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Johari Gautier Carmona

Una mirada al oficio de editar

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No hay nada como editar, descubrir entre los muchos libros que inundan las oficinas de las editoriales la perla rara, el libro que todo el mundo espera y que quedará grabado en las memorias. El trabajo de editor tiene sus placeres, sus ventajas, pero también es un oficio extenuante y desafiante que requiere mucha dedicación. Ser editor no se improvisa y tampoco implica una clara formación académica. Algunos de los más influyentes editores de España –Esther Tusquets, Miguel Aguilar, Mónica Carmona y Luis Solano– han podido intercambiar, bajo la coordinación de Malcolm Otero Barral, sus impresiones y experiencias sobre esta profesión tan interesante e idolatrada.




Algunos de los más influyentes editores españoles intercambiaron sus impresiones y experiencias.

Los tiempos de oro de la edición
Esther Tusquets conoció los tiempos de oro de la edición de los años 50 a 70, la época en la que tantas editoriales prestigiosas se crearon en Barcelona y participaron en el descubrimiento de obras únicas que ya han pasado a la historia. Conoció a Carlos Barral (de quien se celebran justamente los 20 años de su muerte) y a muchos otros editores que siguen siendo referencia en el país. Ella destaca que ninguno, salvo Barral, procedía del mundo de la edición. Los que fundaron la gran industria cultural de la ciudad Condal empezaron de cero y se entregaron a un trabajo que veían verdaderamente atractivo y apasionante. No sólo era una cuestión de negocio. El ensalzamiento de la cultura y el descubrimiento de nuevos valores era uno de los principales objetivos. Evidentemente, muchos fracasaron en esa carrera agitada pero Esther Tusquets confiesa que no le molestó nunca esa competencia. “A mí me pareció positivo tener tantas editoriales similares a mí lado”, explica la editora.

La censura franquista no le importunó demasiado. Más que en ensayos, ella se centraba en novelas sin demasiado contenido político. Su mayor problema podía deberse a las escenas de sexo que aparecían en algunas de ellas. En todo caso, siempre se ha sentido a gusto editando. Una de sus pocas frustraciones ha sido la destrucción de los libros por parte de las grandes editoriales. Extender la vida de los libros y evitar una anticipada retirada del catálogo era para ella una lucha de máxima importancia.

El funcionamiento de una editorial
La gran diferencia entre una editorial pequeña y otra grande es el grado de control que tiene la figura del editor. Luis Solano (Editorial Libros del Asteroide) considera que la idea inicial del editor puede diluirse en los grandes grupos con la intervención de otros departamentos ajenos como Marketing o Finanzas. No obstante, Mónica Carmona (editora de Mondadori) defiende el trabajo de grupo característico de las grandes editoriales. “Trabajamos todos juntos para llevar un proyecto adelante”, explica ella antes de recordar que el centro de su política editorial es cuidar al autor y hacer que los fondos se vendan de forma satisfactoria. Según Miguel Aguilar, ese trabajo en equipo es justamente el gran reto de un editor. “Cuando trabajas en un gran grupo, has de tener por asumido que el libro que vas a escoger ha de entusiasmar al resto de los colaboradores”.

El trabajo de lector es para Mónica Carmona especialmente difícil y poco reconocido. “En mi caso, debuté como lectora y me pareció de lujo porque me pagaban por leer”, explicó la editora y añadió que, para ella, lo más importante en un libro son las primeras páginas puesto que concentran la esencia del relato y de la atmósfera. Ahora, dos lectores son los encargados de valorar los libros enviados a su departamento. Lujo que no puede permitirse el editor de “Libros del Asteroide”. En su editorial de menor tamaño, Luis Solano prescinde del asesor de lectura. Cuando selecciona un libro se lo hace leer a ciertas personas de su entorno y si reaccionan de un modo inesperado se replantea entonces la publicación de la obra.

La relación del editor con los autores y agentes
En su largo recorrido, Esther Tusquets dice haber conocido todo tipo de autores. “Algunos se dejan aconsejar y corregir. Otros tienen esa vieja idea del siglo XIX que una creación no puede cambiarse. Ni siquiera una coma”. Ella, porque también es escritora, se deja aconsejar por Jorge Herralde o Ana María Moix con quienes tiene mucha confianza. Por su lado, Mónica Carmona también reconoce los mismo tipos de autores: los que escuchan y los que tienen muy claro cómo ha de ser su texto. Patricio Pron con su reciente novela publicada en Mondadori es según ella un buen ejemplo de un autor abierto a la crítica y a la corrección.

