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Álvaro Calleja

“Es mi sino”

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“Ser segundo es mi sino”. Así, con esta frase, intentaba consolarse Ezequiel Mosquera el pasado miércoles en Pal, en Andorra. Intentaba consolarse porque, una vez más, y ya van unas cuantas, alguien se cruzó en su camino para evitar que levántase, por fin, los brazos en la Vuelta a España.

Mosquera, que es gallego, que es muy tímido, siempre se queda con la miel en los labios, siempre con un ¡uy! en el último instante. En Pal, ya lejos de Andalucía, de Murcia, de la Comunitat Valenciana, lejos de las altas temperaturas que tanto le dañan, con Álvaro Pino, su director, gritándole al oído, atacó sin mirar atrás, sin querer saber qué sucedia tras él. Sólo pensaba en seguir hacia delante. Sólo en llegar hasta donde sus piernas quisiesen.

Y sus piernas, que fueron las más fuertes durante gran parte de la ascensión, que fueron las que acabaron con “Purito”, el alegre catalán, reventado, que fueron las que terminaron con Vincenzo Nibali, el único extranjero en la pelea por la Vuelta, viendo cómo el chico veterano que lidera al Xacobeo se marchaba en busca de esa recompensa que tanto tiempo llevaba buscando y no encontrando, dijeron basta cuando uno más joven, que es vasco y muy bueno, apareció desde atrás y mandó al traste la ilusión de un Ezequiel que creía que al fin iba a desaparecer la palabra mala suerte de su vocabulario.

Ese vasco es Igor Antón, al que pertenece “La Roja”, el que ya suma dos etapas en la Vuelta 2010 y con el que Mosquera, seguro, soñó aquella noche. Soñó con él porque fue el culpable de hacerle revivir su propia historia, huérfana de un triunfo importante, huérfana de un éxito acorde con su nivel. No pudo ser en Pal, pero seguro que Ezequiel Mosquera seguirá intentando ir contra su destino, el que no le pertenece. Se merece mucho más.

“Es mi sino”

Álvaro Calleja
Álvaro Calleja
viernes, 10 de septiembre de 2010, 22:01 h (CET)
“Ser segundo es mi sino”. Así, con esta frase, intentaba consolarse Ezequiel Mosquera el pasado miércoles en Pal, en Andorra. Intentaba consolarse porque, una vez más, y ya van unas cuantas, alguien se cruzó en su camino para evitar que levántase, por fin, los brazos en la Vuelta a España.

Mosquera, que es gallego, que es muy tímido, siempre se queda con la miel en los labios, siempre con un ¡uy! en el último instante. En Pal, ya lejos de Andalucía, de Murcia, de la Comunitat Valenciana, lejos de las altas temperaturas que tanto le dañan, con Álvaro Pino, su director, gritándole al oído, atacó sin mirar atrás, sin querer saber qué sucedia tras él. Sólo pensaba en seguir hacia delante. Sólo en llegar hasta donde sus piernas quisiesen.

Y sus piernas, que fueron las más fuertes durante gran parte de la ascensión, que fueron las que acabaron con “Purito”, el alegre catalán, reventado, que fueron las que terminaron con Vincenzo Nibali, el único extranjero en la pelea por la Vuelta, viendo cómo el chico veterano que lidera al Xacobeo se marchaba en busca de esa recompensa que tanto tiempo llevaba buscando y no encontrando, dijeron basta cuando uno más joven, que es vasco y muy bueno, apareció desde atrás y mandó al traste la ilusión de un Ezequiel que creía que al fin iba a desaparecer la palabra mala suerte de su vocabulario.

Ese vasco es Igor Antón, al que pertenece “La Roja”, el que ya suma dos etapas en la Vuelta 2010 y con el que Mosquera, seguro, soñó aquella noche. Soñó con él porque fue el culpable de hacerle revivir su propia historia, huérfana de un triunfo importante, huérfana de un éxito acorde con su nivel. No pudo ser en Pal, pero seguro que Ezequiel Mosquera seguirá intentando ir contra su destino, el que no le pertenece. Se merece mucho más.

 
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