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Vicente Cuquerella

El Albacete o la necesidad de un milagro

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La última victoria frente al Salamanca ha levantado un halo de optimismo en una afición que hace sólo unos días daba todo por perdido.

Nadie en Albacete quiere lanzar las campanas al vuelo, nadie se fía ya de los vendedores de humo y la clasificación da la razón a los pesimistas a la hora de analizar las escasas opciones de salvación que tiene este equipo. Pero, aún así, si uno se para unos minutos a hablar con cualquier aficionado manchego le arrancará un “si le ganamos al Rayo, ¿quién sabe?” o un “¿y por qué no?”
En definitiva, que nadie se resigna aún a bajar los brazos y ver como el tren del fútbol profesional deja de tener parada en este cruce de caminos que es la Mancha.

Y todo gracias a los tres puntos conseguidos el pasado Sábado. Tres puntos que se resistían a llegar desde el 9 de Enero cuando aún era Calderón el entrenador de este Alba. Que lejos y a la vez que cerca. Sólo han pasado tres meses de aquello y parecen años por la cantidad de personas que han ido cayendo por el camino.

Ahora, en el banquillo, toca el turno de Mario Simón, chico joven, cercano, que enarbola la bandera del respeto y la humildad allá por donde va y que, en sólo dos semanas, ha realizado lo que parecía imposible, hacerse con un grupo tan heterogéneo que ni el propio David Vidal, hombre curtido en mil batallas y adalid de causas perdidas había conseguido meter en cintura.
Mario, sin gritos, lejos de los cauces del la letra con sangre entra, ha unido (o eso parece) a una plantilla deshecha desde el mercado invernal. El pasado sábado, los jugadores del Albacete, perdidos por el campo durante tanto tiempo parecieron otros. El deambular de los últimos partidos ha dado paso a una entrega constante hasta en los casos tan criticados de Sousa, Antonio López o Diego Camacho. Jugadores veteranos que frente al Salamanca dieron una lección a los más jóvenes.

Que lástima que esta reacción haya llegado tan tarde. Que lástima que en este país para que a un joven le ofrezcan un puesto de responsabilidad para el que está mucho mejor preparado que sus antecesores, tengan que fracasar primero auténticos dinosaurios de la profesión. En resumidas cuentas, que lástima que David Vidal y no Mario Simón fuese el escogido para llevar a buen puerto este maltrecho barco. Ahora, cuando el timonel de métodos arcaicos ha caído en la tempestad y el joven, aunque sobradamente preparado que, como grumete, esperó pacientemente su oportunidad le ha relevado en el cargo, puede que sea demasiado tarde. Ahora, el trabajo bien hecho no te garantiza nada. Además, necesitas viento favorable y éste no siempre lo es.

Mario Simón, sabedor de la dificultad de la empresa que se le ha encomendado se ha puesto manos a la obra de la mejor manera posible, haciendo suyo el viejo proverbio ruso aquel de reza pero no dejes de remar hacia la orilla y mediante el trabajo diario, la unión y, sobre todo, la humildad y el respeto hacia sus propios jugadores no quiere dejar de pensar en positivo. Con un empujoncito de la esquiva diosa Fortuna, todo es posible.
Uno no cree en los milagros, pero que leches, haberlos haylos.




El Albacete o la necesidad de un milagro

Vicente Cuquerella
Vicente Cuquerella
martes, 5 de abril de 2011, 18:19 h (CET)
La última victoria frente al Salamanca ha levantado un halo de optimismo en una afición que hace sólo unos días daba todo por perdido.

Nadie en Albacete quiere lanzar las campanas al vuelo, nadie se fía ya de los vendedores de humo y la clasificación da la razón a los pesimistas a la hora de analizar las escasas opciones de salvación que tiene este equipo. Pero, aún así, si uno se para unos minutos a hablar con cualquier aficionado manchego le arrancará un “si le ganamos al Rayo, ¿quién sabe?” o un “¿y por qué no?”
En definitiva, que nadie se resigna aún a bajar los brazos y ver como el tren del fútbol profesional deja de tener parada en este cruce de caminos que es la Mancha.

Y todo gracias a los tres puntos conseguidos el pasado Sábado. Tres puntos que se resistían a llegar desde el 9 de Enero cuando aún era Calderón el entrenador de este Alba. Que lejos y a la vez que cerca. Sólo han pasado tres meses de aquello y parecen años por la cantidad de personas que han ido cayendo por el camino.

Ahora, en el banquillo, toca el turno de Mario Simón, chico joven, cercano, que enarbola la bandera del respeto y la humildad allá por donde va y que, en sólo dos semanas, ha realizado lo que parecía imposible, hacerse con un grupo tan heterogéneo que ni el propio David Vidal, hombre curtido en mil batallas y adalid de causas perdidas había conseguido meter en cintura.
Mario, sin gritos, lejos de los cauces del la letra con sangre entra, ha unido (o eso parece) a una plantilla deshecha desde el mercado invernal. El pasado sábado, los jugadores del Albacete, perdidos por el campo durante tanto tiempo parecieron otros. El deambular de los últimos partidos ha dado paso a una entrega constante hasta en los casos tan criticados de Sousa, Antonio López o Diego Camacho. Jugadores veteranos que frente al Salamanca dieron una lección a los más jóvenes.

Que lástima que esta reacción haya llegado tan tarde. Que lástima que en este país para que a un joven le ofrezcan un puesto de responsabilidad para el que está mucho mejor preparado que sus antecesores, tengan que fracasar primero auténticos dinosaurios de la profesión. En resumidas cuentas, que lástima que David Vidal y no Mario Simón fuese el escogido para llevar a buen puerto este maltrecho barco. Ahora, cuando el timonel de métodos arcaicos ha caído en la tempestad y el joven, aunque sobradamente preparado que, como grumete, esperó pacientemente su oportunidad le ha relevado en el cargo, puede que sea demasiado tarde. Ahora, el trabajo bien hecho no te garantiza nada. Además, necesitas viento favorable y éste no siempre lo es.

Mario Simón, sabedor de la dificultad de la empresa que se le ha encomendado se ha puesto manos a la obra de la mejor manera posible, haciendo suyo el viejo proverbio ruso aquel de reza pero no dejes de remar hacia la orilla y mediante el trabajo diario, la unión y, sobre todo, la humildad y el respeto hacia sus propios jugadores no quiere dejar de pensar en positivo. Con un empujoncito de la esquiva diosa Fortuna, todo es posible.
Uno no cree en los milagros, pero que leches, haberlos haylos.




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