Más allá de la tradicional relación con el autor, también se consolida el nexo entre el editor y el agente literario. Miguel Aguilar defiende vivamente la emergencia de esa figura que considera necesaria: “es verdad que, a veces, ocurre una inflación del precio que se paga por un autor pero creo que el agente ha aportado equilibrio en el mercado”. En el mismo sentido, Mónica Carmona explica que la figura del agente es muy interesante. “”Todo lo que va a aportar al autor es bueno. Siempre cuando la avaricia del agente no sea demasiado marcada”.

La crítica y la promoción literaria
Es evidente que los suplementos literarios en los periódicos son esenciales para el sector pero, según Mónica Carmona, la crítica literaria es casi inexistente en este país. “Lamentablemente, ha habido una deriva con una notable tendencia a interesarse por las frivolidades o intensificar la presencia de imágenes”. Esa falta de suplementos y de artículos analíticos podría explicar las bajas ventas de libros en España que señala Esther Tusquets o el simple hecho de que los best-sellers anuales se repartan entre cinco referencias. “España no es un país muy culto”, manifiesta ella cuando le preguntan por sus impresiones y, además, comenta que la mayoría de los periodistas no se leen los libros de los autores que entrevistan. “Deberíamos ponernos de acuerdo todos los editores para aceptar únicamente a los entrevistadores que hayan leído nuestros libros”.

Por su lado, Miguel Aguilar tiende a ser más positivo. “Hay que diferenciar entre lo que es una crítica y una noticia. No estamos tan mal en España”. El director literario de Debate nos explica que en Estados Unidos todos los suplementos (salvo el de New York Times) han desaparecido. Sin embargo, cabe destacar una noticia interesante: el Wall Street Journal ha anunciado la creación de un suplemento para competir con el New York Times el sábado. Con todo esto, Miguel Aguilar dice que el eco producido por la prensa siempre es reconfortante, aunque a veces el libro citado no se mueva en las estanterías.

Una mirada al oficio de editar

Johari Gautier Carmona
Johari Gautier Carmona
viernes, 22 de octubre de 2010, 08:39 h (CET)
No hay nada como editar, descubrir entre los muchos libros que inundan las oficinas de las editoriales la perla rara, el libro que todo el mundo espera y que quedará grabado en las memorias. El trabajo de editor tiene sus placeres, sus ventajas, pero también es un oficio extenuante y desafiante que requiere mucha dedicación. Ser editor no se improvisa y tampoco implica una clara formación académica. Algunos de los más influyentes editores de España –Esther Tusquets, Miguel Aguilar, Mónica Carmona y Luis Solano– han podido intercambiar, bajo la coordinación de Malcolm Otero Barral, sus impresiones y experiencias sobre esta profesión tan interesante e idolatrada.




Algunos de los más influyentes editores españoles intercambiaron sus impresiones y experiencias.

Los tiempos de oro de la edición
Esther Tusquets conoció los tiempos de oro de la edición de los años 50 a 70, la época en la que tantas editoriales prestigiosas se crearon en Barcelona y participaron en el descubrimiento de obras únicas que ya han pasado a la historia. Conoció a Carlos Barral (de quien se celebran justamente los 20 años de su muerte) y a muchos otros editores que siguen siendo referencia en el país. Ella destaca que ninguno, salvo Barral, procedía del mundo de la edición. Los que fundaron la gran industria cultural de la ciudad Condal empezaron de cero y se entregaron a un trabajo que veían verdaderamente atractivo y apasionante. No sólo era una cuestión de negocio. El ensalzamiento de la cultura y el descubrimiento de nuevos valores era uno de los principales objetivos. Evidentemente, muchos fracasaron en esa carrera agitada pero Esther Tusquets confiesa que no le molestó nunca esa competencia. “A mí me pareció positivo tener tantas editoriales similares a mí lado”, explica la editora.

La censura franquista no le importunó demasiado. Más que en ensayos, ella se centraba en novelas sin demasiado contenido político. Su mayor problema podía deberse a las escenas de sexo que aparecían en algunas de ellas. En todo caso, siempre se ha sentido a gusto editando. Una de sus pocas frustraciones ha sido la destrucción de los libros por parte de las grandes editoriales. Extender la vida de los libros y evitar una anticipada retirada del catálogo era para ella una lucha de máxima importancia.

