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Raquel Morales

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Cada vez queda menos para el traslado del Club Atlético de Madrid a su nuevo feudo. Así me consta cuando vi el inicio de las obras para demoler la fábrica de Mahou, uno de los edificios que están incluidos en el acuerdo que llegaron el Ayuntamiento de Madrid, el Club rojiblanco y Mahou. Algo se me removió por dentro al percatarme de que el estadio que tanto nos ha hecho vibrar en dos o tres años será historia. Es duro decirlo cuando no conoces otra cosa, cuando te has sentado en sus gradas y te has sentido como en tu propia casa. Para aquel aficionado que haya vivido la primera mudanza seguramente no será tan traumático, para los más jóvenes es un hecho que nos marcará irremediablemente.

Sobra decir que nunca estuve de acuerdo. Con el estadio no se irán nuestros recuerdos, pero los hacen más débiles. Cuando el Calderón no exista no podré decirle a mis hijos: “Hijo, allí descubrí por qué somos del Atleti”. Algo que para los colchoneros es una segunda casa, el Gobierno de la Ciudad lo ha transformado en una cifra: 31.046 metros cuadrados. Ya sabía yo que el soterramiento de la M-30 nos traería disgustos. En ese lugar donde se hizo efectivo el doblete histórico del club, allá donde hizo un segundo doblete europeo, se habilitará un parque con un lago que llevará el nombre del club en su homenaje.

En la zona del Metropolitano igualmente ocurrió y se construyeron viviendas que si se miran desde el cielo se puede apreciar que los bloques conforma la silueta del escudo que atestigua que una vez los indios pasaron por allí. Y el aún vivo estadio Vicente Calderón también dejó huella con su inauguración, convirtiéndose en el primer campo de Europa con todo el aforo sentado. Logros o anécdotas al margen de lo deportivo que poca gente recuerda y recordará de desaparecer el Calderón.

Con toda la nostalgia prematura en el cuerpo, me puse a ver el partido contra el Espanyol, que podría convertirse en una de las últimas alegrías que el Atleti brindará a su afición en el Vicente Calderón. Algún día la calidez del estadio se apagará y cuando llegue ese día caerán muchas lágrimas rojiblancas, pero de momento el equipo seguirá luchando por la Copa del Rey, un galardón tan nacional como nuestro querido estadio.

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Raquel Morales
Raquel Morales
viernes, 7 de enero de 2011, 09:00 h (CET)
Cada vez queda menos para el traslado del Club Atlético de Madrid a su nuevo feudo. Así me consta cuando vi el inicio de las obras para demoler la fábrica de Mahou, uno de los edificios que están incluidos en el acuerdo que llegaron el Ayuntamiento de Madrid, el Club rojiblanco y Mahou. Algo se me removió por dentro al percatarme de que el estadio que tanto nos ha hecho vibrar en dos o tres años será historia. Es duro decirlo cuando no conoces otra cosa, cuando te has sentado en sus gradas y te has sentido como en tu propia casa. Para aquel aficionado que haya vivido la primera mudanza seguramente no será tan traumático, para los más jóvenes es un hecho que nos marcará irremediablemente.

Sobra decir que nunca estuve de acuerdo. Con el estadio no se irán nuestros recuerdos, pero los hacen más débiles. Cuando el Calderón no exista no podré decirle a mis hijos: “Hijo, allí descubrí por qué somos del Atleti”. Algo que para los colchoneros es una segunda casa, el Gobierno de la Ciudad lo ha transformado en una cifra: 31.046 metros cuadrados. Ya sabía yo que el soterramiento de la M-30 nos traería disgustos. En ese lugar donde se hizo efectivo el doblete histórico del club, allá donde hizo un segundo doblete europeo, se habilitará un parque con un lago que llevará el nombre del club en su homenaje.

En la zona del Metropolitano igualmente ocurrió y se construyeron viviendas que si se miran desde el cielo se puede apreciar que los bloques conforma la silueta del escudo que atestigua que una vez los indios pasaron por allí. Y el aún vivo estadio Vicente Calderón también dejó huella con su inauguración, convirtiéndose en el primer campo de Europa con todo el aforo sentado. Logros o anécdotas al margen de lo deportivo que poca gente recuerda y recordará de desaparecer el Calderón.

Con toda la nostalgia prematura en el cuerpo, me puse a ver el partido contra el Espanyol, que podría convertirse en una de las últimas alegrías que el Atleti brindará a su afición en el Vicente Calderón. Algún día la calidez del estadio se apagará y cuando llegue ese día caerán muchas lágrimas rojiblancas, pero de momento el equipo seguirá luchando por la Copa del Rey, un galardón tan nacional como nuestro querido estadio.

 
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