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Mariña Camba

Ole, ole y ole

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“Nunca es tarde si la dicha es buena”. Estas palabras las pronunciaba Paco de Lucía momentos antes de dar un concierto en París. Se refería a la buena nueva que parecía no llegaría: El flamenco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

En 2005 casi lo consigue. Quizá un mal planteamiento de la propuesta no convenció al jurado, o la falta de apoyo. Quizá una venda en los ojos o un tupido parche que ahogó una realidad tan sensible como lo es este arte en aquel entonces.

Tarde pero a tiempo dos millones de personas individuales, artistas, medios de comunicación y la adhesión de sesenta países acreditaron una candidatura complicada de declinar en Nairobi, donde los veinticuatro países que conformaban el Comité apoyaron por unanimidad la propuesta. Japón y Corea lo celebraron como suyo. ¿No emociona?

Y es que no es suerte, ni azar, ni moda que el flamenco tenga admiradores fuera de España, y el por qué lo sabe hasta el apuntador. El lenguaje del flamenco se hace universal siendo innegable su capacidad comunicadora que no atiende a más razón que a lo ordinario de la vida, con jerga propia y única en el mundo entero. Alegría, pena, pasión, ira y muerte conforman todo un lenguaje corporal que da al flamenco un sentido más que reconocible… En Europa su éxito ya viene de largo. En Estados Unidos, Rusia, China y Japón conciertos de guitarra y festivales flamencos revientan taquillas.

Pero, ¿qué beneficios tiene ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad? Principalmente apoyo económico por parte de la UNESCO para la conservación y difusión. La obligación y responsabilidad para los gestores e instituciones de preservar, en este caso el flamenco, es otro punto importante. Gobierne quien gobierne. Bien.

Este reconocimiento internacional y la inclusión de este arte tan español en una lista que cada año es más larga se agradece. Podrá ofrecerse al extranjero el turismo en lugares como Lebrija o Jerez, cunas del flamenco, con mayor énfasis en su importancia patrimonial. Sí. Pero déjenme hacer el apunte de que tal representación artística, de savia, deceso y arraigo sureño español, no ha necesitado más crédito que una observación y escucha. Y que, allende su ahora título oficial, ya hace tiempo que la dimensión cultural, musical y emocional del flamenco es considerado por muchos un patrimonio más que universal y absoluto.

Juan Breva, Antonio Chacón y La Niña de los Peines (Pastora Pavón). Pepe Marchena, Manuel Torre y Manolo Caracol. Rafael Farina, Juanito Valderrama, la bailaora Carmen Amaya y Antonio Mairena. Fosforito y Manuel Soto Sordera. Niño Ricardo y Juan Habichuela. Antonio Gades…

Una herencia que si en algún momento se pensó agotada ahí estaban Paco de Lucía y Camarón de la Isla para marcar un después que revolucionaría la historia del flamenco. Enrique Morente Juan Peña El Lebrijano, Duquende, Niño Josele, José Mercé, Vicente Amigo, Miguel Poveda, Sara Varas y tantos otros creen hoy en este arte, el del cante, baile y toque, que ya forma parte del patrimonio de toda la humanidad.

Ole, ole y ole.

Ole, ole y ole

Mariña Camba
Mariña Camba
miércoles, 24 de noviembre de 2010, 08:47 h (CET)
“Nunca es tarde si la dicha es buena”. Estas palabras las pronunciaba Paco de Lucía momentos antes de dar un concierto en París. Se refería a la buena nueva que parecía no llegaría: El flamenco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

En 2005 casi lo consigue. Quizá un mal planteamiento de la propuesta no convenció al jurado, o la falta de apoyo. Quizá una venda en los ojos o un tupido parche que ahogó una realidad tan sensible como lo es este arte en aquel entonces.

Tarde pero a tiempo dos millones de personas individuales, artistas, medios de comunicación y la adhesión de sesenta países acreditaron una candidatura complicada de declinar en Nairobi, donde los veinticuatro países que conformaban el Comité apoyaron por unanimidad la propuesta. Japón y Corea lo celebraron como suyo. ¿No emociona?

Y es que no es suerte, ni azar, ni moda que el flamenco tenga admiradores fuera de España, y el por qué lo sabe hasta el apuntador. El lenguaje del flamenco se hace universal siendo innegable su capacidad comunicadora que no atiende a más razón que a lo ordinario de la vida, con jerga propia y única en el mundo entero. Alegría, pena, pasión, ira y muerte conforman todo un lenguaje corporal que da al flamenco un sentido más que reconocible… En Europa su éxito ya viene de largo. En Estados Unidos, Rusia, China y Japón conciertos de guitarra y festivales flamencos revientan taquillas.

Pero, ¿qué beneficios tiene ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad? Principalmente apoyo económico por parte de la UNESCO para la conservación y difusión. La obligación y responsabilidad para los gestores e instituciones de preservar, en este caso el flamenco, es otro punto importante. Gobierne quien gobierne. Bien.

Este reconocimiento internacional y la inclusión de este arte tan español en una lista que cada año es más larga se agradece. Podrá ofrecerse al extranjero el turismo en lugares como Lebrija o Jerez, cunas del flamenco, con mayor énfasis en su importancia patrimonial. Sí. Pero déjenme hacer el apunte de que tal representación artística, de savia, deceso y arraigo sureño español, no ha necesitado más crédito que una observación y escucha. Y que, allende su ahora título oficial, ya hace tiempo que la dimensión cultural, musical y emocional del flamenco es considerado por muchos un patrimonio más que universal y absoluto.

Juan Breva, Antonio Chacón y La Niña de los Peines (Pastora Pavón). Pepe Marchena, Manuel Torre y Manolo Caracol. Rafael Farina, Juanito Valderrama, la bailaora Carmen Amaya y Antonio Mairena. Fosforito y Manuel Soto Sordera. Niño Ricardo y Juan Habichuela. Antonio Gades…

Una herencia que si en algún momento se pensó agotada ahí estaban Paco de Lucía y Camarón de la Isla para marcar un después que revolucionaría la historia del flamenco. Enrique Morente Juan Peña El Lebrijano, Duquende, Niño Josele, José Mercé, Vicente Amigo, Miguel Poveda, Sara Varas y tantos otros creen hoy en este arte, el del cante, baile y toque, que ya forma parte del patrimonio de toda la humanidad.

Ole, ole y ole.

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