El funcionamiento de una editorial
La gran diferencia entre una editorial pequeña y otra grande es el grado de control que tiene la figura del editor. Luis Solano (Editorial Libros del Asteroide) considera que la idea inicial del editor puede diluirse en los grandes grupos con la intervención de otros departamentos ajenos como Marketing o Finanzas. No obstante, Mónica Carmona (editora de Mondadori) defiende el trabajo de grupo característico de las grandes editoriales. “Trabajamos todos juntos para llevar un proyecto adelante”, explica ella antes de recordar que el centro de su política editorial es cuidar al autor y hacer que los fondos se vendan de forma satisfactoria. Según Miguel Aguilar, ese trabajo en equipo es justamente el gran reto de un editor. “Cuando trabajas en un gran grupo, has de tener por asumido que el libro que vas a escoger ha de entusiasmar al resto de los colaboradores”.

El trabajo de lector es para Mónica Carmona especialmente difícil y poco reconocido. “En mi caso, debuté como lectora y me pareció de lujo porque me pagaban por leer”, explicó la editora y añadió que, para ella, lo más importante en un libro son las primeras páginas puesto que concentran la esencia del relato y de la atmósfera. Ahora, dos lectores son los encargados de valorar los libros enviados a su departamento. Lujo que no puede permitirse el editor de “Libros del Asteroide”. En su editorial de menor tamaño, Luis Solano prescinde del asesor de lectura. Cuando selecciona un libro se lo hace leer a ciertas personas de su entorno y si reaccionan de un modo inesperado se replantea entonces la publicación de la obra.

La relación del editor con los autores y agentes
En su largo recorrido, Esther Tusquets dice haber conocido todo tipo de autores. “Algunos se dejan aconsejar y corregir. Otros tienen esa vieja idea del siglo XIX que una creación no puede cambiarse. Ni siquiera una coma”. Ella, porque también es escritora, se deja aconsejar por Jorge Herralde o Ana María Moix con quienes tiene mucha confianza. Por su lado, Mónica Carmona también reconoce los mismo tipos de autores: los que escuchan y los que tienen muy claro cómo ha de ser su texto. Patricio Pron con su reciente novela publicada en Mondadori es según ella un buen ejemplo de un autor abierto a la crítica y a la corrección.

Más allá de la tradicional relación con el autor, también se consolida el nexo entre el editor y el agente literario. Miguel Aguilar defiende vivamente la emergencia de esa figura que considera necesaria: “es verdad que, a veces, ocurre una inflación del precio que se paga por un autor pero creo que el agente ha aportado equilibrio en el mercado”. En el mismo sentido, Mónica Carmona explica que la figura del agente es muy interesante. “”Todo lo que va a aportar al autor es bueno. Siempre cuando la avaricia del agente no sea demasiado marcada”.

La crítica y la promoción literaria
Es evidente que los suplementos literarios en los periódicos son esenciales para el sector pero, según Mónica Carmona, la crítica literaria es casi inexistente en este país. “Lamentablemente, ha habido una deriva con una notable tendencia a interesarse por las frivolidades o intensificar la presencia de imágenes”. Esa falta de suplementos y de artículos analíticos podría explicar las bajas ventas de libros en España que señala Esther Tusquets o el simple hecho de que los best-sellers anuales se repartan entre cinco referencias. “España no es un país muy culto”, manifiesta ella cuando le preguntan por sus impresiones y, además, comenta que la mayoría de los periodistas no se leen los libros de los autores que entrevistan. “Deberíamos ponernos de acuerdo todos los editores para aceptar únicamente a los entrevistadores que hayan leído nuestros libros”.

Por su lado, Miguel Aguilar tiende a ser más positivo. “Hay que diferenciar entre lo que es una crítica y una noticia. No estamos tan mal en España”. El director literario de Debate nos explica que en Estados Unidos todos los suplementos (salvo el de New York Times) han desaparecido. Sin embargo, cabe destacar una noticia interesante: el Wall Street Journal ha anunciado la creación de un suplemento para competir con el New York Times el sábado. Con todo esto, Miguel Aguilar dice que el eco producido por la prensa siempre es reconfortante, aunque a veces el libro citado no se mueva en las estanterías.

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