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César Valdeolmillos
César Valdeolmillos
Zapatero no pudo culminar el proceso iniciado para desguazar España. Los acontecimientos y las mentiras le desbordaron. Daba igual. Para la izquierda el tiempo no cuenta

Casi veinticinco años hace que los españoles, atónitos e incrédulos, como si se tratase de una mala pesadilla, y sin terminar de creerlo, estamos siendo testigos del desguace creciente de España. Concretamente desde el 22 de julio de 2000, fecha en la que José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido secretario general del PSOE.

No pretendo que se arrepienta del inmenso daño que está haciendo a su país; ni a la izquierda; ni al partido del que un día fue expulsado por intentar violar la democracia interna del mismo

Señor presidente: si he de serle sincero, no tengo la menor esperanza de que estas reflexiones lleguen a su conocimiento, y en el supuesto de que llegase a tener noticia de ellas, puedan causar el menor efecto en sus mudables propósitos. Soy consciente de que mis palabras son una gota de agua en la inmensidad de los océanos.


Es crucial mantener la integridad y el respeto a la ley para conservar la legitimidad jurídica y moral

A pesar de los ataques encubiertos que desde hace cinco años viene recibiendo, la Constitución aún resiste y ha logrado cumplir 45 años. Es una de las más jóvenes del mundo occidental, y podría decirse que de las más estables, de no ser por el decidido empeño del presidente del Gobierno en avalar las tesis que indefectiblemente nos conducen a la desmembración del país.

Si alguien está lo suficientemente loco como para querer acabar con un país con 500 años de historia, puede hacerlo. Pero deberá estar preparado para asumir las consecuencias

Cientos de miles de personas se han manifestado en contra de la política de Pedro Sánchez. Personas de todas las edades y condición social, han expresado en las calles españolas su rechazo a la forma de gobernar de Pedro Sánchez. Rechazo a sus mentiras, a sus engaños, a su cinismo, a su falta de honestidad política, a su desmedida ambición de poder, a la arrogancia con que se comporta con quien está disconforme con sus decisiones.

Al llegar a su mayoría de edad, la princesa Leonor, heredera al trono de España, cumplió con una de las obligaciones más trascendentes, como futura reina de España: jurar la Constitución ante las Cortes generales, en las que reside la soberanía del pueblo español. No hay mayor supremacía. Todos los demás poderes, emanan de la misma raíz.

Siempre he mantenido que aquellos que viven de la política, encubiertos tras la artificiosa máscara que pretende representar al pueblo —la realidad es que solo se representan a sí mismos— han convertido el templo que debería albergar la soberanía de la nación española, en un miserable Rastro, en el que como moneda de cambio, solo circulan sus inconfesables intereses.

“Es típico de los regímenes en los que todo el poder llueve de arriba, y a los que ninguna crítica puede llegarles desde abajo, debilitar y confundir la capacidad de raciocinio y crear una vasta franja de conciencias grises que abarca desde los grandes malhechores a las víctimas puras", Primo Levi.

Cuando alguien decide recorrer el camino de la deshonestidad para alcanzar sus metas, está sembrando las semillas de la desconfianza y la inestabilidad en sus relaciones personales y en la sociedad en general. A medida que se descubren sus maniobras, sus mentiras y manipulaciones, se van desvaneciendo la credibilidad y el respeto que se hubiesen podido obtener momentáneamente.

La transición española fue un proceso histórico que permitió el paso sin traumas de una dictadura a una democracia. Sin embargo, en los últimos años, los partidos nacionalistas y la izquierda radical, han cuestionado la legitimidad de este proceso, acusándolo de ser una farsa o una traición. Estos intentos de deslegitimar el espíritu de la transición se basan en argumentos falaces, sesgados, incompletos o tergiversados.

Cuando se ejerce el poder de forma absolutista y dictatorial, se suele perder la perspectiva de la realidad y los límites del mismo. Quien así lo administra, puede llegar a creerse invulnerable, sobre todo si acostumbra a presentarse como adalid de la justicia y regenerador de todos los males que atentan a los más desfavorecidos.

Decía Montesquieu —aquel al que el PSOE declaró muerto apenas alcanzó el poder en 1982— que: “La ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie”. Pero bien sabía el célebre filósofo y jurista de la ilustración que la realidad era muy diferente. Por ello dijo “debe ser” en vez de “es”.

Argentina, un país aclimatado desde hace muchos años a vivir sumido en la aflicción, la injusticia y el dolor, ha contenido el aliento estremecido de estupor. Lucio Dupuy, un ángel inocente de cinco años, perdió la vida a manos de su madre y la novia de esta, como consecuencia de una última golpiza salvaje.

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