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Pilar Bellver, escritora

“La vida te coloca carteles: unos visten y otros molestan”

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Pilar Bellver (Villacarrillo, Jaén, 1961) estudió Periodismo en la Complutense de Madrid. Ya licenciada, trabajó en una agencia de publicidad. Sin embargo, su verdadera vocación, la literatura, la llevó a abandonar el marketing, marcharse a su casa de la Sierra de Cazorla y ponerse a escribir.

‘A todos nos matan antes de morir’, su última obra, no es la única en su carrera: ‘Veinticuatro veces’, ‘La vendedora de tornillos’, ‘El tratado de las almas impuras’ y ‘Vecinas’, una novela breve incluida en la antología de escritoras españolas titulada ‘Un deseo propio’, la precedieron. ‘A todos nos matan antes de morir’ son tres historias caracterizadas por su humor ácido, un mundo de sustratos y dobles fondos contado con ternura.

En Valencia, la escritora jienense respondió a mis preguntas junto a un café del tiempo y una botella de agua helada. Fue la mejor manera de paliar el calor, apaciguado por el aire acondicionado de la cafetería del Hotel Vincci Lys de Valencia, y de realizar mi entrevista número cien para los lectores de SIGLO XXI.




Pilar Bellver.


Herme Cerezo / SIGLO XXI

‘Mi primo, el de Zumosol’ fue invención tuya, ¿qué nexo de unión existe entre el marketing y la escritura?

Sólo una carta dirigida a las páginas sepias de El País, en la que pedía trabajo a una empresa de marketing. Yo había estudiado periodismo, pero no quería ejercer porque buscaba una ocupación que me permitiese escribir. Tuve suerte, me contrataron y ése es el único nexo de unión que existe entre literatura y marketing. La capacidad de crear de la publicidad es una forma de mentir, atractivamente bien pagada, a través de la música, de la imagen o de la letra. La publicidad no nos hace mejores personas, ni más felices, ni nos permite mirar el mundo de otro modo. Son creatividades que no se parecen en nada. Y lo que más me duele es que “Mi primo, el de Zumosol” perdurará mucho más que cualquiera de mis personajes literarios.

Aparquemos entonces el marketing, ¿qué es la literatura para Pilar Bellver?

Uff, vaya pregunta. Es una de las bellas artes que existen. Para mí primero fue una diversión, un entretenimiento. Pero luego se convirtió en un modo de reflexión sobre mí misma y lo que me rodea. A medida que creces y vas formando tu propia ideología, eso influye en tu forma de escribir, igual que los conceptos que adquieres sobre lo que está bien y lo que está mal. Para otras personas, escribir es una profesión, una forma de ganarse la vida. La literatura requiere mucho sacrificio, mucho trabajo y vencer un montón de dudas.

‘A todos nos matan antes de morir’, ¿por qué ese título?

Lo que me molesta de los títulos es que no respondan a lo que contiene el libro. Siempre hay gente a tu alrededor que, lo merezcas o no, te da tres o cuatro palos de los que sales convertido en una persona distinta. No te mueres de repente, sino poco a poco. Este libro recoge a tres personajes justo en el momento en que les van a dar uno de esos golpes que matan. Ellos cuentan su historia hacia atrás y el atractivo consiste en saber lo que quedará de cada uno tras encajar esos varapalos, en ver cómo y en qué se van a transformar.

Las dos primeras historias están contadas en primera persona y la última en tercera, ¿por qué?

La primera la he contado en primera persona porque, como soy mujer como ella, me puedo identificar con la protagonista. Considero una horrible e imperdonable falta de respeto que los escritores, en primera persona, se metan en la piel de una mujer y más si es adulta. Hay quien es capaz de hacerlo, pero yo no. Para eso es preferible escribir una novela histórica sobre Julio César. En la segunda historia, sí que me he introducido en la mente de un niño de ocho años, pero lo he hecho precisamente porque es un niño. Y la última trata de una mujer de setenta años, con poca cultura, y como me da tanto apuro contar su vida, me acerco a ella en tercera persona y lo hago porque otra de las obligaciones de un escritor consiste en poner voz a todos aquellos que, por falta de formación, son incapaces de expresarse por sí mismos.

Bartolo, el niño de ‘El traje’, la segunda narración, se expresa mediante un lenguaje mal hablado, ¿no se empobrece el texto con eso?

Eso no es nada nuevo. Henry Roth ya lo hizo en su novela ‘Llámalo sueño’, ubicada en Brooklyn. Escribir como se habla es una herramienta literaria que permite al escritor dar a entender que los personajes son niños. No empobrece la literatura, al contrario, es una forma de introducir al lector en el mundo infantil y también es un reto, porque las reflexiones de los chavales son poco profundas y sus diálogos difíciles de transcribir.

