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Rosa Montero, escritora

“Los escritores somos como replicantes, nos cuesta mucho olvidar que hemos de morir”

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Estados Unidos de la Tierra, Madrid año 2019. Aumenta el número de muertes de replicantes que enloquecen de repente. La detective Bruna Husky es contratada para descubrir qué hay detrás de esta ola de locura colectiva en un entorno social cada vez más inestable. Mientras, una mano anónima transforma el archivo central de documentación de la Tierra para modificar la Historia de la Humanidad.

Agresiva, sola e inadaptada, Husky se ve inmersa en una trama de alcance mundial, mientras se enfrenta a la constante sospecha de traición de quienes se declaran sus aliados, con la única compañía de unos cuantos seres marginales capaces de conservar la razón y la ternura en medio del vértigo de la persecución. Este es el argumento de ‘Lágrimas en la lluvia’, la última entrega de la escritora Rosa Montero (Madrid, 1951), que regresa de este modo al género de la ciencia-ficción.

Por sus puntos de encuentro, casi parece inevitable empezar la entrevista hablando de otra novela: ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’ de Philip K. Dick, y de su versión cinematográfica, ‘Blade Runner’.

Me gusta mucho esa película, lo que ocurre es que yo la vi por primera vez cuando la estrenaron en Cannes y entonces, aunque era lectora asidua de ciencia-ficción, le puse muchos peros a la famosa escena final, porque eso de que soltase una paloma en medio de un parlamento tan trascendente me pareció muy cursi. Pero fue un arrebato de mi juventud impulsiva. Después la he vuelto a ver cinco o seis veces más y me emociono con ella e incluso lloro.

¿’Lágrimas en la lluvia’ es, tal vez, una manera de reparar aquel primer impulso?

No, no tiene nada que ver. Este libro surgió de mi deseo de regalarme un mundo literario a mí misma y, puesta a ello, qué mejor que un mundo de ciencia-ficción, que es enorme y completo. Tener la capacidad de crear un universo es algo maravilloso. Por otro lado, como también me interesa la novela negra, pues decidí fusionar ambos géneros. Lo que ha de quedar claro es que ‘Lágrimas en la lluvia’ sólo toma de ‘Blade Runner’ el título y las ideas de la finitud y de las memorias artificiales. Son dos conceptos importantes, de peso, pero mi novela es mucho más extensa y el resto no tiene nada que ver con la obra Dick.




Rosa Montero.


Hablemos del título.

Tiene relación con el último parlamento de ‘Blade Runner’, al que aludía antes y en el que el replicante Roy Batty dice: ”Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”. La vida es algo tan pequeño, tan fútil, tan evanescente, que no es más que una lagrima que la lluvia se lleva, deshace y borra.

¿Cómo surgió la idea de Bruna Husky, la detective?

Primero pensé que el protagonista sería un alienígena, hermafrodita incluso, pero luego se me ocurrió que tenía que ser un replicante, porque qué mejor personaje que uno de esos seres, salidos de la mente de Philip K. Dick, que constituyen una maravillosa metáfora de la finitud humana. A los replicantes el hecho de que vivan tan poco tiempo y tengan que morir en una fecha fija, les impide olvidarse de que son mortales, que es lo que hacemos los seres humanos.

No es la primera vez que abordas el tema de la muerte en tus novelas.

La muerte es uno de los temas fundamentales de mi escritura. Yo creo que los novelistas somos como replicantes, porque tenemos más conciencia que la mayoría de los seres humanos de nuestra finitud, del paso del tiempo, y nos cuesta mucho olvidarnos de que un día hemos de morir.

¿Hay mucho de Rosa Montero en Bruna Husky?

Sí, tiene mucho de mí. Creo que es el personaje más cercano a mi persona, teniendo en cuenta que, a la vez, es muy distinta. Quizá por eso me he sentido mucho más libre para plasmar en ella lo esencial, lo primordial, lo profundo, porque en la superficie Bruna Husky es completamente distinta.

¿Al final siempre volvemos al inicio?

El libro está basado en el Madrid de dentro de un siglo, pero en realidad la novela habla del presente porque trata de la condición humana que siempre es la misma. Si lees ‘Vidas Paralelas’ de Plutarco, escrito hace dos mil años, te das cuenta de que las pasiones que allí se retratan son iguales a las de hoy y, aunque la vida cambia, la manera de ser de los humanos es la misma, no ha variado. No se trata, por tanto, de regresar al principio sino de que no hemos salido de él.




Portada del libro.


Hablemos del título.

Como has comentado antes, en la novela aparece el concepto de cambiar memorias.

Cambiar memorias es una droga: ¿qué hacemos al leer o ir al cine? Ni más, ni menos que cambiar memorias. La vida humana es siempre mucho más pequeña que nuestros sueños. Ni la vida más grande de un hombre o de una mujer es suficiente para que quepan dentro todos los deseos que tiene un ser humano a lo largo de su existencia. Además, como la vida termina siendo tan pequeña y estrecha, necesitamos esas otras vidas virtuales que son las películas, el teatro, las novelas...

