Desde que un día lo oí, no he podido dejar de darle vueltas. Aún me acuerdo de la afirmación: «[...] es que, además, lo dice con ese gracejo que a Rajoy le caracteriza».
¿Gracejo? ¿Rajoy? Bueno, es cierto que para gustos están los colores y que, aunque yo no me explique cómo, puede ser que a algunos les parezca graciosísimo lo que dice Rajoy.
Sea como fuere, lo cierto es que el susodicho se lo ha creído y, con el mundo por montera, nos deleita con ese supuesto gracejo haciendo las delicias de cuanto reaccionario quiera reír la gracia.
Pero ocurre que, como a todo humorista, un día las ideas flaquean y hay que echar mano del repertorio de otros cómicos que le precedieron. Y, cómo no, nuestro popular Mariano a quién iba a acudir sino al ilustre Aznar.
¡Oh, Aznar! Ese gran ilusionista que, por arte de magia, hizo aparecer la sombra de la guerra en nuestro país; ese gran hombre que consiguió hacernos partir de risa –y de vergüenza propia y ajena– cuando con entonación chicana hizo famosa la frase «Estamos trabajando en ello»; aquel que, sin pensárselo dos veces, formó trío –y comparsa– con Bush y el amigo Blair para salvar al mundo mundial de las destructivísimas armas que nunca se encontraron en Irak; ...
Pues bien, resulta que aquella conocida frase de «Márchese, señor González. Márchese» se le ha antojado tan graciosa, que ha decidido retomarla en contra del presidente Zapatero y, así, gritan hoy las filas del PP «Vuelva usted, señor González. Vuelva usted».
Y es que Mariano tiene una gracia, un salero, un no se qué, ¡que no se puede aguantar! Y no es la primera vez que nos lo demuestra. ¿Se acuerdan ustedes de ese chiste tan gracioso de los hilillos de plastilina del Prestige? Pues sí, también era suyo.
Ay Mariano, Mariano. Si es que sólo te queda ponerte un nombre artístico. Pero ten cuidado porque algunos, como el de Marianico el corto, ya están cogidos. No sea que te denuncien como le pasó a Tamara.