Pilar Bellver, igual que la protagonista del último relato, ‘La escopeta’, ¿es una persona “contratodo”?

Sí, pero eso no lo eliges tú. La vida te lleva por todas las esquinas, las que te tocan y las que no, te coloca carteles: unos visten y otros molestan y, poco a poco, te vas convirtiendo en una casi “contratodo”.

Como ocurre en ‘El cáliz’, el primer texto, dicen que en poco antes de morir una serie de recuerdos desfila por en nuestra mente, esas imágenes ¿las elegimos o nos eligen ellas?

Dice la primera historia textualmente que se te vienen encima, por sí mismas, solas, dirigidas por una fuerza que desconocemos. Otra posible labor de la literatura consistiría en saber por qué en esos instantes finales aparecen esas visiones y no otras. Cuando escribes has de escoger el mejor momento para hablar sobre un personaje. Si consigues eso, la propia vida dirige tu mano, se autoescribe. Como autor no sabes por qué sucede, pero es así.

Un nexo común de loa protagonistas de los tres relatos es que tienen dudas para saber si lo que les ocurre es real o ficticio.

Cada personaje tiene su propia visión de las cosas. En la vida real, el personal se monta cada pollo mental que no veas: nadie ve igual una misma cosa. Lo que cuenta ‘La escopeta’ no es un truco literario, es real: la moribunda, que es una persona muy mayor, está inconsciente y no distingue lo que es verdad y lo que no. Los años no perdonan, traicionan. Aunque lo cierto es que tampoco importa mucho. Y si al lector no le importa lo que no le he contado, entonces es que he acertado.

Llegamos al final. Pilar, tú cuelgas tus novelas en Internet, ¿no va eso en contra de tus intereses?

Las novelas que cuelgo en internet son obras cuyos derechos ya caducaron y no pertenecen a ninguna editorial. Es verdad que no hay que hacer el trabajo cultural gratis, pero debemos encontrar un término medio entre lo que te piden por un libro de última hora y regalarlo. Y yo prefiero hacer esto último, porque no encuentro el modo de que nadie pague dos euros por mis obras, ni soy capaz de pedirle a nadie su número de tarjeta de crédito. A fin de cuentas, es mí trabajo y hago con él lo que me apetece. De todos modos, vivimos un momento en el que todo se está autorregulando y conoceremos nuevas formas de venta del producto cultural.

“La vida te coloca carteles: unos visten y otros molestan”

Pilar Bellver, escritora
Herme Cerezo
miércoles, 4 de agosto de 2010, 00:44 h (CET)
Pilar Bellver (Villacarrillo, Jaén, 1961) estudió Periodismo en la Complutense de Madrid. Ya licenciada, trabajó en una agencia de publicidad. Sin embargo, su verdadera vocación, la literatura, la llevó a abandonar el marketing, marcharse a su casa de la Sierra de Cazorla y ponerse a escribir.

‘A todos nos matan antes de morir’, su última obra, no es la única en su carrera: ‘Veinticuatro veces’, ‘La vendedora de tornillos’, ‘El tratado de las almas impuras’ y ‘Vecinas’, una novela breve incluida en la antología de escritoras españolas titulada ‘Un deseo propio’, la precedieron. ‘A todos nos matan antes de morir’ son tres historias caracterizadas por su humor ácido, un mundo de sustratos y dobles fondos contado con ternura.

En Valencia, la escritora jienense respondió a mis preguntas junto a un café del tiempo y una botella de agua helada. Fue la mejor manera de paliar el calor, apaciguado por el aire acondicionado de la cafetería del Hotel Vincci Lys de Valencia, y de realizar mi entrevista número cien para los lectores de SIGLO XXI.




Pilar Bellver.


Herme Cerezo / SIGLO XXI

‘Mi primo, el de Zumosol’ fue invención tuya, ¿qué nexo de unión existe entre el marketing y la escritura?

Sólo una carta dirigida a las páginas sepias de El País, en la que pedía trabajo a una empresa de marketing. Yo había estudiado periodismo, pero no quería ejercer porque buscaba una ocupación que me permitiese escribir. Tuve suerte, me contrataron y ése es el único nexo de unión que existe entre literatura y marketing. La capacidad de crear de la publicidad es una forma de mentir, atractivamente bien pagada, a través de la música, de la imagen o de la letra. La publicidad no nos hace mejores personas, ni más felices, ni nos permite mirar el mundo de otro modo. Son creatividades que no se parecen en nada. Y lo que más me duele es que “Mi primo, el de Zumosol” perdurará mucho más que cualquiera de mis personajes literarios.

Aparquemos entonces el marketing, ¿qué es la literatura para Pilar Bellver?

