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Un grupo de especialistas del Equipo de Investigación de Atapuerca ha descubierto que los grupos humanos que habitaron la cueva de la Gran Dolina (Burgos), hace más de 400.000 años, cazaban bisontes de forma sostenible. El estudio, liderado por Guillermo Rodríguez-Gómez (Universidad Complutense de Madrid) y Antonio Rodríguez-Hidalgo (Instituto de Arqueología-Mérida, CSIC-Junta de Extremadura), ha sido publicado en la revista Scientific Reports.
Por increíble que parezca, y más aún en estos tiempos en que el poder y la desigualdad se nos presentan como males inevitables de la condición humana, hubo una comunidad, allá por los remotos días del Cobre, que vivió durante más de un milenio sin amos ni esclavos, sin palacios ni élites, sin templos ni castas. Sin grandes tumbas que contar. Solo vida compartida. Trabajo, tierra y pan para todos.
En un mundo donde los hospitales se erigen como catedrales de la ciencia, cargados de tubos, monitores y bisturíes de precisión milimétrica, cabría preguntarse si no hemos perdido algo en el camino. La sanidad pública española, tan compleja como necesaria, es un coloso que mezcla luces y sombras, avances tecnológicos que rozan la magia y, a la vez, la amarga sensación de deshumanización en los pasillos fríos donde los pacientes se convierten en números.
Los neandertales crearon herramientas de piedra unidas por un adhesivo de múltiples componentes, lo que sugiere que estos predecesores de los humanos modernos tenían un nivel cognitivo y de desarrollo cultural más alto de lo que se pensaba anteriormente.
Cuentan algunos paleontólogos y paleontólogas de ahora que en la prehistoria, la mujer hacía casi todo como el hombre: cazar, pescar, cultivar, decorar y pintar las cuevas, hacer fuego, rendir culto en plan chamán, tallar pequeñas armas.
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