¿La ciencia-ficción es un género libérrimo para los escritores?

Sí, es un género muy libre pero, al igual que sucede con el género fantástico, te compromete a ser muy verosímil, preciso y congruente, por oposición al género de la literatura maravillosa que no me interesa nada. La ciencia-ficción te obliga a crear mundos coherentes, estructurados, que han de funcionar como un mecanismo de relojería, con su lógica interna. La ciencia-ficción es un reto para el escritor.

En la novela hablas del futuro, ¿acaso no te apetece hablar de la realidad actual?

No, no tengo inconveniente alguno, lo he hecho en otros libros anteriores. El pensador Isaiah Berlín decía que había dos tipos de autores. Uno los escritores-erizo, que se enrollan sobre sí mismos y escriben siempre la misma novela; y otro, los escritores-zorro, que viajan por la pradera buscando paisajes diferentes. Y yo soy un zorro total, al que le gusta hacer cosas distintas. En cada una de mis novelas busco encontrar nuevos retos y paisajes. Con ‘Lágrimas en la lluvia’ no huyo del presente porque, como te he dicho antes, hablo de la condición humana.

¿Caminamos hacia un gobierno y un estado universales?

No necesariamente aunque, desde luego, es una de las posibilidades que existen, sobre todo si intentamos construir una historia verosímil fijándonos en la tendencia del siglo XX, que ha propiciado la creación de estados supranacionales. Ese pulso integrador tiene como contrapesos retrógrados los movimientos ultranacionalistas fragmentarios.

La última, Rosa, ¿es cierto que estás un poco cansada del periodismo y que ‘Lágrimas en la lluvia’ es como pasar página?

No, no, no voy a dejar el periodismo más de lo que ya lo he dejado. Me despedí de ‘El País’ en 1995, pero no lo voy a abandonar. De hecho continúo publicando allí, pero ya no hago entrevistas ni reportajes, sino artículos y algunos encargos que me piden. Yo recomiendo a los periodistas jóvenes que hagan reportajes, porque se aprende mucho, pero después de trabajar durante cuarenta y dos años en eso, quiero dedicar el tiempo que me queda a otro tipo de cosas.

“Los escritores somos como replicantes, nos cuesta mucho olvidar que hemos de morir”

Rosa Montero, escritora
Herme Cerezo
viernes, 13 de mayo de 2011, 15:34 h (CET)



Estados Unidos de la Tierra, Madrid año 2019. Aumenta el número de muertes de replicantes que enloquecen de repente. La detective Bruna Husky es contratada para descubrir qué hay detrás de esta ola de locura colectiva en un entorno social cada vez más inestable. Mientras, una mano anónima transforma el archivo central de documentación de la Tierra para modificar la Historia de la Humanidad.

Agresiva, sola e inadaptada, Husky se ve inmersa en una trama de alcance mundial, mientras se enfrenta a la constante sospecha de traición de quienes se declaran sus aliados, con la única compañía de unos cuantos seres marginales capaces de conservar la razón y la ternura en medio del vértigo de la persecución. Este es el argumento de ‘Lágrimas en la lluvia’, la última entrega de la escritora Rosa Montero (Madrid, 1951), que regresa de este modo al género de la ciencia-ficción.

Por sus puntos de encuentro, casi parece inevitable empezar la entrevista hablando de otra novela: ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’ de Philip K. Dick, y de su versión cinematográfica, ‘Blade Runner’.

Me gusta mucho esa película, lo que ocurre es que yo la vi por primera vez cuando la estrenaron en Cannes y entonces, aunque era lectora asidua de ciencia-ficción, le puse muchos peros a la famosa escena final, porque eso de que soltase una paloma en medio de un parlamento tan trascendente me pareció muy cursi. Pero fue un arrebato de mi juventud impulsiva. Después la he vuelto a ver cinco o seis veces más y me emociono con ella e incluso lloro.

¿’Lágrimas en la lluvia’ es, tal vez, una manera de reparar aquel primer impulso?

No, no tiene nada que ver. Este libro surgió de mi deseo de regalarme un mundo literario a mí misma y, puesta a ello, qué mejor que un mundo de ciencia-ficción, que es enorme y completo. Tener la capacidad de crear un universo es algo maravilloso. Por otro lado, como también me interesa la novela negra, pues decidí fusionar ambos géneros. Lo que ha de quedar claro es que ‘Lágrimas en la lluvia’ sólo toma de ‘Blade Runner’ el título y las ideas de la finitud y de las memorias artificiales. Son dos conceptos importantes, de peso, pero mi novela es mucho más extensa y el resto no tiene nada que ver con la obra Dick.




