Se echaban de menos las sinfonías titánicas que pasan de la hora y que nos mantenían sentados en la butaca del Auditorio Alfredo Krauss, cambiando de posición para intentar amoldarnos al asiento… y pese a que ayer se interpretó la
8ª sinfonía de Bruckner, de aproximadamente una hora y media de duración, finalizó el concierto con la impresión de que aún seguíamos esperando el momento de estar incómodos en el asiento; con actuaciones de tal nivel es difícil encontrar un asiento que nos resulte incómodo.
Se empezó a respirar la tensión en el momento en que salieron los primeros miembros de la Orquestra de la Comunitat Valenciana para terminar de posicionarse en el escenario, al son de los primeros aplausos que los recibían. Fue éste el pistoletazo de salida para el comienzo del protocolo que cobró seriedad con la entrada del concertino y posteriormente la del
maestro Zubin Mehta, quien andaba con paso firme, quizás al ritmo de alguno de los tempos que más tarde dirigiría.
Acabados los aplausos de bienvenida,
cayó la batuta del maestro dando la entrada a las trompas y fue a partir de este mismo instante en que la sala empezó a llenarse de la mejor música que podíamos esperar. Sirvieron los dos primeros movimientos como los ligeros entremeses de una comida que espera sus platos fuertes… dos primeros movimientos ligeros pero cargados de buen gusto y exquisitez, dos maravillosos movimientos que abrieron el apetito de los asistentes a aquel estupendo banquete musical.
Comenzó el tercer movimiento y quizás más de uno preparó su mejor posición para aguantarlo sin moverse del asiento esperando unos casi 30 minutos de música sin descanso densa y característica de Bruckner, pero… qué afortunados éramos todos ayer cuando pudimos comprobar que quien comparaba las sinfonías de Bruckner con el sonar de un órgano, se quedaba corto en su definición, pues Zubin Mehta nos descubrió anoche que
las flautas, oboes y trompas también cantan con Bruckner, que no sólo la contundencia armónica es característica de él, sino también el buen gusto y las melodías amables y solemnes. Acabó el tercer movimiento con el resonar de una voz de entre el público que decía: “Este tercer movimiento es precioso”
Había pasado ya una hora de concierto ininterrumpida y el cuarto movimiento que esperábamos que fuera el segundo plato fuerte, se quedó para todos en un delicioso postre que nos dejó a con un dulce sabor de boca.
Subieron los decibelios quizás como nunca en este Festival y hacía gala la orquesta no sólo de tener un nivel excepcional a nivel individual, sino de lograr un magnífico empaste, sobre todo en el viento metal quien al poner base armónica lograba ese efecto que tanto gusta a Bruckner.
Quienes aún no hayan tenido oportunidad de asistir al
Festival de Música de Canarias aún pueden hacerlo y aquellos que lo deseen, hoy día de los enamorados podrán repetir y ver de nuevo la 8ª de Bruckner en el Auditorio de Tenerife. Bon apetit musical!