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Se llamaba Feng, aunque eso lo descubrí cuando él ya no estaba. Parecía satisfecho de lo que veía, y su mujer tenía siempre a mano la sonrisa que a él le costaba un poco más. Nunca me pregunté los tumbos que les llevaron aquí, y lo que debieron esforzarse para montar su negocio.
Es el día, de vivir otra vez, de apagar la vela de la melancolía.
Recordándote,
me encuentro en la alcoba,Mañana vendrá otro invierno.
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