Rosa Montero.


Hablemos del título.

Tiene relación con el último parlamento de ‘Blade Runner’, al que aludía antes y en el que el replicante Roy Batty dice: ”Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad, cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”. La vida es algo tan pequeño, tan fútil, tan evanescente, que no es más que una lagrima que la lluvia se lleva, deshace y borra.

¿Cómo surgió la idea de Bruna Husky, la detective?

Primero pensé que el protagonista sería un alienígena, hermafrodita incluso, pero luego se me ocurrió que tenía que ser un replicante, porque qué mejor personaje que uno de esos seres, salidos de la mente de Philip K. Dick, que constituyen una maravillosa metáfora de la finitud humana. A los replicantes el hecho de que vivan tan poco tiempo y tengan que morir en una fecha fija, les impide olvidarse de que son mortales, que es lo que hacemos los seres humanos.

No es la primera vez que abordas el tema de la muerte en tus novelas.

La muerte es uno de los temas fundamentales de mi escritura. Yo creo que los novelistas somos como replicantes, porque tenemos más conciencia que la mayoría de los seres humanos de nuestra finitud, del paso del tiempo, y nos cuesta mucho olvidarnos de que un día hemos de morir.

¿Hay mucho de Rosa Montero en Bruna Husky?

Sí, tiene mucho de mí. Creo que es el personaje más cercano a mi persona, teniendo en cuenta que, a la vez, es muy distinta. Quizá por eso me he sentido mucho más libre para plasmar en ella lo esencial, lo primordial, lo profundo, porque en la superficie Bruna Husky es completamente distinta.

¿Al final siempre volvemos al inicio?

El libro está basado en el Madrid de dentro de un siglo, pero en realidad la novela habla del presente porque trata de la condición humana que siempre es la misma. Si lees ‘Vidas Paralelas’ de Plutarco, escrito hace dos mil años, te das cuenta de que las pasiones que allí se retratan son iguales a las de hoy y, aunque la vida cambia, la manera de ser de los humanos es la misma, no ha variado. No se trata, por tanto, de regresar al principio sino de que no hemos salido de él.




Portada del libro.


Hablemos del título.

Como has comentado antes, en la novela aparece el concepto de cambiar memorias.

Cambiar memorias es una droga: ¿qué hacemos al leer o ir al cine? Ni más, ni menos que cambiar memorias. La vida humana es siempre mucho más pequeña que nuestros sueños. Ni la vida más grande de un hombre o de una mujer es suficiente para que quepan dentro todos los deseos que tiene un ser humano a lo largo de su existencia. Además, como la vida termina siendo tan pequeña y estrecha, necesitamos esas otras vidas virtuales que son las películas, el teatro, las novelas...

¿La ciencia-ficción es un género libérrimo para los escritores?

Sí, es un género muy libre pero, al igual que sucede con el género fantástico, te compromete a ser muy verosímil, preciso y congruente, por oposición al género de la literatura maravillosa que no me interesa nada. La ciencia-ficción te obliga a crear mundos coherentes, estructurados, que han de funcionar como un mecanismo de relojería, con su lógica interna. La ciencia-ficción es un reto para el escritor.

En la novela hablas del futuro, ¿acaso no te apetece hablar de la realidad actual?

No, no tengo inconveniente alguno, lo he hecho en otros libros anteriores. El pensador Isaiah Berlín decía que había dos tipos de autores. Uno los escritores-erizo, que se enrollan sobre sí mismos y escriben siempre la misma novela; y otro, los escritores-zorro, que viajan por la pradera buscando paisajes diferentes. Y yo soy un zorro total, al que le gusta hacer cosas distintas. En cada una de mis novelas busco encontrar nuevos retos y paisajes. Con ‘Lágrimas en la lluvia’ no huyo del presente porque, como te he dicho antes, hablo de la condición humana.

¿Caminamos hacia un gobierno y un estado universales?

No necesariamente aunque, desde luego, es una de las posibilidades que existen, sobre todo si intentamos construir una historia verosímil fijándonos en la tendencia del siglo XX, que ha propiciado la creación de estados supranacionales. Ese pulso integrador tiene como contrapesos retrógrados los movimientos ultranacionalistas fragmentarios.

La última, Rosa, ¿es cierto que estás un poco cansada del periodismo y que ‘Lágrimas en la lluvia’ es como pasar página?

No, no, no voy a dejar el periodismo más de lo que ya lo he dejado. Me despedí de ‘El País’ en 1995, pero no lo voy a abandonar. De hecho continúo publicando allí, pero ya no hago entrevistas ni reportajes, sino artículos y algunos encargos que me piden. Yo recomiendo a los periodistas jóvenes que hagan reportajes, porque se aprende mucho, pero después de trabajar durante cuarenta y dos años en eso, quiero dedicar el tiempo que me queda a otro tipo de cosas.

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