Uff, vaya pregunta. Es una de las bellas artes que existen. Para mí primero fue una diversión, un entretenimiento. Pero luego se convirtió en un modo de reflexión sobre mí misma y lo que me rodea. A medida que creces y vas formando tu propia ideología, eso influye en tu forma de escribir, igual que los conceptos que adquieres sobre lo que está bien y lo que está mal. Para otras personas, escribir es una profesión, una forma de ganarse la vida. La literatura requiere mucho sacrificio, mucho trabajo y vencer un montón de dudas.

‘A todos nos matan antes de morir’, ¿por qué ese título?

Lo que me molesta de los títulos es que no respondan a lo que contiene el libro. Siempre hay gente a tu alrededor que, lo merezcas o no, te da tres o cuatro palos de los que sales convertido en una persona distinta. No te mueres de repente, sino poco a poco. Este libro recoge a tres personajes justo en el momento en que les van a dar uno de esos golpes que matan. Ellos cuentan su historia hacia atrás y el atractivo consiste en saber lo que quedará de cada uno tras encajar esos varapalos, en ver cómo y en qué se van a transformar.

Las dos primeras historias están contadas en primera persona y la última en tercera, ¿por qué?

La primera la he contado en primera persona porque, como soy mujer como ella, me puedo identificar con la protagonista. Considero una horrible e imperdonable falta de respeto que los escritores, en primera persona, se metan en la piel de una mujer y más si es adulta. Hay quien es capaz de hacerlo, pero yo no. Para eso es preferible escribir una novela histórica sobre Julio César. En la segunda historia, sí que me he introducido en la mente de un niño de ocho años, pero lo he hecho precisamente porque es un niño. Y la última trata de una mujer de setenta años, con poca cultura, y como me da tanto apuro contar su vida, me acerco a ella en tercera persona y lo hago porque otra de las obligaciones de un escritor consiste en poner voz a todos aquellos que, por falta de formación, son incapaces de expresarse por sí mismos.

Bartolo, el niño de ‘El traje’, la segunda narración, se expresa mediante un lenguaje mal hablado, ¿no se empobrece el texto con eso?

Eso no es nada nuevo. Henry Roth ya lo hizo en su novela ‘Llámalo sueño’, ubicada en Brooklyn. Escribir como se habla es una herramienta literaria que permite al escritor dar a entender que los personajes son niños. No empobrece la literatura, al contrario, es una forma de introducir al lector en el mundo infantil y también es un reto, porque las reflexiones de los chavales son poco profundas y sus diálogos difíciles de transcribir.

Pilar Bellver, igual que la protagonista del último relato, ‘La escopeta’, ¿es una persona “contratodo”?

Sí, pero eso no lo eliges tú. La vida te lleva por todas las esquinas, las que te tocan y las que no, te coloca carteles: unos visten y otros molestan y, poco a poco, te vas convirtiendo en una casi “contratodo”.

Como ocurre en ‘El cáliz’, el primer texto, dicen que en poco antes de morir una serie de recuerdos desfila por en nuestra mente, esas imágenes ¿las elegimos o nos eligen ellas?

Dice la primera historia textualmente que se te vienen encima, por sí mismas, solas, dirigidas por una fuerza que desconocemos. Otra posible labor de la literatura consistiría en saber por qué en esos instantes finales aparecen esas visiones y no otras. Cuando escribes has de escoger el mejor momento para hablar sobre un personaje. Si consigues eso, la propia vida dirige tu mano, se autoescribe. Como autor no sabes por qué sucede, pero es así.

Un nexo común de loa protagonistas de los tres relatos es que tienen dudas para saber si lo que les ocurre es real o ficticio.

Cada personaje tiene su propia visión de las cosas. En la vida real, el personal se monta cada pollo mental que no veas: nadie ve igual una misma cosa. Lo que cuenta ‘La escopeta’ no es un truco literario, es real: la moribunda, que es una persona muy mayor, está inconsciente y no distingue lo que es verdad y lo que no. Los años no perdonan, traicionan. Aunque lo cierto es que tampoco importa mucho. Y si al lector no le importa lo que no le he contado, entonces es que he acertado.

Llegamos al final. Pilar, tú cuelgas tus novelas en Internet, ¿no va eso en contra de tus intereses?

Las novelas que cuelgo en internet son obras cuyos derechos ya caducaron y no pertenecen a ninguna editorial. Es verdad que no hay que hacer el trabajo cultural gratis, pero debemos encontrar un término medio entre lo que te piden por un libro de última hora y regalarlo. Y yo prefiero hacer esto último, porque no encuentro el modo de que nadie pague dos euros por mis obras, ni soy capaz de pedirle a nadie su número de tarjeta de crédito. A fin de cuentas, es mí trabajo y hago con él lo que me apetece. De todos modos, vivimos un momento en el que todo se está autorregulando y conoceremos nuevas formas de venta del producto cultural.

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