en sociedades como las del norte de Europa que no tienen ni pena de muerte o cadena perpetua (revisable o no), los niveles de delincuencia de alta alarma social son menores (no quiere decir que no las haya).

Entonces mi duodeno, que es una víscera comprendida entre el final del estómago y el yeyuno, y es dónde van a parar los jugos digestivos del hígado y del páncreas, le dice al lóbulo frontal de mi cerebro: “tal vez si a quien hubiesen matado hubiese sido a uno de tus hijos, no serias tan racional y civilizado”. Y tiene una razón “duodenal”, posiblemente no podría ser ni civilizado ni racional. Y si todos pensáramos y reaccionáramos igual que nuestras vísceras triperas, ni seriamos racionales ni civilizados. Seriamos manipulables como en la Edad Media en la que quemaban a la bruja de tu vecina.

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Pienso, y esto no deja de ser una opinión exclusivamente personal, que la literatura debe estar escrita siempre desde el foco de la ilusión y la esperanza. Son los esenciales avituallamientos para la creatividad. No digo ya que las novelas deban tener un matiz rosa y de amores platónicos que nos alejan de la realidad. Porque ante todo hay que tener presente el punto de unión entre la ficción y la realidad.

Estoy arrepintiéndome de votar, arrepintiéndome de leer páginas de opinión política en la prensa, arrepintiéndome de acudir a manifestaciones manipuladas, arrepintiéndome de ver noticiarios de televisión y, mucho más, tertulias generalistas con tertulianos mediocres.

El padre de la Constitución argentina, Juan Bautista Alberdi, en su obra "El Crimen de la Guerra"(1870), afirma: "No puede haber guerra justa, porque no hay guerra juiciosa. La guerra es la pérdida temporal del juicio". Asimismo, añade que "las guerras serán mas raras a medida que la responsabilidad por sus efectos se hagan sentir en todos los que las promueven y las invitan".

 
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