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Álvaro Calleja

Una chapuza llamada lucha contra el dopaje

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Podría hablar de varios casos de positivos falsos, de positivos verdaderos que nunca salen a la luz, de situaciones tan extrañas y penosas dignas de cualquier película, de ciclistas que esperan un año para saber si pueden o no volver a correr, de atletas a los que se juzga sin tener nada claro, pero en el artículo de esta semana me centraré en el asunto que el viernes llevó a Alberto Contador, el mejor ciclista del mundo en la actualidad, a dar una rueda de prensa en Palma de Mallorca, donde se encontraba concentrado con su nuevo equipo, el Saxo Bank de Bjarne Riis, también presente.

Tuvo que dar una rueda de prensa porque los máximos organismos del ciclismo no entienden más allá de lo que pone escrito en unas, como dice Contador, obsoletas reglas del dopaje. No utilizan la lógica para no cometer una injusticia. Haya hecho trampas o no, se haya dopado o no, la mínima cantidad de clembuterol que había en su sangre no le sirve para mejorar el rendimiento. Eso debería bastar para que el deportista no fuera sancionado.

Debería bastar pero no basta, porque en el ciclismo, porque en el deporte en general, se trata a los verdaderos protagonistas como si no fueran personas. Da igual cómo haya llegado una sustancia a la sangre, da igual que sea voluntariamente o no. A ellos les da igual. Si no, qué le pregunten a Alejandro Valverde, que sin dar, nunca, jamás, en la vida, positivo en un control, no puede volver a ponerse un dorsal hasta 2012.

Con algo tan importante, como es la imagen de un deportista, como es su carrera deportiva, no tendría que actuarse de una forma tan lamentable, tan chapuza. Si no hay nadie que pueda demostrar que Alberto Contador ingirío, de forma voluntaria, clembuterol, no hay nada más que hablar. Si no se demuestra su culpabilidad, no se le puede sancionar. Ni un año, ni dos, ni siquiera un mes.

Y Contador no es el único que vive en vilo durante los últimos meses. Un italiano, Franco Pellizotti, lleva desde el 3 de mayo de 2010 sin correr porque la UCI encontró unos valores irregulares en su pasaporte biológico. Estuvo suspendido hasta el mes de octubre, cuando el Tribunal Antidopaje Italiano le absolvió de cualquier sospecha. Mas tarde, el pasado 12 de enero, la Unión Ciclista Internacional (UCI) recurrió su caso al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), que, en principio, dará una respuesta a comienzos del próximo mes de marzo.

Una chapuza llamada lucha contra el dopaje

Álvaro Calleja
Álvaro Calleja
sábado, 29 de enero de 2011, 23:47 h (CET)
Podría hablar de varios casos de positivos falsos, de positivos verdaderos que nunca salen a la luz, de situaciones tan extrañas y penosas dignas de cualquier película, de ciclistas que esperan un año para saber si pueden o no volver a correr, de atletas a los que se juzga sin tener nada claro, pero en el artículo de esta semana me centraré en el asunto que el viernes llevó a Alberto Contador, el mejor ciclista del mundo en la actualidad, a dar una rueda de prensa en Palma de Mallorca, donde se encontraba concentrado con su nuevo equipo, el Saxo Bank de Bjarne Riis, también presente.

Tuvo que dar una rueda de prensa porque los máximos organismos del ciclismo no entienden más allá de lo que pone escrito en unas, como dice Contador, obsoletas reglas del dopaje. No utilizan la lógica para no cometer una injusticia. Haya hecho trampas o no, se haya dopado o no, la mínima cantidad de clembuterol que había en su sangre no le sirve para mejorar el rendimiento. Eso debería bastar para que el deportista no fuera sancionado.

Debería bastar pero no basta, porque en el ciclismo, porque en el deporte en general, se trata a los verdaderos protagonistas como si no fueran personas. Da igual cómo haya llegado una sustancia a la sangre, da igual que sea voluntariamente o no. A ellos les da igual. Si no, qué le pregunten a Alejandro Valverde, que sin dar, nunca, jamás, en la vida, positivo en un control, no puede volver a ponerse un dorsal hasta 2012.

Con algo tan importante, como es la imagen de un deportista, como es su carrera deportiva, no tendría que actuarse de una forma tan lamentable, tan chapuza. Si no hay nadie que pueda demostrar que Alberto Contador ingirío, de forma voluntaria, clembuterol, no hay nada más que hablar. Si no se demuestra su culpabilidad, no se le puede sancionar. Ni un año, ni dos, ni siquiera un mes.

Y Contador no es el único que vive en vilo durante los últimos meses. Un italiano, Franco Pellizotti, lleva desde el 3 de mayo de 2010 sin correr porque la UCI encontró unos valores irregulares en su pasaporte biológico. Estuvo suspendido hasta el mes de octubre, cuando el Tribunal Antidopaje Italiano le absolvió de cualquier sospecha. Mas tarde, el pasado 12 de enero, la Unión Ciclista Internacional (UCI) recurrió su caso al Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), que, en principio, dará una respuesta a comienzos del próximo mes de marzo.

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